domingo, 15 de febrero de 2009
Soluciones
En plena sesión de psicoanálisis un hombre lloraba amargamente la partida de su amada hacia los brazos de otros individuo. Cuando el terapeuta le muestra la pauta a seguir, la cual comprendía que ya era hora de olvidarla y continuar con su vida; el analizado responde con un lacónico: “Ya no tengo nada de ella, no me quite su recuerdo aunque me haga mal”
A veces las soluciones están a centímetros de la mirada y no somos capaces de verlas, o no nos permitimos probar algo nuevo simplemente por miedo o por decidia. Algunos de los problemas que afectan a la sociedad argentina de hoy en día sufren el mismo raro destino del paciente del consultorio psicológico.
Si de grandes clásicos de la preocupación social hablamos, el podio se lo lleva la inseguridad, la sensación de inseguridad. Este es el talón de Aquiles de cualquier gobierno o bien (y si a alegorías de la Grecia antigua nos referimos) se parece más a la espada de Damocles, esa forja de acero que está a centímetros de la nuca del gobernante a punto de cortarle la cabeza, como recordándole que cualquier decisión a tomar debe ser tenida en cuenta dicha espada o en este caso, problema. Sobre este controvertido tema de agenda, las soluciones fáciles y rápidas no suelen ser la más eficaces; más policía, represión e imputabilidad para los menores de edad siguen sin aportar los resultados que se buscan y la realidad muestra que esta escalada de ideologías de control pueden ser peligrosas para todos los habitantes de una sociedad. Estén o no incurriendo en un delito. Desde el otro punto de la visión marca que las grandes urbes tienen un índice delictivo superior al resto de los centros de menores dimensiones. Por otro lado, la magnificación de la sensación de inseguridad hace que se demonicen actos aislados y se unan con otros, mientras los índices no cambian de años anteriores, es decir que los delitos son los mismos, pero en la cabeza de la población parecieran muchos más. También entran a jugar aquí los intereses políticos que se le asignan a esta magnificación de los hechos delictivos. Muchos personajes buscan mayores provechos económicos, de poder o legitimidad de una administración deficiente en la lucha contra la inseguridad. Y esta sensación no hay mapa de la inseguridad que pueda refutarlo.
Compartiendo el podio con la sensación de inseguridad, llega galopando bajo la frase “la juventud está perdida”, los jóvenes fuera de control, hoy de moda por los incidentes que arrecian la costa argentina. Al igual que el capítulo invernal de Bariloche y los viajes de egresados, los problemas se generan según los contextos y los límites que se ponen en cada caso. Es un poco complejo controlar un lugar lleno de adolescentes y jóvenes con las hormonas en puntos altos y los controles familiares bajos, mas la inclusión de drogas y alcohol; pero es una realidad que hace años escala y no parece ser una problemática aislada sino concatenada con el punto anterior de análisis.
No es para negar que estas cosas duelen y que nadie quiere que esto continúe, pero los matices pueden dar una buena medida a una solución. Volver al largo plazo parece la justa medida de un intento para ganarle a estas problemáticas. La educación es la palanca en la que se apoya cualquier sociedad para ganarle a los verdaderos flagelos que la atacan, el hambre, la exclusión y la falta de pautas para desarrollarse hacia adentro y hacia afuera. Una socieda integrada, bien alimentada, con atención sanitaria y buena educación es la mejor forma de presentarle lucha a los problemas de inseguridad y distintas problemáticas sociales. Es una tarea a muy largo plazo, claro, pero también es verdad que en algún momento hay que empezar y cuanto antes mejor.
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