Hace 104 años un grupo de soñadores, delirantes o “locos” realizaron la primera emisión de radiodifusión del mundo. Parapetados en la terraza de un coqueto teatro porteño, estos pioneros transmitían la ópera Parsifal que se desarrollaba en el escenario principal. Enrique Telémaco Susini y 3 amigos sentaban las bases de lo que en adelante llamaríamos radiodifusión, broadcasting o simplemente radio.
Corría el año 1920 y la Argentina se abría camino en una inminente democracia con voto secreto y obligatorio, aunque aún sumergido en el modelo agroexportador que brindaba incalculables ganancias a un grupo muy pequeño de personas, a expensas del hambre de gran parte del pueblo argentino.
Aquel nuevo medio de comunicación que durante esa noche del 27 de agosto llegó a apenas medio centenar de aparatos con los que contaban en Buenos Aires y alrededores, comenzó a ganar espacios en los hogares como el centro de las reuniones familiares que sintonizaban los espectáculos, las transmisiones deportivas, y los radioteatros que catapultaban a los jóvenes actores que se harían dueños de la pantalla grande del cine argentino en su época de oro. La radio se había convertido en la reina del hogar e incorporaba desde simples espectáculos hasta la cobertura de hechos históricos, pasando por la información cotidiana y todo lo referido al entretenimiento familiar.
El reinado de la radio en el hogar se mantuvo hasta que en 1952 se realiza la primera transmisión de televisión en la Argentina y, poco a poco, los hogares comienzan a tener esa maravilla que aparte de sonido era capaz de transmitir imágenes sincronizadas. Era como tener un cine en cada casa.
Se decreta la primera muerte de la radio entonces. Habiendo perdido el lugar destacado en el entretenimiento familiar, la difusión de espectáculos y la magia de la voz produciendo imágenes en el cerebro (conocida como la magia de la radio). La debacle era el camino casi trazado para este medio, pero la radio tenía preparadas un par de sorpresas.
Relegada como medio de entretención familiar, la radiodifusión argentina comienza a mutar del mundo del espectáculo al de la música y la información. Por los pasillos de las radiodifusoras dejan de caminar actores para ser reemplazados por periodistas y locutores que ascienden de a poco al status de famosos. Comienza a configurarse también la portabilidad de la radio con equipos más pequeños y maniobrables, con su instalación en autos y la independización de la red eléctrica para la alimentación de los aparatos. La noticia, la inmediatez y la capacidad de mantener informados a los espectadores, acompañado de la capacidad de acompañar al laburante mientras realiza sus tareas configuró a la radio como un medio necesario, pujante y para nada raquítico de audiencia.
Pero como no todo es para siempre, a finales de la década del 70 hacen su entrada las emisiones de radio vía frecuencia modulada estereofónica (vulgarmente conocida como FM) que vuelve a poner en jaque a la vieja Amplitud Modulada (AM) con una fuerte mejora en la calidad del sonido y la posibilidad de poner mayor énfasis en la música con una calidad más cercana a las grabaciones de los discos de pasta y vinilo o los novedosos cassettes. Si bien la muerte de la radio AM era inminente, la historia volvería a sorprenderla.
La tardanza en la venta de radios AM/FM y la centralidad en la información y la inmediatez, dejando de lado un poco la música, generaron una verdadera división del trabajo (o la emisión en este caso) donde la musicalidad se mudaría a esta nueva forma de transmitir radio y el resto se quedaría en la vieja y confiable AM. A ello se sumarían los problemas de transmisión que tendría el espectro "pesado" de la FM contra la emisión todo terreno que proponía la AM capaz de llegar a lugares inhóspitos, cruzar accidentes geográficos y alcanzar distancias que su hermano menor no podía hacer. La radio nuevamente no moría, sino que dividía y segmentaba su público en dos. Había radio para todos y todas, solo era cuestión de gustos. Segunda resurrección.
Las nuevas radios comenzaban a colmar el éter, surgían las radio barriales, o las denominadas “radios truchas” y la necesidad creciente de la comunicación que el espectro radial argentino no podía contener. Crear un nuevo medio de comunicación era una faena casi imposible y la hiperconcentración de medios en monopolios legales empezaba a inundar las radios bajo una nueva palabra aprendida en los 90s: Multimedios.
Y en ese pandemonium tocó la puerta la internet. Con un comienzo democratizador de la información y los contenidos, la evolución hacia las redes sociales y los medios digitales abarataría los costos y generaría un vacío legal para darle forma a nuevos medios. Estos tomarían la amenazante forma de radios de transmisión hogareña, unipersonales o para públicos segmentados. Comenzaba a declararse la tercera muerte.
Pero a diferencia de otros medios (diarios de papel por ejemplo) y demostrando que la suerte suele estar de su lado, la radio sobrevive. Y no solo eso, se sirve de los nuevos medios y de las redes sociales para incorporar imágen y transmitir mediante ellos, sin perder ni un ápice de su espíritu. El fenómeno de los medios on demand (a demanda) no sólo dejan viva la radio sino que la potencian, con la ventaja de poder escuchar y ver los programas más allá del horario de emisión. Adelantar, rebobinar o generar pequeños recortes de los programas, le dio un nuevo impulso e ímpetu a la radiodifusión. La radio seguía viva y hasta fortalecida con las nuevas tecnologías y la nueva consigna “la radio que se ve”.
Hoy, 27 de agosto de 2024, aquel medio que tuvo su bautismo de fuego hace 104 años, no solo goza de muy buena salud, sino que sobrevivió y sobrevive a otros medios que vinieron a matarla definitivamente y perecieron en el intento. Muchas veces la declararon muerta y hoy se la puede ver pujante, con ideas, y fortalecida de los nuevos soportes técnicos. Y siempre con la misma magia, esa que la mantiene viva a pesar de tanta declaración de defunción.
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