"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 19 de noviembre de 2010

La importancia de las palabras


Desde principios del siglo pasado la psicología ha recabado abundante material teórico en torno a la mediación del discurso en el subconsciente de los seres humanos. Y si algo han demostrado esa gran cantidad de estudios es que nunca es inocente la elección de las palabras y cada una de ellas revelan algo más que el mensaje que uno quiere comunicar. Algunas de esas elecciones rondan nuestra sociedad hoy y pueden ser causantes de percepciones que no siempre tienen que ver con la realidad.
Uno de los casos más emblemáticos es el denominado “la gente”, nacido al calor del menemismo, a nivel social se ha convertido en una forma demasiado abarcativa de denominar a un grupo de personas y darle algún tipo de característica común. Pero ¿qué es la gente? ¿dónde encontramos ese grupo etario tan nombrado en los últimos años? ¿son realmente los representantes del grueso de la sociedad? La realidad es que esta forma de denominar a porciones de la población comenzó a ser frecuente hace unos 20 años y de a poco comenzó a meterse en la actualidad lingüística de todos los argentinos, desde la raíces de algunos pueblos que lo usaban para terminar una frase netamente numeral (ej: había 2500 gentes) hasta quienes le encuentran su principal antecesor en la palabra pueblo. Pero no es lo mismo decir que “una parte de la población no está de acuerdo con la política del gobierno”, que decir “la gente no quiere al gobierno y quiere que se vaya”. Así de significativo y fuerte puede ser la relación entre ambos razonamientos y la forma de jugar al líder de opinión o interpretador social puede ser mínimamente irresponsable. La facilidad de no dar nombres ni información debidamente chequeada lleva a utilizar este tipo de términos que pueden sonar a una mala medición de encuesta ya que el colectivo “la gente” es demasiado difuso en su composición.
De un modo similar muchos comunicadores se encuentran ante la tentación de verter las opiniones que emana “la calle”. Más allá de decir lo obvio que remite a que la calle es un ser inanimado y que se pueden encontrar en ella infinidad de ruidos pero ninguno que remita a alguna articulación sonora de idioma, usar la imagen totalizadora de que todos los habitantes de un país transitan la calle es un poco apresurado. Sin ir más lejos, son los mismos que ofrecen la opinión de la calle quienes abogan enfáticamente contra las manifestaciones populares que se dan en esa misma calle por obstruir la libre circulación de las personas (o en este caso bien puede ir “la gente”).
Otro de los puntos en los cuales las palabras son herramientas de construcción de estados de ánimo social que no siempre se conllevan con lo real o que logran magnificar ciertas situaciones y minimizar otras, tiene que ver con la crispación o el nivel de confrontación que tanto suele pregonar la oposición con respecto al Gobierno Nacional. Casos testigo han sido en los últimos tiempos la conducta del actual Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, quien en repetidas ocasiones ha pronunciado ser víctima de las agresiones del Gobierno, mientras él mismo repite todo tipo de improperios que no resisten ninguna investidura ejecutiva. Desde tirar del tren de la Argentina al fallecido Néstor Kirchner o hablar de “esa” al referirse a la Presidenta de la Nación. Entonces de dónde proviene realmente la crispación.
Entre las palabras mayormente bastardeadas por los medios de hoy, la militancia ha ganado todas las pantallas y las portadas en las dos últimas semanas. Desde la comparación con las juventudes hitlerianas hasta la vieja descalificación que son pagos por las esferas partidarias que los enrolan. Como suele decir un viejo militante de (valga la paradoja) la rama juvenil del justicialismo: “No sabés la cantidad de choripanes y vasos de vino que me deben”. Pensar en una juventud y una militancia que sea manejada, es entender muy poco de los valores y las creencias que tiene una persona sub 30. La necedad de pensar que todos los militantes pueden ser de una manera o de otra, es mostrar un autismo social demasiado evidente. Ni inmaculada juventud, ni juventud hitleriana (como diría Mariano Grondona); pero pensar que todos los jóvenes deben ser rentados, habla muy mal del pensamiento de quien emite esa frase.
Resumiendo y para evitar el palabrerío, es necesario a veces no repetir palabras que se dicen en cualquier parte y tomarse un minuto de más para pensar de dónde salen realmente las palabras y con qué intenciones se dicen o escriben. Tal vez solo de esa manera la calle opine lo que dice la gente y, militancia mediante, se pueda bajar un poco el nivel de confrontación en nuestro país.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Huérfanos

Nunca es bueno tratar de analizar un hecho desde los sentimientos, porque puede nublar el análisis, tener la cabeza fría y las ideas ordenadas hace que la tarea sea lo más objetiva posible. Pero hoy no es un día para las frías ideas, es un día para expresar las más cálidas ideas que brotan desde el corazón y desde lo más profundo del dolor. Dolor que tiene que ver con el desamparo, el futuro incierto y las ganas de trabajar por él. Dolor que se asemeja a la muerte del ser querido, del referente y del hombre que guía nuestros pasos. Hoy muchos argentinos sienten esta pérdida como la de un padre, muchos compatriotas hoy nos sentimos huérfanos. Néstor Kirchner no solo fue el hombre más importante desde la vuelta de la democracia (las estadísticas no me dejan mentir), sino que desde su ascenso a la Presidencia en 2003 devolvió a muchos jóvenes las ganas de volver a militar con alegría, saber que desde la participación se podían cambiar las cosas y que la política no era algo sucio que se desarrollaba por personas poco transparentes en oscuros escritorios inalcanzables. Néstor (como todos aprendimos a conocerlo) mostró a los jóvenes que el futuro estaba en la militancia y que la realidad se cambia desde adentro y sumando voluntades. Para hacer, que siempre fue su palabra favorita. Desde los comienzos de su desembarco a nivel nacional, en 2003, la palabra rectora del gobierno de Néstor Kirchner fue “inclusión”. No solo incluyó a la juventud a la política, sino que volvió a incluir a la política en la discusión del pueblo, incluyó los Derechos Humanos en la agenda de un gobierno nacional, logró finalmente incluir a todos los chicos del país cuando ya en la presidencia de Cristina se instauró la Asignación Universal por Hijo (paradójicamente mañana se cumple un año) y asegurar un futuro para esos niños que empezaban a acostumbrarse a ver salir a su padre todas las mañanas a trabajar. Incluir a nivel económico no es solo eso, sino incluir desde la dignidad y la esperanza de un futuro mejor. El cambio del sustantivo negativo por el verbo positivo también es uno de los grandes legados: Militar. Un político que siempre salió a la calle, a las provincias, a hablar con el pueblo y no gobernar desde un cómodo escritorio en la capital del país. Cuando muchos pedían la nueva política, Nestor mostró nuevas formas de sentir, hacer y mejorar. Luchar y poner el cuerpo, hasta el último aliento. Hoy siento el vacío más grande, hoy no creo que nadie tenga ganas de pensar en el futuro, hoy el dolor supera por varios cuerpos al pensamiento. Hoy me siento huérfano por segunda vez, hoy siento que la Argentina está huérfana por parte de padre y tiene una madre que tiene que apuntalar para que la siga guiando. Pero también América del Sur se debe sentir huérfana y deberá rehacerse para seguir adelante. Hoy sentí en carne propia la frase hecha “no lo puedo creer”, sigo esperando que salga en algún medio y con ese humor casi de estudiantina que tenía diga que todo fue una broma. Aunque hoy no creo que sea tiempo de bromas sino, como me dijo un compañero hace un rato, “llorarlo mucho, y después vemos”.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Recortar vs incluir



