"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

domingo, 25 de octubre de 2009

El diario de Macri


Cuando el siglo todavía no sumaba tres décadas y el amanecer democrático era tan novedoso como entrar al cuarto oscuro para votar, brotaban por muchos lares leyendas que marcaron a fuego la historia política argentina. Una de ellas correspondía a aquel diario que supuestamente se le confeccionaba a Hipólito Yrigoyen para tenerlo separado de la realidad, como metáfora de un cierto alejamiento de las medidas presidenciales de lo acontecido en el país. Esta anécdota no refleja la primera ni la única vez que un mandatario se mostró inmerso en una realidad paralela, aunque en algunas ocasiones aquel mecanismo del que puede ser víctima puede convertirse en una herramienta de intencionada persuasión hacia la ciudadanía.
Algo parecido comienza a verse en la Ciudad de Buenos Aires en estos últimos días. Una cantidad de acciones de gobierno que remiten a hechos sucedidos en una etapa terrible de nuestra historia como país que han salido a la luz y dejan al descubierto un escándalo político de magnitudes impensadas, parecen ser ninguneadas desde el Ejecutivo; o que simplemente busca victimizarse ante alguna campaña de desprestigio del gobierno nacional. De las denuncias y de lo que marca la realidad: Nada.
Es muy difícil encarar actividades como las que desarrollan estos funcionarios del gobierno macrista sin trazar obligadamente un paralelo con la terrible dictadura militar que cometió crímenes de lesa humanidad en el período ´76-´83. Escuchas telefónicas, confección de informes de inteligencia, grupo de tareas que operan clandestinamente al poder policial, persecución ideológica contra militantes o dirigentes gremiales, persecución violenta contra personas que están en condición de calle o simplemente viven en casas abandonadas.
La Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) comenzó a ser conocida casi un año después de que Mauricio Macri firmara el decreto para su formación. Los apremios ilegales, la violencia contra personas en condiciones de indefensión, los abusos, las estrategias parapoliciales, los robos y las golpizas que estos grupos generan noche tras noche son parte del y responden al Ministerio de Ambiente y Espacio Pública y a su responsable Juan Pablo Piccardo. No es necesario hacer demasiadas analogías con lo que ocurría durante la dictadura de Videla, Massera y compañía. Lo preocupante es que se usen técnicas parecidas a las del Mundial ´78 para “limpiar” las ciudades sedes de pobres o todo lo que el gobierno de facto considerara indecente.
La otra punta del iceberg obedece al escándalo desatado por la denuncia y posterior detención de Ciro James, los equipamientos encontrados en su domicilio para pinchar teléfonos y los resultados de las investigaciones sobre pinchaduras de teléfonos a familiares de víctimas de la AMIA. Este ex agente de la Policía Federal, con pasado en Socma, Correo Argentino y Boca Juniors se desempeñaba como asesor del ministro de Educación porteño, Mario Narodowski y era aspirante de la Policía Metropolitana. El juez federal Norberto Oyarbide encontró en un allanamiento al domicilio de James tecnología para pinchar teléfonos; ante la acusación el imputado respondió que estos aparatos eran estrictamente para uso docente, algo poco creíble porque ¿para ejercer la docencia con quién? Ahora, para pasarlo en limpio, un ex agente de la Policía Federal de conocida trayectoria en empresas de la familia Macri asesora al Ministerio de Educación en una cuestión en la que debe ser un especialista ¿seguridad?, justamente aparece en su domicilio la tecnología para pinchar teléfonos, y justo en el momento que los docentes comienzan a denunciar que los inspectores de escuelas, en lugar de revisar el cumplimiento de los programas comienzan a recabar información sobre la afiliación y participación gremial de los maestros. Las conclusiones comienzan a caer por peso propio. Inequívocamente parece que estamos en las puertas de una pequeña agencia paralela de inteligencia que comenzó a sumar datos de los habitantes que no están de acuerdo con la gestión Macri.
Por todo lo expuesto, parece que algo huele mal dentro del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y en lugar de tomar una postura más clara y prometer las investigaciones del caso, caiga quien caiga, el Jefe de Gobierno, Mauricio Macri juega a la realidad paralela y dice que no sabían que Ciro James había estado en la Policía Federal, que nunca trabajó en sus empresas y que seguramente es un infiltrado de la Federal para boicotear y sobotear el “alzamiento” (sic) de la Policía Metropolitana. Más allá de los exabruptos, las declaraciones de Macri quedan por tierra cuando el responsable de esta nueva policía, Osvaldo Chamorro, declaró ante el juez que en currículum presentado por Ciro James, aparecía su experiencia de 11 años en la Federal. Y lo de ser un simple aspirante a la Policía Metropolitana, se cae si se observan los cruces telefónicos de las más de 40 llamadas con el mismísimo Fino Palacios (¿habrán trabajado juntos en Boca Juniors?) cuando todavía estaba en funciones.
Ingresar en una realidad paralela, tratar de contar otra historia o desviar culpas, no son más ni menos que eufemismos para nombrar al verbo que circunda todo este caso: mentir. Los métodos utilizados por el gobierno de Macri no sólo hacen recordar a la dictadura sino que son gravísimos y deben ser investigados por la Justicia. Es en estos momentos que uno se pregunta si lo que se está viviendo es tanto más grave que la tragedia que desencadenó el juicio político a Aníbal Ibarra. Si se usa la misma vara, seguramente estaremos esperando otro juicio político.

