lunes, 19 de enero de 2009
La paradoja Windows
La vida suele tener cosas inexplicables, pero que a la vez suceden. Muchas de esas cosas que nos rodean en este mundo, no obedecen a la fina explicación de la lógica. Pero de igual manera ocurren, y con el tiempo tendemos a naturalizarlas y las dejamos de discutir. Pero las cosas se complican cuando estas anomalías terminan siendo fundamentales y motores de todos los actos de nuestras vidas.
Por otro lado, las vivencias del siglo XXI y de finales del siglo XX, encontraron a los seres humanos regidos por distintas clases de sistemas. Esta sistematización social llegó a tal punto que la discusión se centró en ellos mismos y no en lo que realmente es importante cuando se habla de una manera de hacer hacia el bienestar social.
Estas incongruencias en las que están atrapadas las sociedades hacen semejar el tejido social al sistema operativo Windows. Es una realidad altamante comprobada que el afamado sistema de Microsoft no maximiza justamente los recursos de la computadora, sino que tiende a relentarla y obstaculizar el trabajo con distintos sistemas en común. También hablan de este sistema operativo como inestable y poco útil para los trabajos con grandes extensiones de megabytes. Pero al preguntar, y preguntarnos, los por qué del uso masivo a nivel mundial de Windows, cantidades de excusas rayan la misma falta de criterio por la que se usa: que los programas son solo compatibles con este sistema operativo, que toda la enseñanza de computación es en base a Windows o simplemente por costumbre y la facilidad para nuevos usuarios. De esta mirada y por muchas otras razones que tienen que ver más con el mundo de los negocios que con el usuario común, Windows sigue siendo el sistema más usado de la Tierra por lejos.
De una manera similar, la sociedad se comporta en ciertos momentos como este sistema operativo en más de un sentido. Sobre todo si de sistemas políticos y económicos se trata.
Como ocurre con el mundo de las computadoras, nadie puede quedar por fuera del sistema. Y no estamos hablando del viejo sueño anarquista de principios del siglo pasado, sino la imposición de las normas, las formas de actuar y los circuitos que las sociedades imponen para desarrollarse dentro de ellas. De la misma manera que algunas pautas culturales de oriente puedan parecer en occidente demenciales, el efecto es el mimo pero al contrario ante algunas prácticas cotidianas que pueden verse en cualquier película taquillera de hoy.
En otro lado se erige la economía ficticia o de mercado, donde los parámetros y los índices le siguen ganando la batalla a la producción o el factor más importante de la economía como son los recursos humanos. El sistema tendió a buscar trabajadores y no personas o ciudadanos. Hacia finales del siglo XX el mercado comenzó a maximizar recursos con miras a la clase trabajadores o en edad de producción y a relegar o marginalizar a quienes no puedan convertirse en mano de obra e intervenir en la producción. Así vemos como enfermos a largo plazo, ancianos o marginados sociales con inserción productiva poco probable, lentamente fueron expulsados del sistema o simplemente relegados a posiciones que no molesten el devenir de la economía.
Ante la afirmación de la imposibilidad de salir del sistema, las teorías de cambio por quiebre demostraron su falta de capacidad para comprender las modificaciones que se generan luego de ese quiebre. Es así que los cambios deberían producirse lentamente y dentro de ese sistema del que no se puede salir. Plantarse desde una contrahegemonía cultural y tratar de intervenir la hegemonía dominante como el horadar del agua sobre la piedra en la costa. Tratar de contribuir con una crítica que busque construir, buscar una alternativa, debatirla, mostrarla, resignificarla y lograr una síntesis. Los cambios sociales suelen ser muchos más lentos de lo que realmente queremos, es por eso que una modificación pequeña puede generar un cambio mayor. Los sistemas que hoy rigen el mundo tienen un sinúmero de fallas, pero la búsqueda de soluciones no debe estar orientada desde el bienestar sino en la constante generosidad de plantear siempre algo superador para todos. Puede que ya sea hora de comenzar.
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