Reasignación de partidas. Ahorro. Maximización de recursos. Prioridades. Manejo de partidas. Evitar el desahorro. Pequeños esfuerzos. Profundas discusiones. Como muchos de los eufemismos que se han usado a lo largo de la historia reciente de la Argentina, todas las palabras conducen a una sola: Recorte.
En los últimos días este término marcó la delgada línea divisoria entre dos modelos de país. Por un lado quienes proponían un Estado eficiente, con una economía consolidada y en pleno crecimiento, de políticas inclusivas y proyectos de futuro mediante esa inclusión; contra el modelo de las viejas recetas neoliberales aplicadas en nuestro país desde mediados de la década del ´70 de la mano de Fondo Monetario Internacional y que propone como única receta la frialdad de los números, sin tomar en cuenta a las personas que hay detrás de ellos ni sus necesidades más básicas.
En un rincón los defensores del modelo económico instaurado en 2003 que sigue dando frutos tanto a los grandes empresarios como a los viejos olvidados y expulsados del sistema, que tomó como impulso (no sin errores en su proceso de avance) la inclusión como política de crecimiento y la participación en el mercado como forma de seguir dándole impulso al proceso económico y lograr así que el ciclo se retroalimentara. En el otro la siempre advertencia de no gastar las arcas públicas, desacelerar la economía y tratar de reducir al Estado a su mínima expresión.
La realidad del tratamiento del 82% móvil para los jubilados desenmascaró una de las realidades más crudas que vive el país y que va mucho más allá del encono que pueda tener la oposición ante el gobierno. Aquí se pueden ver ideologías en su punto más puro, si se rasca un poco la superficie de enojos y discursos un tanto efervescentes.
Desde las declaraciones del Vicepresidente Julio Cobos, al pedir una “profunda discusión” para saber de dónde se sacarán los fondos (entre 28 y 40 mil millones según distintas estimaciones) o las del radical Gerardo Morales al deslizar que si no se pagara la Asignación Universal por Hijo, se ganaría gran parte del dinero para el incremento a jubilaciones y pensiones. También se ha escuchado en tono de acusación que si el dinero de la Anses solo se usara para pagar jubilaciones, alcanzaría. Es decir que todas las voces llegan al mismo lugar, recortar partidas que ya existen, sacar de un lugar para poner en otro sin mirar más allá. Algo así como echar mano de un bolsillo para rellenar otro, aunque este se quede vacío.
Algo distinto plantea hoy la administración de la Anses, que invierte parte de su dinero y el tan mentado Fondo de Sustentabilidad creado con el dinero y los valores que llegaron con la estatización de las AFJP para fomentar la industria. Y el cálculo es sencillo: a mayor inversión en la industria, más puestos de trabajo que se crean. A mayor cantidad de nuevos puestos laborales, mayor cantidad de aportes y así, a mayor cantidad de aportes el sistema provisional tiene mayor capacidad de autofinanciarse y poder afrontar los beneficios para una población que tiene cada día mayor expectativa de vida y mayor tiempo percibiendo jubilaciones y pensiones. Por otro lado, la Anses no sólo se financia con los aportes de los trabajadores en actividad, recibe también partidas del cobro del IVA o del impuesto a las ganancias, entre otros. Por lo tanto, en este caso, a mayor inversión, mayor cantidad de aportes, mayor consumo y mayor demanda. La rueda económica gira y se retroalimenta.
No parece necesario caer en la vieja polémica de decir que estos mismos legisladores que hoy votan el 82% móvil fueron los que le sacaron el 13% a los jubilados en 2001. Pero la ideologización de estos hombres y mujeres para buscar soluciones lleva a pensar que su aprendizaje político remite más a los años del reinado del FMI que a la búsqueda de soluciones más mundanas y fuera de los libros que coquetean con el neoliberalismo. La comparación con la política económica que se instauró en 2003 (para se más exactos mediados de 2002) no da mucho espacio a discusiones. La propuesta de un Estado que da superávit, que produce gasto público como política de crecimiento y que puede hacer frente a compromisos internacionales para adquirir previsibilidad en el mundo y atraer inversiones, no deja demasiadas dudas a nivel económico.
Es por eso que la disyuntiva de hoy entre estos dos modelos económicos no debería dejar lugar a dudas. En esta época donde la verdadera información escasea, se hace necesario abstraerse un poco de los medios y ponerse a pensar cómo estábamos hace 9 años y cómo estamos ahora. Tal vez ese sea el mejor ejercicio.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La muerte de la verdad


Todo cambio social trae aparejado un sinnúmero de resistencias de los integrantes de una sociedad. El estadío de transición entre uno y otro eslabón del devenir cultural puede acarrear un período de confusión y reacomodamiento. Puntualmente durante esa transición conviven factores antiguos y nuevos que se reacomodan mutuamente para llegar a la refuncionalización final que da comienzo a una nueva era. Se puede inferir entonces que este proceso es infinito y que el final de una etapa implica el principio de otra y que pueden llegar a darse gran cantidad de ellas al mismo tiempo.
En el mundo en general y en Argentina en particular uno de esos procesos de cambio en la sociedad es hoy noticia cotidiana, pero no está tomada en toda su dimensión. Estamos hablando ni más ni menos que de los medios de comunicación y su inserción en la cultura como factores de producción de verdad. Aunque ya muy remanida la discusión desde los años `70, es hoy donde se hace carne en las sociedad lo que muchos autores hablan como la muerte de la realidad en manos de los medios de comunicación.
Una de las principales características de los `90, más allá de la multiplicación de los medios de comunicación de la mano de las nuevas tecnologías; es que las empresas periodísticas sufrieron una seria transformación a nivel mundial gracias a las nuevas estrategias de marketing y la fusión empresarial a la que no fueron ajenos los mass media. Este nuevo mapa mediático (tomando la palabra en su verdadero significado) trajo una nueva forma de ver, producir y analizar diarios, televisión, radios y nuevos medios como internet.
La libertad de prensa comenzó a darle lugar a la libertad de empresa y periodistas que tenían una cierta autonomía de su medio y podían ejercer su opinión desde ese soporte, se empezaron a alinear a la opinión corporativa de la empresa medial y dejaron un poco de lado una cierta libertad para opinar en su seno. Esta conducta implica del lado del lector/oyente/espectador una cambio de hábito para informarse y obtener la suficiente información que antes podía obtener en ese único medio electo en exclusividad y favoritismo.
Entonces la verdad o la realidad de cada uno de los medios se mercantiliza y comienza a ofrecerse en el mercado en una espiral de consumo que lo asemeja más a un producto para lavar ropa que un medio para informarse y tomar decisiones en el trajinar de la vida social. Pero, de esa manera, la realidad para un habitante comienza a ser construida desde el medio elegido para informarse y puede distanciar a la propia persona de la realidad como ente primordial del reflejo de lo que ocurre o acontece en una sociedad. Y si se comienza a hilar más fino, la sociedad puede ser plausible de manipulación por parte de estas empresas periodísticas llegado el caso que esto ocurra.
Por lo tanto es menester, en esta sociedad moderna, tomar nota de los cambios que se producen y ejercer nuevas formas de obtener información para vivir en sociedad. Es decir que para hacerse cargo de esta nueva noción de realidad es indispensable tomar en cuenta el medio que uno elije y el bagaje que la empresa periodística le imprime al producto, sin descartar poder tener acceso a distintos productos de distintas empresas para poder ejercer un resumen crítico y obtener una visión propia de lo real o vulgarmente conocido como “lo que pasa”.
Ahora, ¿está preparado el hombre de hoy en día para tomarse semejante trabajo? Lamentablemente no hay una respuesta precisa pero sí varios indicios. En primer lugar el acceso a distintos medios de información gracias a internet y la digitalización de todos los soportes mediales amplía el abanico, aunque dicho acceso no es todavía todo lo masivo que puede llegar a ser con respecto a sus competidores tradicionales. Por otro lado sigue existiendo una fidelización a un medio, ya sea por historias compartidas, por afecto hacia los periodistas o por simple acostumbramiento del espectador/lector para abstraerse de sus sentimientos y abordar la información con espíritu crítico.
De igual manera, por moda u otro tipo de presión cultural, muchos de los medios de comunicación están fomentando la visión crítica. Aunque todavía la sociedad está en la transición y mucho queda por trajinar para llegar a ese nuevo estadío. Mientras la realidad pueda estar de un lado u otro, o en ningún lado.