domingo, 18 de octubre de 2009

Las tareas de la UCEP


Muchas veces un candidato suele hacerse de un cargo político de base electoral a fuerza de carisma, simpatía, un puñado de promesas populistas y un enemigo marcado a quien sacarle rédito. Lo que menos suele tenerse en cuenta a la hora de votar y a la hora de la campaña, es la ideología; pero con el devenir de la gestión es justamente este ítem el que aflora en cada acto de gobierno y puede resultar contrario a lo que los propios votantes esperaban a la hora de emitir el sufragio.
Un caso como este se ha dado en la otrora progresista Ciudad de Buenos Aires, donde la voluntad popular erigió a un gobierno con marcada tendencia a la derecha. Mauricio Macri encarnaba al empresario exitoso, simpático, joven y entrador; pero también a un hombre con ideología signada por la década del ´90, netamente monetarista, de poca sensibilidad social y con muy poca cintura política para encarar los problemas sociales de los porteños.
Cuando el actual Jefe de Gobierno porteño hablaba de trabajar para que los habitantes tuvieran la ciudad que se merecen, habría que haberle preguntado a quién considera ciudadanos y a quién no.
En los últimos días han salido a la luz los movimientos de una unidad de operaciones dependiente del Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires llamada UCEP (Unidad de Control de Espacios Públicos). Dicha unidad que en principio debería estar destinada a velar por el buen uso del espacio público y persuadir a los usurpadores (con este término son definidos en el decreto de realización) que desistan en su actitud; muy lejos de manejar estos menesteres se ha convertido en una suerte de grupo de tareas o fuerza de choque del gobierno porteño. No es antojadiza esta descripción. Su principal actividad es desarrollada de noche y tiene que ver con desalojos violentos de viviendas, personas que duermen en la calle o vendedores ambulantes . Insultos, violencia, malos tratos, manoseos y uso ilegal de poder de policía para realizar tareas que no le competen y son altamente condenables, son una constante en las noches porteñas y se vienen desarrollando hace muchos meses. Estos hombres que realizan el trabajo sucio del gobierno macrista (¿querrán de esa manera limpiar la ciudad?¿será una nueva modalidad de la vieja empresa familiar Mantenga limpia Buenos Aires?) se nutre de barras bravas de algunos equipos de primera división de fútbol y otro tipo de personas que nada tienen que ver con la legalidad, aquella a la que suele apelar el propio Macri en sus apariciones mediáticas.
La noticia tomó forma de imagen y dejó de ser denostada como una acusación barata de la oposición porteña cuando los vecinos de los habitantes desalojados del edificio ubicado en la calle Pasco se solidarizaron con ellos y filmaron mediante celulares y cámaras de fotos todos los maltratos este desalojo forzado por la violencia de los hombres de la UCEP. Raramente estas imágenes que sirvieron para que el Observatorio de Derechos Humanos y la Defensoría del Pueblo de la Ciudad presentaran una causa penal contra Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por 5 de estos casos de violencia y violación a los Derechos Humanos, no fueron tomados por ningún medio a excepción de Canal 7. Se hace raro pensar, en casos como este, que la censura de la que tanto hablan algunos sectores que no están a favor de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, se cumpla de hecho desde la corporación de multimedios que hoy tienen gran incidencia sobre la opinión pública. Cabe entonces preguntarse desde el periodismo hasta qué punto uno no empieza a convertirse en cómplice de un delito cuando sabe de su existencia y no lo publica.
Pero también cabe preguntarse sobre el rol que tienen los gobernantes en este momento en que vivimos, ya que si un gobierno avala tareas ilegales como las que se están desarrollando hoy en la Ciudad de Buenos Aires y nadie termina por denunciarlo y se sigue permitiendo, estas tareas se institucionalizan y terminan por naturalizarse. Más allá de lo ideológico, Mauricio Macri está al frente de una administración que está cometiendo delitos que creíamos que ya habían quedado en el pasado y por eso debe responder a la Justicia. Muchos ciudadanos han puesto en manos de ese funcionario un mandato que no tiene que ver con persecusiones ilegales, y es a esos ciudadanosa los que debe responder. Porque un mandato no debe dar impunidad, sino obligaciones.

