"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

domingo, 27 de septiembre de 2009

La batalla final


Uno de los mecanismos de defensa más reconocidos o reconocibles por la psicología en la vida cotidiana corresponde al fenómeno de proyección. Este mecanismo consiste en atribuir a otros o al mundo exterior en general, motivaciones que se rechazan, deseos que no reconocen o sería insoportable para una persona aceptarlos. Transpolado al mundo de la persuasión, puede ser muy convincente para un comunicador pegar primero y adosar características negativas propias al contrincante de turno. De esa manera, todo lo que se diga de la persona o grupo de personas que dieron el primer golpe, llevará para siempre el manto de la duda.
En la Argentina, una batalla que se venía llevando de manera sesgada y con rehenes de turno (lo fue el campo, la inseguridad u otra noticias caliente), ha salido a la cancha con todas sus armas bien visibles y otras tantas que no se pueden ocultar demasiado. El Grupo Clarín, sindicado como el principal monopolio mediático del país se enfrenta con el Gobierno Nacional (aunque muchos otros partidos apoyen la iniciativa) para evitar la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Y ya se pueden observar las descargas de artillería en las tandas de cualquiera de los medios que integran el espectro radioeléctrico (que si algún despistado no lo sabe, es el único sistema que trata la ley).
Desde una campaña de afiches del diario Clarín que busca levantar la imagen y posicionarse como el paladín de la verdad ante las mentiras del Gobierno (insisto, los diarios no serán legislados por este todavía proyecto), hasta alguna que otra fundación de no muy clara procedencia o agrupaciones de canales y radios privadas; todos tienen algo que decir a nivel mediático.
En primer lugar, los spotd publicitarios que comenzaron a verse en televisión fueron confeccionados por la Fundación Valores para el Bien Común. Los contenidos de sus avisos en fondo negro y fotografía blanco y negro, versó sobre el juego de palabras entre medios y miedos, y de la importancia de que el Gobierno no digite que contenidos tendrán los canales bajo la amenaza de sacarles la licencia. Un poco más aceitadas, las otras dos propagandas fueron más efectivistas, la primera borrando todos los números de un control remoto menos el 7 y un ficticio botón que decía Telesur (en obvia relación a la cadena de noticias que regentea el gobierno de Hugo Chavez) como haciendo notar que a este Gobierno le gustarían estas pocas opciones. En la caso de la segunda, bien elaborada a efectos de movilizar sensaciones en el espectador se dedicaron a mostrar gente prendiendo una vela contra la oscuridad y uniéndose hasta formar un gran grupo de personas y velas. La relación con la marcha de Blumberg es casi instantánea, aquel fue un duro golpe contra el gobierno de Néstor Kirchner, pero también el derrumbe, a partir de ese pico, del falso ingeniero. Más allá de tener el mismo locutor del Grupo Clarín y un tratamiento visual muy parecido, para ilustrar a quién responde esta fundación (no publica dirección o contacto, ni deja rastros en ninguna página de internet) vale una pequeña historia: a la vuelta de la tanda de un conocido programa político que se emite los domingos a la noche por América TV en la cual se había pautado este comercial, uno de los tres conductores dice textualmente –“Bueno, ahí están los spots de Clarín”-
Una rara coincidencia se produce en otro comercial que puede verse en las pantallas de televisión y está firmado por ATA, la Asociación de Televisoras Privadas Argentinas. Repite casi a la perfección la publicidad antes desarrollada del control remoto. Sonaría a coincidencia o a “homenaje”, si no fuera porque como secretario de esa entidad se encuentra a Jorge Rendo, el responsable de Asuntos Institucionales del Grupo Clarín, un hombre que viene de la entraña del diario homónimo y muy poco sabe de televisión.
Del otro lado el Gobierno Nacional con una propuesta comunicativa muy acertada desde el lugar casi académico, apoyado por personalidades de la cultura y la política, mostrando una actitud muy pasiva ante las agresiones recibidas. Como si se diera cuenta que desde el barro puede llegar a perder muchos apoyos y sin tener la necesidad de confrontar. Mientras que sigue sumando adhesiones de ONGs, pueblos originarios, asociaciones civiles sin fines de lucro y organizaciones sociales. La sensación que sobrevuela el ambiente es que con esto y con el inestable papel de la oposición le sobra para darle fuerza de ley al proyecto.
La cuenta regresiva ya está en marcha. El campo de batalla está repleto y los primeros fogonazos ya se están escuchando. Es demasiado el bagaje y el tiempo de exposición para que los monopolios puedan lavar su cara y presentarse como un instrumento pluralista de la democracia. Es por eso que lo único que le queda a los comunicadores que no quieren esta nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es proyectarle al Gobierno Nacional las mismas adjetivaciones negativas que pesan sobre ellos. Mientras tanto, y casi indiferente a todo esto, el proyecto con media sanción sigue su curso hacia el Senado.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Las dos caras de una realidad


