"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

domingo, 30 de agosto de 2009

Las funciones del fútbol


Fútbol para todos. Fútbol para algunos. Que el fútbol no es negocio para el Estado. Que se subsidia una actividad. Que hay temas más importantes y urgentes para las inversiones estatales. Que en realidad fue un duro golpe contra el Grupo Clarín. Y muchas otras cosas que se han escuchado en los crispados medios de comunicación de hoy. Ahora, con la idea de romper un poco con la hegemonía de la información dominante, sería bueno analizar la función de este fútbol accesible para toda la sociedad.
Como primera medida, la cantidad de partidos de fútbol televisados a nivel público muestran el deporte en sus distintas facetas y hacen que las personas encuentren motivación para practicar este juego. Claro, la actividad física redunda en salud para quien la realiza y mediante los grupos de inclusión (en este caso, equipos) comparten una actividad sana y se alejan de otros escenarios menos favorables para su salud física y social.
La integración de chicos y adolescentes a una rutina de vida saludable y alejada de vicios sociales como la drogadicción o la delincuencia. Pero ver fútbol también enseña cosas que van más allá del deporte y sirven para la vida. Tal vez lo más importante versa sobre el trabajo en equipo y en saber potenciar las capacidades de cada uno en su mayor potencial, y saber dejar en manos de otro las tareas que mejor le salen. Este tipo de enseñanzas también tienen lugar con la práctica del deporte y tienen su correlato en la vida social.
La noción de reglas cumple también un papel fundamental . Al observar un deporte como el fútbol, se puede ver que existen reglas que deben cumplirse y cada una de las infracciones a este reglamente tiene consecuencias, ya sean penales, tiros libres o directamente la expulsión. También el respeto a la autoridad dentro del campo que exige la figura del árbitro, el cual tiene la función de impartir equidad en la contienda y tiene la última palabra sobre las decisiones disciplinarias y reglamentarias del deporte; no por casualidad muchos suelen decirle juez. Incluso se puede aprender algo muy importante que tiene que ver con la creatividad: los mejores jugadores, las estrellas y los que se destacan muestran que dentro de los límites de las normas se puede crear y hacer cosas fuera de lo común. Y que el esfuerzo por la preparación y el tiempo de entrenamiento tienen un resultado tangible y siempre positivo.
Otra faceta interesante que ofrece ver fútbol para un chico es justamente vislumbrar una alternativa de carrera hacia el éxito. Querer parecerse a su ídolo, tal vez lo aleje de algunas tentaciones que todos los chicos (sin distinción de clase social) pueden tener en su trance hacia la adultez.
Sin dudas el deporte es esencial en la vida de los argentinos, si después se quiere hilar fino y con alguna intención distintiva del discurso oficial será carne de debate la idea de tratar de calmar las masas dándoles el fútbol o tratar de neutralizar reclamos con medidas populistas. Pero por otro lado, que muchos hogares a los que no podía acceder, el poder ver a su cuadro, fomentando la actividad familiar, el encuentro entre amigos y la vida de uno de los representantes más sólidos de la cultura popular argentina, no parece articular contra la propia sociedad, y más si como augura el Estado, dará ganancia que servirá para el fomento de otros deportes menos populares.
Coyuntura política por un lado y medidas que redundan lo nacional y popular. ¿Está tan mal lo realizado en estos días por el gobierno? Si le preguntáramos a todos los integrantes del país ¿cuál sería el resultado? Tal vez haya que retirarse de los grandes medios imponiendo agenda y pensar desde el llano este tipo de cosas antes de repetir lo instaurado. Sería mucho más sano, tanto como hacer deporte.