miércoles, 28 de julio de 2010

La falacia de la nueva política


Cuando el recuerdo fresco de los acontecimientos del 20 y 21 de diciembre arreciaba todavía la memoria de cada uno de los argentinos, muchos hombres comenzaban a asomar sus caras al fuero de lo político bajo un lema que hoy ya suena vetusto: La nueva política.
A la vieja imagen del hombre fuerte que había desarrollado toda su formación política dentro de la militancia de alguno de los partidos políticos, en ese momento caídos en desgracia, se le opuso un nuevo modelo de representante del pueblo venido de las altas cumbres empresariales, hombres exitosos que llegaban a la política con un modelo que en todo momento se integraban de la palabra eficiencia. Con modales fuera de lo común en los escenarios vernáculos, carisma, sonrisas y bastante desparpajo a la hora de hablar de un proyecto a presentar. De política, poco y nada. La imagen reinaba por sobre todas las cosas a la hora de ejercer el acto del sufragio.
Pero como en todos los casos existen viejos refranes que lo explican todo: “Cuidado con lo que deseas porque puede convertirse en realidad”. Y en el momento de mostrar en cargos ejecutivos o legislativos toda la honestidad, los proyectos y la eficiencia que traían de sus exitosísimas empresas, se encontraron con sus miserias y su falta de preparación para la función pública. El Estado no es una empresa, maneja otras posturas ideológicas, no todo lo que se emprende está destinado a dar ganancias y no todas las inversiones deben dar algún tipo de rédito monetario. De hecho todo lo contrario, la existencia de la obligación de la contención social, la facultad de tener que mediar entre la propiedad privada y la propiedad común, la necesidad de brindar de manera solidaria salud y educación a cualquier persona que se encuentre en su distrito, sea de donde sea, son responsabilidades inherentes al Estado.
También la participación de esta nueva generación de empresarios-políticos en el Poder Legislativo ha mostrado una nueva forma de hacer política. Desde los albores de la República quien tenía el honor de ser electo para integrar las filas del Congreso Nacional era portador de la obligación de presenciar y votar las sesiones de las leyes en el recinto como representante de quienes los habían votado. Aunque suene casi una definición para un niño de 6 años, ejercer la función de diputado o senador desde los medios y tener menos de un 30% de asistencia al recinto no es precisamente ser el portador de la representación de un grupo de votantes.
La capacidad de tener mucho poder concentrado en una empresa también puede hacer nublar la mente desde la función pública. Por un lado se debe tener en cuenta que un político brinda un servicio a la sociedad y no se sirve de ella. Y por el otro, un nuevo refrán (hoy estamos refraneros) dice: “Un hombre poderoso se asemeja al hombre que mira desde el pico de la montaña más alta: desde la altura ve a los hombres que están abajo muy pequeños, y los de abajo lo ven muy pequeño a él”. Creer que quien detenta el poder (ocasional porque el duradero lo tiene el pueblo) puede realizar cualquier tipo de maniobra sin rendirle cuentas a nadie es una visión un tanto autista y responde más a un niño caprichoso que quiere un juguete que a un representante del pueblo.
Lo que finalmente trajo el 2001 fue una renovación de algunas maneras y formas de detentar el poder y la representatividad. La participación popular comenzó a ser saludablemente más activa y los políticos tuvieron que enfrentarse a esa particular conducta que se llama “rendir cuentas de sus acciones”. Como todo emergente de la conducta social también tuvo sus desviaciones como el caso de los nuevos empresarios que se llamaron representantes de la nueva política. Ellos, criados en el autismo social de los `90, también deberán hacerlo. Aunque uno siempre puede preguntarse qué hubiera pasado con estos hombres en el poder 20 años atrás.

lunes, 19 de julio de 2010

Leyes, usos y costumbres


La ley del matrimonio igualitario ya es una realidad. Mucha agua pudo correr bajo el puente de palabras tan fundamentales para la sociedad argentina como familia, matrimonio, amor y tolerancia. También hemos asistido a un sinnúmero de actores sociales que no tienen mucho que ver con una discusión sobre la igualación de derechos de habitantes de una nación más allá de su elección sexual. Iglesia, entidades de protección de la familia u otros representantes que dicen proteger los intereses infantiles, no parecen tener directa relación con el tema que se trató. Pero como todo tiene siempre que ver con todo y el periodismo es en alguna forma servicio, pero han hecho cargo a la sociedad de muchos, demasiados, juicios de valor que al parecer pueden tener sentido aunque no sea así en lo absoluto.
Una de los primeros grandes miedos que a priori dicen tener algunos de los discutibles líderes de opinión que pulularon por los medios en los últimos días implica que la familia va a dejar de serlo influidos por esa especie de plaga como denominan a la homosexualidad. Bien, este tema trae muchas aristas en su viaje de los miedos injustificados hacia la realidad. En primer término, se está hablando de un estadío a futuro que no es tal ya que muchas familias constituidas con dos padres o dos madres ya existen y estaban acéfalas de legislación en el caso de quien tuviera la patria potestad del menor, el otro padre o madre no tendría ningún derecho legal sobre el niño que, legislación hasta el miércoles mediante, debería ir a un instituto de menores y esperar una nueva adopción. Es decir que la ley de matrimonio igualitario vino a mejorar un vacío legal.
Otro de los miedos implementados versa alrededor de posibles desviaciones sexuales de los menores hijos de un matrimonio integrados por personas del mismo sexo. Aunque no hay demasiados estudios realizados (por qué debería de haberlos) muestran que las únicas diferencias entre niños criados por parejas heterosexuales y homosexuales se da a favor de los segundos por su mejor relación con niños más pequeños que ellos. Y si se tiene en cuenta que todos los hombres y mujeres que sienten atracción por personas del mismo sexo se han criado en su casi totalidad en familias de personas heterosexuales, no se puede pretender que haya un mayor porcentaje de hijos inclinados hacia la homosexualidad por tener padres o madres de esa condición. Que quede claro, la homosexualidad es una inclinación natural y de sentimientos hacia personas del mismo sexo, es decir que se siente y no es posible ser educado para ello. Muchos padres de hijos gays que no les gusta que sus hijos sientan eso, lo pueden atestiguar.
Hay, también, miedos con los que se intentó convencer a la población de no apoyar esta nueva ley y tienen que ver con la vida y la participación de los chicos en la sociedad. En primer lugar, y aunque cualquier padre quiera evitarlo, la crueldad de los chicos cuando interactúan en la escuela, club, barrio u otro escenario es inevitable y es también parte del aprendizaje social de todos. Ahora, cuál es la mejor forma de que esos chicos dejen de sufrir discriminación por pertenecer a un grupo social minoritario es simplemente eso, sentar las normas desde el Estado para que estas situaciones sean cada día más comunes y la sociedad crezca en educación y tolerancia de la mano de las Instituciones. Que quede claro, si algún niño discrimina es problema suyo y de su familia, no del discriminado.
Y por último, la iglesia, que llamó a una guerra de Dios contra una ley que permite algo que para ellos es antinatural, aunque nadie los obligue a casar por iglesia a personas del mismo sexo, sino que solo aplica al Código Civil que se separó de la Iglesia hace ya 130 años. Tan luego una Iglesia de la cual el propio Papa habló hace pocos meses del grave problema que tiene con los sacerdotes pedófilos. La pedofilia aplica tanto, al parecer, a curas, padres y madres heterosexuales como homosexuales; es decir que si alguien es perverso o pedófilo, no tiene que ver con su orientación sexual sino con una enfermedad. Los enfermos son ellos.
La banda de rock más revolucionaria del mundo cantó haya por finales de los ’60: “Todo lo que necesitas es amor”. Y de eso se trata, de proteger y bañar con la protectora vara del derecho y la ley cualquiera de las manifestaciones de ese amor. Estar o no de acuerdo no es el problema, sino darse cuenta que existe el otro, ponerse en su lugar y tratar de comprenderlo, no prejuzgarlo, discriminarlo o estereotiparlo. Y de esa manera convertir una ley en un uso y costumbre que ayudará a madurar a nuestra sociedad.

