"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

lunes, 19 de enero de 2009

La paradoja Windows


La vida suele tener cosas inexplicables, pero que a la vez suceden. Muchas de esas cosas que nos rodean en este mundo, no obedecen a la fina explicación de la lógica. Pero de igual manera ocurren, y con el tiempo tendemos a naturalizarlas y las dejamos de discutir. Pero las cosas se complican cuando estas anomalías terminan siendo fundamentales y motores de todos los actos de nuestras vidas.
Por otro lado, las vivencias del siglo XXI y de finales del siglo XX, encontraron a los seres humanos regidos por distintas clases de sistemas. Esta sistematización social llegó a tal punto que la discusión se centró en ellos mismos y no en lo que realmente es importante cuando se habla de una manera de hacer hacia el bienestar social.
Estas incongruencias en las que están atrapadas las sociedades hacen semejar el tejido social al sistema operativo Windows. Es una realidad altamante comprobada que el afamado sistema de Microsoft no maximiza justamente los recursos de la computadora, sino que tiende a relentarla y obstaculizar el trabajo con distintos sistemas en común. También hablan de este sistema operativo como inestable y poco útil para los trabajos con grandes extensiones de megabytes. Pero al preguntar, y preguntarnos, los por qué del uso masivo a nivel mundial de Windows, cantidades de excusas rayan la misma falta de criterio por la que se usa: que los programas son solo compatibles con este sistema operativo, que toda la enseñanza de computación es en base a Windows o simplemente por costumbre y la facilidad para nuevos usuarios. De esta mirada y por muchas otras razones que tienen que ver más con el mundo de los negocios que con el usuario común, Windows sigue siendo el sistema más usado de la Tierra por lejos.
De una manera similar, la sociedad se comporta en ciertos momentos como este sistema operativo en más de un sentido. Sobre todo si de sistemas políticos y económicos se trata.
Como ocurre con el mundo de las computadoras, nadie puede quedar por fuera del sistema. Y no estamos hablando del viejo sueño anarquista de principios del siglo pasado, sino la imposición de las normas, las formas de actuar y los circuitos que las sociedades imponen para desarrollarse dentro de ellas. De la misma manera que algunas pautas culturales de oriente puedan parecer en occidente demenciales, el efecto es el mimo pero al contrario ante algunas prácticas cotidianas que pueden verse en cualquier película taquillera de hoy.
En otro lado se erige la economía ficticia o de mercado, donde los parámetros y los índices le siguen ganando la batalla a la producción o el factor más importante de la economía como son los recursos humanos. El sistema tendió a buscar trabajadores y no personas o ciudadanos. Hacia finales del siglo XX el mercado comenzó a maximizar recursos con miras a la clase trabajadores o en edad de producción y a relegar o marginalizar a quienes no puedan convertirse en mano de obra e intervenir en la producción. Así vemos como enfermos a largo plazo, ancianos o marginados sociales con inserción productiva poco probable, lentamente fueron expulsados del sistema o simplemente relegados a posiciones que no molesten el devenir de la economía.
Ante la afirmación de la imposibilidad de salir del sistema, las teorías de cambio por quiebre demostraron su falta de capacidad para comprender las modificaciones que se generan luego de ese quiebre. Es así que los cambios deberían producirse lentamente y dentro de ese sistema del que no se puede salir. Plantarse desde una contrahegemonía cultural y tratar de intervenir la hegemonía dominante como el horadar del agua sobre la piedra en la costa. Tratar de contribuir con una crítica que busque construir, buscar una alternativa, debatirla, mostrarla, resignificarla y lograr una síntesis. Los cambios sociales suelen ser muchos más lentos de lo que realmente queremos, es por eso que una modificación pequeña puede generar un cambio mayor. Los sistemas que hoy rigen el mundo tienen un sinúmero de fallas, pero la búsqueda de soluciones no debe estar orientada desde el bienestar sino en la constante generosidad de plantear siempre algo superador para todos. Puede que ya sea hora de comenzar.