lunes, 17 de agosto de 2009

La realidad y el paso del tiempo



¿Qué significa la frase para siempre? ¿En qué parte de la eternidad se ubica uno para decir vocablos de ese tipo? ¿Cuánto dura en la sociedad ultra veloz de hoy tamaña afirmación? Este epitafio de claro corte filosófico no corresponde a ningún tratado sobre la sociedad sino al universo de las acciones políticas en la Argentina y sus conexiones con la realidad y con el paso del tiempo. Menuda empresa que se tratará de desarrollar en las próximas líneas.
La característica principal (o tal vez sea el principal defecto) se desarrolla con la asunción de un nuevo gobierno. A la nueva administración, lejos de ofrecerle el apoyo suficiente y la claridad para desarrollar la flamante voluntad del pueblo, se lo acusa automáticamente de los problemas que el país viene arrastrando de años. Casi como un mecanismo de defensa, el flamante gobierno (salvo honrosas excepciones) planta sus banderas hacia los vientos que vociferan la pesada herencia recibida y los cambios a realizar. Pero justamente esos cambios caen bajo la acusación de la oposición de turno que les multiplica los adjetivos, desde las incipientes medidas tildadas de revanchistas con el régimen anterior, hasta las que son denominadas presas del oportunismo partidario del momento o de las propias ambiciones de quienes han accedido al ejecutivo. Nadie opone a sus dichos una visión de largo plazo o la idea de que en algún momento ellos deberán continuar con el proyecto que se va gestando.
Cuando la atención se desvía al Congreso Nacional, la cosa comienza a complejizarse. Las dos cámaras suelen ser testigos de peleas y tergiversaciones de la realidad. El podio lo ocupa aquella actividad casi futbolística que hace que la sanción de las leyes entre el oficialismo y la oposición se parezca cada vez más a una disputa entre River y Boca. Sólo se busca ganar a cualquier precio y dejando a la oposición lo más abajo posible en los votos, aunque la realidad indique que la mejor forma de votar una ley es mediante el consenso de los representantes elegidos por el pueblo.
Por otro lado, se observa que las leyes sancionadas por el Parlamento tienen un dejo de circunstanciales, desde el punto de vista de una oposición que acusa la derrota y tilda toda ley de inconstitucional o fuera de los valores de la República. Sobrevuela sobre estas sanciones el fantasma de estar viciadas y se presentan como leyes que morirán con el gobierno de turno, cuando en realidad son la emanación de la voluntad popular representada indirectamente por los legisladores y esas leyes tendrán tanta legitimidad en el momento de su sanción como cuando el gobierno que la impulsó ya no sea parte de la administración. En este caso se vuelve a trastocar el tiempo de vida útil de estas normas y su trascendencia legal en el tiempo.
El punto que subyace todo esto se instala en la falta de una proyección nacional y consensuada a largo plazo entre todos los integrantes de la política. Tal vez sea falta de maduración democrática o poco rodaje consecutivo lo que lleva a la clase política a no poder ponerse de acuerdo en algo que redundaría en el bien común (lo que se suele buscar en política según los libros que se dedican a ello). Los constantes quiebres que se producen políticamente no le dan aire a ningún proyecto, como si se volviera incesantemente a la paradoja de estar siempre en la línea de largada.
De la radicalización al dialoguismo, de los autoritarios a los conciliadores o de los padres de la democracia a los tibios; la historia política argentina no ha sabido de diálogos en serio, ni de políticas a largo plazo que dejen fuera los intereses partidarios y pongan en primer lugar los intereses de la Nación. Muchos pueden afirmar que sentar las bases de un sistema de este tipo tiende a derechizar mucho el rumbo político de un país. Pero en tiempos donde el péndulo ideológico sólo tiende a moverse 5 grados hacia cada lado de las tendencias, las necesidades de un futuro de proyección unificada y no de peleas partidarias internas harían una diferencia desde un proyecto a largo plazo. Para que este por ahora se transforme en un para siempre.

