martes, 24 de marzo de 2009
En busca de la integración
Pasan cosas curiosas cuando uno se toma un segundo y empieza a observar lo que ocurre a su alrededor. Solo un par de minutos bastan para encontrar situaciones capaces de describir una sociedad en lo más acabada de su institución.
La primera escena acontece en la puerta de un local de oficinas, dos personas charlan animádamente y son interceptadas por un transeúnte que les pide fuego; luego de sonrisas y agradecimientos de rigor, aquel individuo sigue su camino. La segunda secuencia aparece doblando la esquina y tiene como protagonista a una jóven muchacha vestida de oficina y a un galán enfrascado en la conquista femenina. Mientras el muchacho le sonríe y diserta el discurso que la situación requiere, su contraparte parece interpretar otra cosa, no parece tener el semblante de una señorita cortejada; su rostro describe preocupación. Sin otorgar la más mínima oportunidad a su festejante, la aterrada muchacha le cierra la puerta en la cara y se escabuye corriendo en las entrañas del edificio.
Las dos escenas hablan de la Argentina de hoy, una desde la vieja cultura de ayudar al otro y fomentar aquel tejido social que hizo confundir personas de distintos países y culturas en un solo país. El barrio, los amigos de la cuadra, las primeras lecciones del amor, en fin, la cultura. Del otro lado, el fantasma de la inseguridad y la certeza de creer que estamos todo el tiempo en peligro y que algo nos puede pasar tras una esquina o un zaguán entreabierto.
La recepción e interpretación de un mensaje (desde la teoría radioeléctirca de Shannon) depende de un código determinado. Avanzando más allá de esta primera descripción, se puede definir al código como todo mensaje anterior, entorno cultural o habilidades sociales con el que cuenta un receptor para interpretar dicho mensaje. Este entorno o contexto cultural es tan variable y volátil como cambios en el imaginario puedan producirse. Es por eso que el muchacho lanzado a la conquista emitió un mensaje que quedó malinterpretado por la señorita, asustada por su propia seguridad.
Pero entonces ¿por qué el transeúnte pudo prender su cigarrillo? Sencillamente porque esta temperatura social entra en colición con un vagaje social anterior. Una sociedad genera vínculos y lazos entre sus habitantes haciendo que ciertos usos y costumbres se conviertan en formas bien vistas de proceder a nivel colectivo. Esas mismas que permiten interpretar las situaciones que se nos presentan a nivel social. Tal vez el enlazado social más importante con el que cuenta una sociedad es el vínculo de la solidaridad entre pares o habitantes organizados en comunidad.
La sensación de inseguridad o simplemente el miedo instalado a nivel social, entonces, generan una ruptura en el entrelazado social. Este tipo de emergente, denominado popularmente “inseguridad” tiende fuertemente a la individualización y al cerramiento de los individuos hacia los lugares que consideran seguros. Una verdadera paradoja, ya que la unión y el tensamiento del tejido social serían el mayor y más efectivo enemigo de la delincuencia. El tejido de esos lazos de solidaridad y predisposición harían mucho más fácil la vida en comunidad, tanto para los hablitantes que tienen más recursos, como para los que tienen menos. Cuando un ciudadano siente pertenencia a una sociedad o a un sistema, se le agrega ese sentimiento de altruismo que no permite que dañe a ninguna de las partes de esa maquinaria que hace que su vida tenga sentido. Es decir que un sistema unido e integrador solucionaría muchos de los problemas que reclama hoy la sociedad argentina.
Hasta aquí todo demasiado perfecto, pero, sistematizar de esa manera una sociedad requieriría que sus habitantes renunciaran a una de las principales características del ser humano, el egoísmo (entendiendo a este como supremacía del yo sobre el otro) cosa muy difìcil en cualquier parte del mundo, primero o no. Es por eso que habría que comenzar con aspiraciones modestas, pero no perder de vista esa palabra que tal vez haya pasado por el texto sin mayor atención. La integración es la meta de una sociedad que aspira a la seguridad jurídica y personal. Dejar de cuidar lo de uno, para empezar a cuidar lo de todos.
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