Un periodista sale a recorrer la Ciudad de Buenos Aires para tomar testimonios sobre la opinión de los transeúntes sobre la Ley de Servicios Audiovisuales; al encontrarse con un joven de no más de 23 años y hacerle la pregunta de rigor, el chico asintió con tono severo que le parecía vergonzosa la actitud del gobierno y que deberían dar marcha atrás con la propuesta. Ante la repregunta del periodista sobre los medios que nutrían su opinión el joven tragó saliva y respondió: “EEhhhhhhh…………..Clarín, La Nación, TN y Canal 13”.
La realidad puede construirse desde muchos costados, el problema se empieza a dar cuando quienes están brindando el servicio de informar lo que pasa en una sociedad, comienzan a ser protagonistas de ella y por eso parte interesada. La confluencia entre estos vicios de la información sumadas a las ideologías de parte de la dirigencia que está en consonancia con sus pensamientos macroeconómicos; pueden producir un cóctel muy difícil de digerir para la sociedad argentina.
En total consonancia con esta mecánica, el tratamiento, el debate y la discusión de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se vieron teñidos por una gran cantidad de versiones, malas interpretaciones o comentarios que le imprimían a la ley ciertas facultades que en la redacción de los artículos no existen.
En primer lugar fue vox populi el tema de que la nueva ley iba a regular los contenidos de los medios y por ello la libertad de expresión. En realidad el único intento de regulación que podría tomarse como regulación de contenidos es la obligatoriedad de la cuota de pantalla para películas nacionales y el porcentaje de música nacional (30%) que deben programar las radios. Estas medidas, muy lejos de mancillar la libertad de expresión, son instrumento de fomento de la producción nacional que redunda en trabajo para los argentinos.
Otro de los grandes interrogantes que se suele hacer el conglomerado oposición-grupos económicos implicados redunda en la distribución del 33% del espacio radioeléctrico que será otorgado a agrupaciones sociales. El comentario más escuchado es que las van a distribuir entre sus “amigos”, algo que como ente de control (ya que va a haber espacio para las dos minorías de la cámara) van a poder regular la entrega de espacios. De todas maneras, los gobiernos pasan y las leyes quedan, por lo que en algún momento las organizaciones ya no serán adictas al gobierno y en otro deberán entregar las licencias pasados 15 años.
Parece molesto intentar un intervencionismo estatal para regular ciertas normas de mercado, esto no es nuevo y fue mala palabra en la década del ’90. Comienza a darse la casualidad que esos mismos agentes que obtuvieron beneficios suntuosos durante el gobierno menemista (Ley Dromi entre otras) justamente quieran demonizar una intervención del Estado en cualquiera de sus formatos que solo tenderá a corregir un desvío mercantil para reponer un estado de justicia en él. La ideología no cambia, aunque el maquillaje sea distinto.
Por otro lado, es menester analizar la vergonzante huida de la oposición en pleno debate ante la posibilidad de no obtener la mayoría para vetar el proyecto de ley de Servicios Audiovisuales. Que es inconstitucional el tratamiento, que no se dio tiempo para leer el dictamen de comisión, que era una ley a las apuradas porque esta Cámara no representa a los Argentinos. Si de representar se habla, lo realizado por la oposición de retirarse del recinto sin presentar ningún tipo de debate ni votación, no es lo que recomienda una ética republicana sino más bien todo lo contrario. En referencia a los términos legales, el llamado fue a una sesión especial que hasta se puede tratar sin dictamen de la comisión, por lo que el procedimiento fue correcto. Y la representatividad que la Cámara de Diputados tiene hoy fue votada por toda la Argentina hasta el 10 de Diciembre de 2009, por lo que la representación está salvada y no se puede condenar a esta composición del Congreso a no hacer nada hasta que venga la renovación.
Existen muchas formas de construir la realidad, el problema es cuando la libertad de expresión se lleva a su inverso y el espectador no tiene la posibilidad de elegir una u otra forma de informarse (derecho a la información como Derecho Humano) porque se encuentra preso de los multimedios que ejercen su posición dominante sobre otros medios que pueden emitir otras informaciones. Estos medios se pueden amparar en que son empresas exitosas, pero si comenzamos a escarbar esta afirmación y tomamos nota de las maniobras de competencia desleal o la cantidad de empresas quebradas a manos de estas maniobras, la conclusión sigue siendo como mínimo sospechosa. Toda ley puede ser perfectible, pero si uno se sienta a observar quienes alzaron su voz contra ella, automáticamente pueden emerger las bondades de este tan mentado proyecto.