viernes, 7 de agosto de 2009

El medio es el mensaje


En las colonias de La Forestal, los dueños de la empresa que buscaba el tanino de los quebrachos para tratar el cuero, solían pagar a los hacheros con bonos internos (o monedas que decían por lo que podía canjearse) que solo se podían cambiar en el almacén de ramos generales que estaba dentro de la propia colonia. El problema siempre se suscitaba cuando los peones iban en busca de sus alimentos a dicho establecimiento y se encontraban con los precios que el patrón cambiaba a su antojo. Como no podían comprar en otro lado, resignados, tomaban sus productos a los precios usurarios que imponían los dueños. El precio y contenido de la mercadería, era manipulada por quienes poseían el monopolio de las remuneraciones y el de la comercialización de productos de subsistencia.
Con el advenimiento de la justicia social y los derechos laborales, de manera civilizada o no, situaciones como esta tendieron a desaparecer. Mientras que aquellos patrones que se enriquecían de manera obscena gracias a la necesidad de quienes trabajaban en sus colonias, rumearon su bronca a los gobiernos de turno, acusándolos de inmorales, autoritarios y represores, mientras tejían fábulas como la que tildaban a las nuevas conquistas sociales existía “un dictadura o venganza de los trabajadores hacia sus patrones”.
Los tiempos cambiaron y las disputas políticas fueron hacia nuevos horizontes, pero los intereses siempre funcionaron de la misma manera y se movieron por los mismos lugares. Las estrategias económicas se refinaron y las formas de proceder o de ofrecerles los productos a los consumidores para obtener ganancias, se fusionaron con la modernidad y se hicieron mucho más indirectas. La irrupción de los medios masivos de comunicación en los hogares de las personas y la hipermediatización que sufrió la vida cotidiana de los argentinos en los últimas dos décadas, provocaron que ciertos vicios del mercado llegaran a los medios de comunicación y dejaran para otra ocasión la libertad de prensa y la independencia del periodismo. La información comenzó a convertirse en un bien de cambio con valor de mercado y su coyuntura tuvo que adecuarse a los vaivenes de este.
Con la mercantilización de la información y la apertura del mercado de pases de los medios, también se observó que con la adquisición de un medio se podía obtener una influencia superlativa en los espectadores/lectores que podría torcer la tendencia del pensamiento hacia un lugar determinado. Influir, aprobar, denostar o darle brillo a un personaje de la política, parecía algo sencillo para cualquier medio de comunicación de llegada media. Así, los mass media y la política se volvieron a encontrar como en tantas etapas de la historia, para realizar juntos una tarea que le conviniera a los dos, mientras se escudaban en la gran falacia del medio independiente.
Lejos de mostrar con la mayor objetividad posible lo que (según dicen) ocurre en el país, el truco está en mostrar una realidad cargada de ideología y de intereses de la minoría que maneja el medio para imponer esa visión como lo real. En lugar de fomentar el pensamiento del receptor desde la muestra de un hecho (aunque no sea del todo pura, ya que siempre tiene alguna visión de quien lo cuenta) se le sirve todo en bandeja, ya analizado, masticado y casi digerido para que el consumo se produzca rápido y en los términos deseados por el emisor.
Pero vuelve a aparecer un tiempo de quiebre, un relentado cambio del estado de las cosas propuesto. Alguien propone rever la situación de los medios de comunicación y promover una nueva ley que impulse la pluralidad de los medios y que nadie se acerque al monopolio al que marchaban aceleradamente. Entonces se desata la batalla y los que no quieren que nada cambie se encuentran mejor preparados.
Se muestra un mundo particular y parcializado del que nadie desea salir. Son muchos los que desconfían, los que creen que se está exagerando el encono contra el gobierno de turno, o que a las figuras folklóricas de la televisión se les está yendo la mano. Pero se especula con el miedo al afuera, el miedo al quedar apartado de la sociedad que se habita por informarse de otra manera; se especula con el terror a ser diferente y quedar segregado. Es por eso que logran un consumo sin objeciones, demonizando todo lo que venga por fuera de ese mundo armado.
Es la diferencia entre verdad y verosimilitud, lograr que todos crean como verdadero algo que no es real pero lo parece. Algo que se perfila como más cómodo que intentar hacer un cambio que pueda llevar a la ruina el negocio. El ejercicio que llevan a cabo es tratar de pretender que no hay otra forma de ver las cosas, como los trabajadores de La Forestal, que trataban de pensar que el mundo de afuera era mucho peor a la explotación en la que vivían.