"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

sábado, 13 de diciembre de 2014

Presencias y Ausencias

En los últimos días dos frases se cruzaron en mi camino y resonaron mucho más que las millones que atacan mis sentidos a diario. Son esos instantes en que uno siente que una frase lanzada al aire desde un dispositivo electrónico estuvieron estructuradas a medida de tu individualidad. Los textuales fueron los siguientes: “La personalidad de un individuo está hecha de sus presencias y de sus ausencias”, mientras que la otra rezaba “En las épocas de las fiestas de fin de año, las ausencias se amplifican”.

Sería muy egoísta de parte de cualquier persona dejar de lado las presencias y las personas que contribuyen con esa palabra tan buscada y tan efímera como la felicidad. Un TE AMO en los labios de una compañera de vida o una hija siempre hacen que el peso del camino sea mucho más liviano y placentero. Ser padre es una de las cosas más maravillosas que la vida te puede regalar. Sin embargo tiene que ver con eso, los regalos de la vida vienen acompañados de las otras cosas que la vida se lleva.

El problema comienza cuando lo maravilloso de ser padre no viene de la mano con la posibilidad de seguir siendo hijo y producir ese trasbasamento generacional llamado abuelidad. Es una especie de experiencia de equilibrista sin red de contención, no contar con el apoyo de quienes te forjaron como persona, a quienes uno les tiene reservados un tipo de amor que murió con ellos y muy probablemente jamás (una de las palabras más terribles de la vida) vuelva a fluir de las propias entrañas. Mi papá no llegó a conocer a mis hijas y esa es una de las penas más grandes que llevo en la vida, y mi mamá cerró sus ojos meses antes de que naciera mi segunda hija. Siempre guardaré en el corazón la relación que tuvieron ella y mi hija mayor: las sonrisas cómplices, los abrazos y la oportunidad que la nieta le cumplió el sueño a la abuela y se quedó a dormir en su casa.

La navidad siempre fue un momento de encuentro familiar, aunque haya caído en la cuenta que de las reuniones que se hacían en esa fecha, solo quedamos mi hermano y yo. Aunque esta Nochebuena se agregarán a nuestra mesa de dos, dos hermosas mujeres y cuatro preciosas hijas (dos y dos) que renovarán de alegría la reunión y compartirán mesa con los recuerdos y todos los comensales que ya no están. Presencias y ausencias, presente y pasado, cercanías y lejanías; un fiel reflejo de cualquier instancia de la vida.