sábado, 3 de enero de 2009

Militancia


Lucho volvió a la política. No es una afirmación boba de un gran operador de partido o la esperanza latente de la reconstrucción de alguna agrupación alicaída, que en algún tiempo supo brillar. Es simplemente eso, Lucho, un tipo simple y con apetito de distribución igualitaria de las riquezas, decidió reiniciar su participación en política.
Lucho venía de una familia de muy poca militancia, una madre pseudo radical (de familia, como solía decir ella) y una padre que había encontrado en el socialismo un refugio de los ideales peronista que el abuelo de Lucho militaba desde el sindicato de choferes de ómnibus; al cual renunció cuando su esposa pasó un muy mal momento al salir a gritar en contra de Perón en plena calle. Es decir que su familia no aportaba ningún acercamiento a la actividad.
Con los 18 años recién cumplidos y algunas ideas claras sobre lo que era la política, Lucho optó por iniciar su participación en aquel Frente Grande conducido por Chacho Álvarez. El enemigo estaba en el gobierno y era esa horda de destrucción económica y cultural llamada menemismo. Ante la magnitud de los hechos las opciones eran claras: o integrarse a un espacio de resistencia y capear la tormenta desde un lugar menos protagónico pero no por eso menos importante; o acercarse a un espacio de construcción de poder desde donde pudiera ayudar a generar un cambio. La movida política fascinó a Lucho y lo insertó dentro del Frepaso. El trabajo comunitario en los barrios carenciados, las marchas bajo las banderas partidarias y el aguante de los encuentros políticos parecían hechos para él. Si bien hubo debut con derrota en las presidenciales del 95, las perspectivas en las siguientes elecciones iban mejorando en demasía. La alternativa al gobierno menemista estaba ya formada.
Pero el 97 y el 2000 pegaron muy fuerte en este militante. La formación de la Alianza con la que Lucho y su grupo más cercano nunca estuvieron de acuerdo, sumado al escándalo de las coimas en el Senado que lanzó a la renuncia a Chacho Álvarez, pusieron punto final a la primera etapa de su vida y de su militancia. Lucho presentó la renuncia al partido con una frase elocuente: “No quiero ser cómplice de un gobierno neoliberal”. Sus sueños se habían caído a pedazos como los actores políticos que sostenían los pilares de su partido.
En su período hasta hoy, Lucho maldijo ausencias, aplaudió victorias y soñó interminablemente con alguien que renovara sus esperanzas. Dejar de estar pasivo, dejar de reflexionar para darle curso de acción a sus pensamientos. Volver a sentir como propias las ideas de un grupo de personas, militar, dibatir, apoyar, marchar; todas aquellas cosas de las que se estaba privando por aquel duelo que se autoimpuso durante el principio del fin del gobierno de la Alianza.
Y hoy volvió a militar. Ayer marchó por primera vez bajo las banderas de GEN (Generación por la Emancipación Nacional), un grupo de jóvenes kirchneristas que tienen presencia en los barrios del sur de la Ciudad de Buenos Aires y comulgan un proyecto nacional y popular que a Lucho le devolvió la alegría de estar en política. Ayer se lo vió pasar por la tele. Saltando, cantando y llevando su flameador como hace ya casi 10 años. Se lo veía feliz. Se lo veía con ganas.
Tal vez ese sea el punto de la militancia. Aplicarle a la política la alegría de hacer algo por los demás. La alegría de poder poner a disposición del otro las habilidades de uno. Crear un proyecto colectivo para vivir mejor y no sólo llevar la voz de otro casi mecánicamente. Sea de la alternativa política que sea, deberíamos volver a transpirar política, a debatir sin cesar y a proponer qué queremos para nosotros y nuestros hijos. Pero sin perder nunca esa alegría de hacer algo por el otro. Tal vez esa sea la visión de Lucho hoy, mientras que en sus ojos el brillo no se apaga.