sábado, 26 de junio de 2010

Fútbol


¿Qué es el fútbol?¿Cuál es su verdadera esencia?¿La del jugador que da la vida por su camiseta o la del empresario que llena sus bolsillos y toma a esa persona como una mercancía más?¿Dónde encontrar la génesis y los valores que llevan a este simple deporte a no conocer de fronteras y erigirse como el más importante del planeta Tierra?
Es raro encontrar un deporte cuyas raíces no hayan nacido en las clases altas, que tenían el suficiente tiempo de ocio dentro de sus tareas de subsistencia para poder generar algún tipo de aporte a la cultura desde las actividades físicas. El fútbol no fue la excepción y nació dentro de la aristocracia inglesa, puntualmente dentro de las escuelas privadas de primer nivel en el apogeo de la post revolución industrial y el ingreso al imperialismo que acompañaría a la corona británica durante el siguiente siglo. Lo raro de este deporte es la forma en que fue tomado por las clases populares y practicado hasta el hartazgo, de tal manera, que los países claramente emergentes fueron quienes rápidamente dominaron su práctica y relegaron del favoritismo a quienes lo inventaron o le dieron un marco normativo.
Esa es una de las primeras características salientes del fútbol a nivel mundial, ya sea por la facilidad de cobijar a 22 personas con una sola pelota o por la practicidad de poder improvisar un arco con dos remeras, los países que se conocen como poderosos en el deporte no coinciden para nada con las naciones más poderosas del mundo. Los Estados Unidos están dando sus primeros pasos y siguen siendo un participante menor del fútbol mundial, Inglaterra navega en su propia mediocridad hace años, las grandes naciones europeas (a excepción de Alemania) no logran mantenerse en la cima del mundo y pagan su falta de continuidad con decepciones casi pegadas a algún campeonato y los poderosos países asiáticos siguen en deuda si en algún momento fueron promesa. Distintos son los casos de las naciones emergentes, sobre todo de Sudamérica (claramente encabezados por Argentina y Brasil) y la promesa que crece lentamente pero sin pausa en las entrañas de África. El fútbol propicia esa dulce venganza contra quienes han manejado hasta hoy los hilos del mundo.
La pasión popular es la clave de países como el nuestro, que ven en el fútbol un reflejo de su forma de vivir. No en la remanida frase de “se juega como se vive”, sino en un aspecto mucho más profundo. En realidad se juega como se puede, no importa la forma y mirando solamente el objetivo; la Argentina hace rato que se volvió resultadista en la vida y se olvidó del cómo se hacen las cosas. “El fin justifica los medios” es claramente el paralelo a “ganar es lo más importante”. Aunque, nobleza obliga, se puede encontrar un cambio viendo al equipo de Maradona en el mundial y la alegría que el pueblo comienza a mostrar en la calle hace que una embrionaria esperanza comience a teñir el destino cercano del país.
Por lo tanto, la pasión y la alegría son características fundamentales para encarar tanto una contienda deportiva como la vida de un país. Que no le quiten la alegría al pueblo es la idea fundamental del progreso de una nación. Un pueblo feliz hace que sea más proclive a la unidad, que sea más proclive a la unidad hace que sea mucho menos vulnerable y la falta de vulnerabilidad lo erige como un pueblo que se hace cargo de su historia y sus costumbres para darle pelea al futuro con muchas y mejores armas.
Entonces volvamos al principio ¿qué es el fútbol? El fútbol sigue siendo el barrio, los amigos que forjaron nuestra infancia, las primeras competencias, las primeras peleas o las desilusiones. El fútbol sigue siendo mi viejo que ya no está, las tardes compartidas en la cancha, los partidos de los mundiales pegados a la tele, los eternos abrazos ante cada gol del equipo de nuestros amores y la eterna discusión de distintas generaciones que veían y sentían el fútbol de manera muy distinta. También el fútbol significa las primeras ilusiones truncadas de querer ser jugador, las maratónicas tardes en las canchas del ascenso cuando daba mis primeros pasos como periodista, la emoción hasta el llanto de aquel gol de Burruchaga que nos hizo campeones del mundo o la inmensa felicidad de decirle a mis hijos que yo pude estar varias veces en una chancha viendo en vivo a Diego Maradona. Todas esas cosas rodean al fútbol y hacen que no importe ni el negocio, ni el dinero ni nada. Pero su esencia está muy lejos de todo eso y no se aloja ni en las teorías, ni en el análisis, ni en la política; lo que hace realmente grande al fútbol descansa los sentimientos.