domingo, 4 de octubre de 2009

La vara de los medios


¿Qué es un fenómeno de masas? ¿Cómo llega a la comunidad? ¿Cuáles son los factores que lo hacen contar con el apoyo popular o perderse en el más oscuro de los ostracismos? En realidad ningún estudiosos de las ciencias sociales se atreve a proponer un plan infalible para obtener la gracia de las masas y así ser unánimemente apoyado por el sentido común de los Argentinos. Aunque vista la historia de los últimos diez años, cualquiera podría dar algunos consejos de qué cosas hacer, qué cosas no hacer, qué léxico utilizar o qué banderas levantar para que la masa simpatice con su lucha.
Para tomar un puñado de conclusiones puede uno sentarse a analizar desde la función discursiva aquel lock-out patronal de 2008, popularmente conocido como el “paro del campo” y la lucha que se está desarrollando en estos días por parte de los trabajadores de Kraft (ex Terrabussi) para la restitución de los 150 despedidos por la empresa. Sería interesante indagar por qué dos protestas de trabajadores y aparentemente justas (esto es lo que dice el imaginario popular y se puede estar a favor o en contra) no tuvieron el mismo apoyo por parte de la ciudadanía al punto que uno logró una movilización masiva de una parte del tejido social y la otra navega en la más grande de las indiferencias.
El lugar inicial de donde pude partir un análisis es llegar a entrever desde qué mirada una persona común podía pensar a cada uno de los actores en cuestión. Qué bagaje le trae a su mente, qué sentimientos están en cuestión o qué visión tenían de ellos antes del conflicto. El campo está emparentado con la tradición, Terrabussi también, es una de las marcas de golosinas más antigua y reconocida de nuestro país. Desde el campo salen productos que engalanaron la mesa de los argentinos por muchos años, lo mismo que los productos Terrabussi. Es decir que por los productos de un sector y otro, la parte sentimental o de conocimiento a priori, no se sacan ventaja.
Otro aspecto a analizar son sus modalidades de la protesta. Del mismo modo unos y otros cortaron rutas e hicieron piquetes para que sea conocida y difundida su lucha y objetivos. De parte de los integrantes del lock-out patronal, con el agravante de disponer de los camiones que le permitían pasar y a cuáles no, dependiendo de la comercialización o no de granos. De hecho los trabajadores de la ex Terrabussi negociaron con la policía un carril para que pudieran pasar de manera muy lenta los vehículos que esperaban en la Panamericana. Por lo que la medida de los despedidos parecería un poco menos molesta.
Como una última cuestión alrededor de esto puede fijarse en la cercanía o lejanía del problema. Por un lado las retenciones a la soja de un campo que para la ciudad solo se traduce en pan y verdura, contra los despidos de una empresa mucho más cercana a la metrópoli y que puede erigirse como un espejo para muchos de quienes obtienen el sustento de su trabajo en fábricas y oficinas y se podían sentir expuestos a que les pasara lo mismo. En pocas palabras, el conflicto de Terrabussi tiene muchas más posibilidades de hacer sentir reflejada al grueso de la población de las ciudades que el conflicto del campo.
Si hasta ahora la balanza viene dando ganancias al conflicto Kraft, por qué no pudieron movilizar a muchos hombres y mujeres de las ciudades para apoyar su lucha, como fue la idea desde el principio. Si se tuviera que acotar la respuesta a dos palabras no sería muy difícil manifestarse: política y medios. La visión política conducida por un odio ideológico y tradicional a la tendencia política que encarna el peronismo para el viejo grupo de patrones rurales, sumado a la muy buena tarea que se hizo de victimización y, como contraparte, poner al gobierno en un lugar de ente totalitario; lograron esta suma de voluntades contrarias al Gobierno Nacional que no por ser una minoría, dejaron de obtener la repercusión obligada por parte de los medios. Al ojo del ciudadano común, Kraft o Terrabussi no es más que una lucha sindical más y muy poco hay de interiorización del tema.
El papel de los medios es el que hizo la diferencia. El uso de términos como “paro del campo, grupo de peones, chacareros, labradores, jornaleros, empleados agrícolas o cortes de ruta” chocaron contra otras palabras de la talla de “trabajadores despedidos, delegados gremiales, sindicatos, infiltrados, incidentes, piquetes, marchas, políticos y activistas de izquierda”. Es obvio que los primeros términos no remitían a las mismas acciones de los segundos y el prestigio social de unas y otras palabras hacen la diferencia. Pero cuando todo se hace bajo el supuesto halo de la objetividad, todo se hace más difuso.