lunes, 7 de junio de 2010

El día después


Nunca estuve seguro de qué mérito encierra que una profesión tenga su día. Tal vez su participación en el devenir de la historia o la figura que engloba un representante ilustre de la ocupación; o simplemente un espacio más a llenar en los calendarios para mover la aguja del comercio vernáculo. En fin, demasiadas pueden ser las causas para que una fecha en el año esté dedicada a quienes se dedican a algún tipo de actividad, aunque sus orígenes pueden dar una cabal muestra de la génesis y el desarrollo de esa profesión.
Explorar los acontecimientos que dieron comienzo al día del Periodista nos llevan al 7 de Junio de 1810, a la primera edición del diario La Gazeta de Buenos Ayres (tal cual era su nombre) y a la actividad de su fundador: Mariano Moreno. Dicho medio fue aprobado gracias a un decreto por la Primera Junta de Gobierno para poder difundir las actividades de gobierno y así formar una conciencia ante los intentos de desestabilización realista. Aunque no haya sido el primer medio periodístico creado en Buenos Aires (recordar el Telégrafo Mercantil 9 años antes) ni Mariano Moreno sea un gran ejemplo del periodismo, o no solo esa actividad de uno de los hombres más importantes de nuestra historia; esa imagen quedó plasmada en el transcurso de los años como algo instalado.
La situación socioeconómica de 1810 distaba bastante con la de hoy en día, la Junta de gobierno venía a modificar la instauración de un sistema económico colonialista que le daba la exclusividad a España y penaba el comercio con otros países. Ante la pérdida de este negocio, la madre patria comienza un plan de ataque hacia el otrora Virreinato del Río de la Plata que no se quedó en maniobras de guerra directa, sino otra batería de maniobras de inteligencia que intentaban magnificar conflictos de la población con el nuevo gobierno. Es decir que los medios de comunicación en Argentina no tuvieron el comienzo inmaculado de la búsqueda de la verdad, sino que fueron una herramienta de gestión política y manejo de poder.
En el aniversario número 200 (por no decir Bicentenario) de aquel fundacional periódico, los periodistas argentinos seguimos bajo la disyuntiva de buscar la verdad o seguir siendo rehenes de los poderes de turno. Tal vez ya no sea tan visible uno u otro bando, pero los grandes monopolios informativos siguen tratando de imponer una visión de la realidad (claramente la más proclive a sus intereses) contra otras visiones que, nobleza obliga decirlo, tratan de mirar la situación del país con una mirada que viborea entre la búsqueda de la realidad y la necesidad de diferenciación de los conglomerados mediáticos. En la suerte de campo de batalla que se produce cuando ambos emisores toman estado público, unos son tildados de mercenarios y los otros de proclives a intereses gubernamentales. Y aunque haya una mayor concentración de un lado por lo que su llegada a la población sea mucho mayor; la existencia de este pequeño grupo emergente que contradice su visión del mundo, hace que la pluralidad esté garantizada. Imperfecta pero garantizada.
Por el otro lado llega la Ley de Medios, muy discutida fuera del mundo del periodismo y las corporaciones económicas a las que no beneficia, y absolutamente abalada por quienes ejercemos esta profesión sin presiones corporativas y multimediales. Más allá de las quejas de quienes hoy se encuentran fuera de la ley, esta nueva ley de la democracia (de más está decir que la anterior fue decretada por la última dictadura militar) se presenta como una bocanada de aire fresco para los periodistas que buscan ejercer su vocación con los valores que ella representa y muchos de los que hoy no tienen trabajo por estar excluidos de los grandes monopolios que manejan tanto los contenidos como las condiciones de contratación.
Es verdad que no es un Día del Periodista más, el año 201 del periodismo argentino deberá ser el año en el que la profesión dio el paso fundacional hacia la libertad de expresión bien entendida y de la liberación del monopolio de la palabra y de la construcción de realidad. De todos nosotros depende que este deseo se convierta en realidad.

lunes, 17 de mayo de 2010

Una receta contra la inseguridad


Muchas veces quienes no estamos a favor de atacar los problemas estructurales de una nación con represión o violencia, hemos machacado una y mil veces el camino para mejorar una situación que no conoce de recetas mágicas y que, como todo lo que vale y dura, lleva un tiempo cambiarlo. Pero también muchas veces esas verdades chocaban de frente y a velocidad con las urgencias o el oportunismo de quienes deben representar a quienes los votan. Es, tal vez, necesario un baño de verdad para que las ideas permitan que el cielo aclare y se pueda vislumbrar un poco mejor el indicador de llegada al final de ese largo camino. Hoy parece ser que somos testigos de cómo aclara el cielo.
En épocas donde comienzan a caer las viejas ideas sobre el progreso y el neoliberalismo como única política de progreso y bienestar, la realidad nos sigue demostrando algo distinto. Cuando los avatares de la crisis económica y social que sufrió la Argentina comenzaron a menguar, una de las más graves consecuencias que nos dejó el profundo empobrecimiento de la población fue el supuesto crecimiento (en algunos casos magnificación) de la inseguridad. Muchos fueron los personajes que eligieron saltar a la fama como los adalides de la seguridad y propusieron recetas que proponían nada más (y nada menos) que mayor represión para estos hechos, mayor población en las cárceles y mayores alternativas para florearse en cualquier medio mientras ingresaban a un acusado de robo en un patrullero.
De nada parecía servir la incesante prédica que otros preferíamos hacer desde otros medios, diciendo que el problema era de fondo y no a corto plazo. Que al disminuir la brecha entre los que más y menos tienen, sumado a una lucha fuerte contra la pobreza y la indigencia; la inseguridad se reduciría por el propio peso de la situación económica. Nadie pecaba de permisivo ni nada por el estilo, simplemente se pedía hacer cumplir la ley, pero desde un Estado que ofreciera alternativas para quienes se encontraban fuera del sistema y usar como herramienta de esa inclusión la educación, sobre todo en los sectores más vulnerables.
Hace pocos días, un estudio realizado por el Conicet hizo un muestreo de cómo impactó la Asignación Universal por Hijo en los sectores menos protegidos de la Argentina. Y vale en esto marcar algunos pequeños datos como que la indigencia bajó entre un 68 y un 54% sobre todo en las provincias del norte de nuestro país, tanto así como quienes se encontraban bajo la línea de pobreza y lograron trasvasarla entre un 32 y un 13% dependiendo de los índices tomados para el estudio. Solo tomando los límites más bajos de estos porcentajes, el nivel de acortamiento de la brecha entre los que más y menos dinero poseen se acortó de una manera escandalosa.
Más allá de estos datos, que no tienen que ver con el nudo de esta argumentación, los 3.677.409 chicos que en Mayo van a recibir la Asignación Universal por hijo con la sola contrapartida de ir a la escuela y hacerse estudios médicos que tienen que ver con el mismo sistema educativo, van a contar con mayor cantidad de herramientas en el futuro para poder elegir y vivir mejor que sus padres, y lograr la dignidad con más y mejores armas. El crecimiento de la matriculación escolar en un 25% hace vislumbrar una esperanza de un horizonte con mayores oportunidades. Porque un chico que come sus comidas, va a la escuela y recibe los valores de una familia en la que se generó un bienestar con este ingreso y confiará en un Estado que lo protege y le da sustento desde su papel fundamental.
La medida que también fue la responsable de una reactivación del mercado interno demuestra cómo las recetas neoliberales no son la solución para las economías acorraladas por sus propias recetas, que reactivar y ejercer seguridad social pueden ir de la mano y que el gasto público puede convertirse en inversión pública como en este caso. La mejor inversión que un Estado puede hacer para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, y para mejorar aquella inseguridad que tanta represión pidió en aquellos primeros años de la década. Esta será la mejor receta contra la inseguridad.

martes, 20 de abril de 2010

Algunas consideraciones sobre la teoría de los dos demonios


En estos días donde volvió a boca de todos, el pasado más violento y sangriento de nuestro país, las heridas que parecían cerradas no siempre muestran su sanación. Por más que el objetivo del recuerdo estuviera fuertemente cumplido (la memoria y el pedido de verdad y justicia estuvo en boca de todos) algunas voces que en otros tiempos preferían el silencio y la ignorancia a estas movilizaciones de una parte de la Nación, se hicieron escuchar.
La idea de la teoría de los dos demonios vuelve una y otra vez para quienes no están de acuerdo con el pedido de justicia ante 30.000 personas que perdieron la vida a manos de un Estado Nacional (viciado de nulidad por ilegítimo, pero Estado al fin).
Frases como “esta es la memoria de una sola mitad” o “también murieron muchos del otro bando”, incluso “¿nadie habla de las víctimas de la guerrilla?”. Todas expresiones cargadas de ideología aunque disfrazadas de clamor de justicia; pero también de un facilismo demasiado evidente ante los hechos que surcaron nuestra historia en los años ´70. Es menester hacer un planteo superador de esa hipótesis que se impuso en los albores del gobierno radical de Raúl Alfonsín.
En principio, para que hubiera realmente una visión de “dos demonios”, se debería partir de un plano de igualdad. Y justamente no se puede hablar de dos bandos cuando uno de ellos tiene que ver con un Estado Nacional. Esta especie de Ejecutivo usurpado por los Fuerzas Armadas tiene la totalidad del Aparato Represivo del Estado, es decir que tiene las armas, los tanques, los aviones, los patrulleros y los grupos de Fuerzas Armadas, justo con las instalaciones preparadas para el ejercicio de la represión en un país (represión en el término positivo, al servicio de la continuidad de las normas vigentes en una sociedad).
Otro punto es el uso que un Estado le da a ese aparato con el que cuenta. Usarlo en la más clara vigencia de la ley y respetando cada uno de los pasos que esto implica, chocó en épocas de dictadura militar con la utilización totalmente ilegal y hasta macabro de dicha disponibilidad de estructura. Las torturas, los secuestros, el ensañamiento, las violaciones graves a los Derechos Humanos y los asesinatos han hecho que esta etapa de la historia sea la más sangrienta de la historia.
“Bueno –diría alguno de los cultores de los “Dos demonios”-todo lo que hizo la dictadura me parece aberrante, pero muchos inocentes perdieron la vida en atentados de las guerrillas”. Un punto indiscutible para seguir con la corriente del “algo habrán hecho”, pero no estamos hablando aquí de acciones delictivas con las que nadie está de acuerdo y que obviamente deben recibir todo el peso de la ley. La cuestión va un poco más allá, sería muy fácil decir que los 30.000 desaparecidos tenían participación directa en los atentados perpetrados por las organizaciones guerrilleras y que esto no obedece a un plan de exterminación que fue mucho más allá de castigar culpables y se encargó de hacer desaparecer a una generación más con tintes ideológicos que de otro tipo. Pero sería no obedecer a un contexto mundial que imperaba en los ´70; Estados Unidos apoyaba cualquier aventura que tratara de cortar el avance comunista (o lo que ellos creían comunista) en cualquier parte del mundo. A veces de la manera más absurda.
También es correcto recordar que, muchos de los integrantes de organizaciones guerrilleras fueron juzgados en democracia y se vieron beneficiados por los indultos de Carlos Menem en 1989. Es decir que las condenas a quienes infringieron la ley fueron firmes y no fue que alegremente nunca fueron imputados.
En estos tiempos en los que los medios de comunicación sufren una constante supervisión sobre sus ideologías e ideales, conviene sentarse a pensar sobre este tipo de cosas y no optar por la explicación más fácil de repetir. Si una porción de la sociedad pide la otra mitad de la historia, basta con que relean los diarios de aquella época que daban cuenta de una versión que no tenía que ver demasiado con la realidad. Cualquier semejanza con los medios de hoy es pura coincidencia.

lunes, 8 de marzo de 2010

Oposición


Hacia finales de 1988, la aerolínea SAS (Scandinavian Airlines System) le había acercado al gobierno radical de ese entonces una propuesta para hacerse socia de Aerolíneas Argentinas y así poder explotar de manera conjunta las rutas complementarias que cada empresa poseía. Con esa fusión, ambas líneas aéreas se convertirían en uno de los competidores más importantes del mundo en el mercado. Sin embargo esta unión comercial no se pudo llevar a cabo porque los legisladores del peronismo que tenían mayoría en ambas cámaras dieron marcha atrás al proyecto de un gobierno que ya se retiraba y no tenía fortaleza para empujar esta reforma. Tiempo después, un gobierno del mismo signo de estos legisladores, entregaba la empresa al grupo Iberia que terminaría por vaciar nuestra aerolínea de bandera. Lejos de contrariarse con el revés legislativo, los hombres de SAS siguieron camino a Chile, que si bien no tenía una línea aérea del tenor de Aerolíneas Argentinas, con el tiempo se convirtió en LAN, uno de los líderes del mercado latinoamericano de aviación.
No es difícil, al mirar hacia atrás, diagnosticar que la venta de Aerolíneas no fue un buen negocio y que si los legisladores que estaban presentes en ese Congreso de 1988 hubieran tenido un poco de visión de futuro y hubieran realmente escuchado al Ejecutivo de ese entonces, tal vez la historia habría sido distinta. En lugar de ello, sobrevoló el fantasma de no darle ninguna ley al gobierno nacional porque en las elecciones de 1987 el peronismo obtuvo mayoría y se la haría sentir hasta el último día de administración radical.
Poco más de 20 años después y siguiendo el principio de que la política es pendular, la punta del cincel nos vuelve a poner en la misma situación. La oposición al gobierno vuelve a tomar las riendas de una Cámara en busca de revocar y controlar las medidas del Gobierno Nacional, más que tratar de cogobernar y llevar nuevas y buenas ideas adelante o mejorar las que provengan del Ejecutivo.
El escenario de los últimos días se ha tornado un poco turbio, sea tanto desde la representación de los senadores como de las distancias ideológicas. Vayamos por partes. Los senadores representan en números iguales a las provincias (la población en cantidad de habitantes es representada por los diputados) y nace de esos votos el mandato que deberían llevar al recinto. Y es este mandato popular el que ata sus actitudes a ciertos comportamientos esperables al emitir el sufragio y por ciertos otros que no deberían producir. Por lo tanto, es aquí donde las cosas comienzan a volverse difusas, ya que los votantes del radicalismo o la Coalición Cívica y hasta los socialistas no deben estar demasiado satisfechos cuando sus representantes traban acuerdos y alianzas legislativas con hombres del peronismo disidente como Carlos Menem, que se erigen como alter egos ideológicos de estos partidos. Entonces, se hace muy probable que la yunta que se generó en la oposición no solo carezca de futuro por problemas de visión política sino que no sea muy bien visto por los propios representados mediante el sufragio.
Por otro lado, la oposición unificada debe mostrar al público en general la cautela suficiente para no denotar claramente sus ansias de debatir e intentar cambiar leyes que fueron sancionadas por el viejo Congreso (su vieja composición) como la Ley de Medios, porque puede también jugarles una mala pasada de cara a la sociedad. Mientras tanto, ya la jugada de no prestar conformidad al nombramiento de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central y el tratamiento del Fondo de Desendeudamiento, ya parecen no mostrarlos como engranajes del sistema democrático sino como personas que se oponen al Gobierno Nacional con otros intereses.
Dentro del mismo palacio, la Cámara de Diputados sí se muestra, a priori, a favor del Poder Ejecutivo si se toman las bancadas que se muestran proclives ideológicamente con el Gobierno. Este estado de las cosas mostraría dos panoramas muy distintos para 2010 pero no menos interesantes. Por un lado, de seguir unida la oposición en el Senado, el tratamiento de las leyes que envíe el Poder Ejecutivo tendrán un tratamiento dispar entre las Cámaras y muy probablemente deberán hacer más de un viaje para quedar sancionadas. Por el otro, si la oposición decanta por ideología y estalla el acuerdo que pudieron armar, no solo el tratamiento legislativo sino el camino a la reelección en 2011 quedarán allanados para el oficialismo. Todas las vistas están depositadas en el Legislativo, que hoy por hoy guarda gran parte del futuro político del país.

martes, 16 de febrero de 2010

El temporal y el caos


Desde muy chicos, películas extranjeras mediante, la ciudad siempre fue sinónimo de seguridad antes las inclemencias de la madre naturaleza que se daban en los lugares agrestes o faltos de asfalto. Arenas movedizas, inundaciones, los animales más salvajes o la escala de supervivencia eran algunos de los peligros que podían acecharnos como consecuencia del accionar de la naturaleza en lugares donde no tuviera la intervención humana. Aunque no siempre resulta de esa manera en la Ciudad de Buenos Aires.
Como si fuera una de las aventuras que solía leer en mi habitación antes de dormir, todo comenzó el lunes a la tarde cuando a punto de salir de mi casa traté de contactar a la persona con la que tenía que encontrarme y noté que el teléfono no tenía tono. Con la rareza de la situación y ante mi sorpresa, apenas salgo a la puerta con celular en mano, una vecina me confirma que mis problemas no eran solo míos: todo el edificio se encontraba incomunicado mediante telefonía de red. Bendita sea la red celular, con señal limitada como siempre que está nublado, pero con variantes como el mensaje de texto.
La calle estaba más oscura que de costumbre ya que el cielo se veía adornado por una cortina negra. La cosa podría ser peor, pensé y emprendí mi caminata hacia la parada del colectivo. Cuando el transporte público se divisaba en el horizonte, el cielo no aguantó más y empezó a castigar con furia en forma de gotas pesadas y fuertes. Tardía fue la llegada del bondi que ya nos encontró a todos los que formábamos fila con varios centímetros cúbicos pesando de nuestra ropa, aunque agradecidos de estar a resguardo de semejante temporal.
Por esas casualidades del destino, el colectivo dobla por la cuadra de mi casa y sigue rumbo hacia Villa del Parque. Y digo que es casualidad porque justo cuando estaba por mitad de cuadra pude asistir al apagón de la manzana completa. Claramente la tarde se empezaba a poner oscura para mí.
El viaje transcurría en total normalidad, hasta empecé a sentir que la furia del cielo empezaba a bajar en densidad y que al destino no iba a sufrir tanto como pensaba. Pero nada de eso pasa cuando todo lo que puede salir mal, sale mal. Lo cierto es que llegando a la avenida Juan B. Justo, el arroyo Maldonado (entubado bajo dicha avenida) me jugó una mala pasada y la cantidad de agua superaba largamente el metro de altura. La reunión sería para otro día. Una vez cruzado el río como en un rally urbano, combinación de colectivos mediante, se ungió un nuevo destino en mi porvenir, la casa de mi vieja donde me esperaban mi mujer y mi hija. Tal mal no me puede ir, pensé, si ellas me esperan allá.
Mientras miraba cómo pasaba nuevamente el Juan B. Justo Trophy y sonreía a la experiencia un tanto tortuosa, me suena el celular con la cara de mi esposa. Respondí con ganas y el pasaje de alegría a desazón fue tan rápido como la noticia que escuchaban mis oídos. El llamado correspondía a un pedido de velas para la casa de mi vieja, que había sido alcanzada por el apagón. Entré a lo de mi madre con unas velas casi de misa que había conseguido en el supermercado chino, un poco más mojado y sin el mejor de los humores.
La cena transcurrió con tranquilidad, el arroz con pollo rociado con la luz de las velas le dio un toque especial. Mi hija de 7 meses no pensaba lo mismo y se mostraba presa del susto que le propinaba la oscuridad, en forma de un llanto cada vez más fuerte. Es increíble lo dependientes que somos de la electricidad.
Al promediar la medianoche y cuando la lluvia comenzaba a parar, decidimos emprender el viaje de vuelta a nuestra casa. El taxi emprendió su marcha por Muñiz. El bolso de la nena, el coche paragüitas, mi mochila y la cartera de mi mujer llenaban cualquier espacio que solo ocupara el aire. Cruzando Rivadavia el vehículo entraba raudo para encarar el puente bajo nivel a las vías que nos depositaría a pocos minutos de nuestro hogar. Una maniobra llena de reflejos del conductor del taxi nos salvó de entrar derecho a un lago que se había formado en otrora paso bajo nivel. Estuvimos realmente a centímetros de bucear ese espacio que todavía no había advertido Defensa Civil, que hizo su entrada 3 minutos y medio después. Tarde pero seguro.
Llegando nuevamente a casa, con la calle en la más frondosa de las oscuridades, se viene a mi retina una nueva sorpresa. El edificio se había inundado, el paso de las aguas habían dejado un tendal barro, agua y basura. Pasar el palier con mi hija y todo el equipo que eso conlleva, fue una tarea casi imposible. Casi ileso, solo con un poco de barro como lastre, tratamos de calmar a nuestra hija y hacer lo único que se puede hacer una noche sin luz: dormir.
La mañana siguiente, recién levantado y con la felicidad de ver por dónde caminaba, me metí en la ducha de manera casi mecánica. Pero la maquinaria no funcionó como yo lo esperaba, porque cuando accioné la lluvia del duchador, nada cayó. En eso recordé que la alimentación del tanque de agua es eléctrica y que todos mis vecinos ya se habían hecho de su reservorio de agua antes que yo.
El abuso de los productos cosméticos para disimular la falta de baño se habían mezclado dentro de mi ser para hacerme presentable. Cuando doblo la vereda para ir a mi trabajo, me topo con un hermoso utilitario amarillo con una gran letra H en negro que estaba con las balizas puesta en la puerta de la panadería. En ese momento el seño se me entrecerró y todas las experiencias vividas me nublaron la cabeza en forma de furia. Sé cabalmente que tal vez las personas que habitaban esa camioneta no hayan tenido responsabilidad alguna en todo lo que había vivido desde el día anterior. Pero quién me iba a culpar, fue cuestión de segundos para que por lo menos 10 personas hicieran los mismos reproches que yo. Catarsis que le dicen.

viernes, 5 de febrero de 2010

Deuda eterna


Desde aquella solicitud de empréstito por parte del gobierno de Bernardino Rivadavia a la banca Baring Brothers, que significaba el doble de la recaudación fiscal anual, la historia del endeudamiento del Estado Argentino con distinto tipo de acreedores ha resultado una constante a lo largo de la historia.
Y si de esta materia hablamos, este tipo de empréstitos bancarios a naciones con menor grado de desarrollo se remonta a la época de la Revolución Industrial cuando los bancos ingleses empezaron a pensar dónde colocar los excedentes de riqueza que sus nuevos emprendimientos económicos solían acuñar. Y de esta manera, ideó una opción que no sólo haría que ese dinero fuera colocado y volviera con intereses, sino que creó el aceitadísimo sistema de colonización económica donde lograban que esos mismos billetes fueran invertidos en su propia producción industrial, haciendo que el déficit en las balanzas comerciales americanas diera lugar a la necesidad de un nuevo crédito. Así se autofinanció el trazado de la red de ferrocarriles y puertos para que las mismas empresas inglesas pudieran llegar cómodamente a todos los países de Sudamérica, África del Sur y Asia Menor.
Con el advenimiento del siglo XX y la creación de los organismos post Segunda Guerra Mundial, la nueva concepción de créditos para la reconstrucción de Europa y su posterior desarrollo industrial, pusieron al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional como una suerte de padres rectores del flujo de capitales para todo tipo de actividades económica de los Estados del mundo. Consejos económicos, apoyos internacionales e intromisiones en los gobiernos de los países deudores, comenzaron a deformar de a poco el objetivo para el cual estos organismos fueron creados.
En esta vorágine ingresó la embrionaria Argentina desde su época de Provincias Unidas del Río de la Plata, con un breve interregno entre mediados de la década de 1930 y alrededores a 1956, hasta estos últimos días donde el pago de los vencimientos de 2010 ha suscitado un sinnúmero de críticas, apoyos, alusiones al pasado e increíbles intentos de populismo.
Pero aquí se abren dos frentes de conflicto con respecto al pago de los vencimientos de la deuda: su legitimidad por un lado y la forma de pago para este año. Casi con la misma rapidez con la que se presentaron los recursos de amparo para evitar la conformación del Fondo del Bicentenario, muchos miembros de la oposición dijeron que esta sería una excelente ocasión para discutir que tan legítima es la deuda externa que la Argentina está pagando. La demanda viene de años atrás donde la desorganización o la desidia llevaron a los integrantes del rumbo económico argentino de fines de los ´70 y principios de los ´80 a pedir a los propios acreedores la información de cuánto se les debía ya que no había un registro serio de ellas en el Ministerio de Economía. Años después, sistemas computarizados mediante, un funesto megacanje y dos quitas de la deuda, se hace realmente difícil (por no decir imposible) poder plantearle a los grupos acreedores externos la imposibilidad de pagar la deuda por considerarla ilegítima en su composición. No para un país que quiere dar un mensaje de seriedad al exterior y así lograr una baja en las tasas de interés que beneficiará a todos los argentinos.
Con respecto a las forma de pago, caben dos posibilidades que se enrolan para el proyecto: la primera es formar el fondo pecuniario y pagar con reservas de libre disponibilidad del Banco Central que no llegan al 10% del dinero de las arcas; o por el otro lado contraer más deuda para pagar los vencimientos de este año y no sólo mantener la deuda sino pagar más dinero por los intereses que esta generaría (es menester recordar que de esta manera se multiplicó la deuda en los años ´90).
La mejor forma de resolver un problema que se presenta con tantas corrientes desde la dialéctica suele ser explicado como si el interlocutor fuera un niño pequeño. Veamos, si Juancito le debe plata a Pedrito, pero Juancito tiene mucha plata, tanta que puede pagar esa deuda y seguir teniendo plata. Entonces le paga su deuda a Pedrito y sigue su vida con menos deudas y mantiene la amistad de su amiguito, que no dudará en prestarle de nuevo.
En el otro caso Juancito, que tiene plata en su bolsillo, pide a Josecito más plata para pagarle la deuda a Pedrito. Es decir que le queda debiendo a Josecito más plata que la que le debía a Pedrito. Entonces se queda con toda la plata que tenía, pero ahora debe más plata.
A buen entendedor, pocas palabras. ¿Cuál de los dos ejemplos escogería?

domingo, 3 de enero de 2010

La felicidad y la modernidad


La rutina diaria a veces nos toma como autómatas tratando de llegar al objetivo que llamamos vida; aunque algunas veces no tomamos real dimensión de cuántas cosas han cambiado a nuestro alrededor y cómo en tan poco tiempo nuestras vidas, todo lo que nos rodea y las herramientas de las que nos servimos para vivir, han dado un vuelco impredecible.
Parece increíble pero basta con describir un par de acciones cotidianas para que la nostalgia, o no tanto, invada nuestros sentidos y nos muestre una imagen de la vida a la que no estamos acostumbrados o a la que preferimos simplemente ignorar.
Cambiamos el despertador a cuerda o el radio reloj por el celular con alarma o el equipo de audio que cortan nuestro descanso con melodías a elección, algo así como poder seleccionar cómo ser torturado por la mañana.
El viejo cacharro de enlosado donde se solía calentar la leche, con la atención puesta que ante la primera espuma ascendente había que apagar el fuego por peligro de vuelco, fue dejado de lado por el horno microondas y la rapidez de sacar la taza lista para tomar.
Otra costumbre que comienza a extinguirse con el avance tecnológico es la avanzada de los diarios digitales sobre el viejo ejemplar de papel que mancha un poco los dedos de negro por el trajinar entre las hojas. Aunque el soporte de papel guarda todavía el territorio salvador del transporte público y su maniobrabilidad, internet muestra más variantes y multiplicidad de lecturas.
La comunicación también es un factor totalmente revolucionado. Basta con oprimir un botón para poder estar en contacto con la mayor cantidad de tus amigos, saber su estado de ánimo, compartir las fotos de las vacaciones, y dejar sentadas las bases de lo que cada uno piensa sobre los temas de actualidad. Más allá de compartir el hipertexto (textos donde una palabra o grupo de palabras nos abre un universo cargado de otros textos) lo obsoleto pasa por la máquina de escribir, el fax y el teléfono de línea. Celulares con llamadas gratuitas entre algunos números, acceso remoto a internet, radio y buscador satelital, han resuelto gran parte de las herramientas para trabajar en una oficina.
La cámara de fotos amerita un comentario aparte. Una pared de Buenos Aires reza: “Las cámaras digitales nos han robado el alma”. Raro comentario, pero no del todo desacertado, ya que la proliferación de celulares con cámara y de los mismos artefactos de fotografía digital han cambiado por completo la calidad y la cantidad de fotografías tomadas a lo largo y a lo ancho del mundo. Antes había que comprimir las vacaciones en 36 fotos con todo los que eso significaba y con los costos que podía conllevar semejante empresa. Hoy las imágenes tomadas se multiplican por miles y han atentado con el aura de aquellas reproducciones donde se explicaba mucho más de lo que la imagen decía. Al haber más secuencias, la historia se cuenta sola. También suele extrañarse aquella romántica incertidumbre desde el momento de sacar la foto hasta tener el papel revelado en las manos.
Lo ilimitado de la modernidad también ha traído despersonalización en las relaciones, desde la digitalización de los trámites de todo tipo hasta la falta de comunicación personal entre los individuos. Los chat, mails y redes sociales comienzan a desplazar en contacto cara a cara y la mediación de la tecnología toma un impulso grande en las relaciones sinterpersonales. No verse cara a cara o siquiera escuchar la voz del interlocutor desde el otro lado del teléfono despersonaliza el contacto y muestra un modo de vínculo que mucho difiere que aquel “nos vemos en el parque” o “nos juntamos a tomar algo”. Nada es mejor o peor, pero distinto, seguro.
Los casos para inferir son muchísimos más, los juegos en la calle, las competencias con los vecinos de la cuadra, los juegos de mesa, el aparato del contestador automático, la idea de ir a hacer las compras y no pedirlas por teléfono, la venta de galletitas de la lata, etc. Todo cambio lleva a una ruptura y un reacomodamiento; puedo entender que toda nueva herramienta es útily facilita la vida cotidiana. Se puede entender eso, pero qué felices fuimos sin tanto aparato y con tanta más imaginación.