domingo, 27 de septiembre de 2009
La batalla final
Uno de los mecanismos de defensa más reconocidos o reconocibles por la psicología en la vida cotidiana corresponde al fenómeno de proyección. Este mecanismo consiste en atribuir a otros o al mundo exterior en general, motivaciones que se rechazan, deseos que no reconocen o sería insoportable para una persona aceptarlos. Transpolado al mundo de la persuasión, puede ser muy convincente para un comunicador pegar primero y adosar características negativas propias al contrincante de turno. De esa manera, todo lo que se diga de la persona o grupo de personas que dieron el primer golpe, llevará para siempre el manto de la duda.
En la Argentina, una batalla que se venía llevando de manera sesgada y con rehenes de turno (lo fue el campo, la inseguridad u otra noticias caliente), ha salido a la cancha con todas sus armas bien visibles y otras tantas que no se pueden ocultar demasiado. El Grupo Clarín, sindicado como el principal monopolio mediático del país se enfrenta con el Gobierno Nacional (aunque muchos otros partidos apoyen la iniciativa) para evitar la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Y ya se pueden observar las descargas de artillería en las tandas de cualquiera de los medios que integran el espectro radioeléctrico (que si algún despistado no lo sabe, es el único sistema que trata la ley).
Desde una campaña de afiches del diario Clarín que busca levantar la imagen y posicionarse como el paladín de la verdad ante las mentiras del Gobierno (insisto, los diarios no serán legislados por este todavía proyecto), hasta alguna que otra fundación de no muy clara procedencia o agrupaciones de canales y radios privadas; todos tienen algo que decir a nivel mediático.
En primer lugar, los spotd publicitarios que comenzaron a verse en televisión fueron confeccionados por la Fundación Valores para el Bien Común. Los contenidos de sus avisos en fondo negro y fotografía blanco y negro, versó sobre el juego de palabras entre medios y miedos, y de la importancia de que el Gobierno no digite que contenidos tendrán los canales bajo la amenaza de sacarles la licencia. Un poco más aceitadas, las otras dos propagandas fueron más efectivistas, la primera borrando todos los números de un control remoto menos el 7 y un ficticio botón que decía Telesur (en obvia relación a la cadena de noticias que regentea el gobierno de Hugo Chavez) como haciendo notar que a este Gobierno le gustarían estas pocas opciones. En la caso de la segunda, bien elaborada a efectos de movilizar sensaciones en el espectador se dedicaron a mostrar gente prendiendo una vela contra la oscuridad y uniéndose hasta formar un gran grupo de personas y velas. La relación con la marcha de Blumberg es casi instantánea, aquel fue un duro golpe contra el gobierno de Néstor Kirchner, pero también el derrumbe, a partir de ese pico, del falso ingeniero. Más allá de tener el mismo locutor del Grupo Clarín y un tratamiento visual muy parecido, para ilustrar a quién responde esta fundación (no publica dirección o contacto, ni deja rastros en ninguna página de internet) vale una pequeña historia: a la vuelta de la tanda de un conocido programa político que se emite los domingos a la noche por América TV en la cual se había pautado este comercial, uno de los tres conductores dice textualmente –“Bueno, ahí están los spots de Clarín”-
Una rara coincidencia se produce en otro comercial que puede verse en las pantallas de televisión y está firmado por ATA, la Asociación de Televisoras Privadas Argentinas. Repite casi a la perfección la publicidad antes desarrollada del control remoto. Sonaría a coincidencia o a “homenaje”, si no fuera porque como secretario de esa entidad se encuentra a Jorge Rendo, el responsable de Asuntos Institucionales del Grupo Clarín, un hombre que viene de la entraña del diario homónimo y muy poco sabe de televisión.
Del otro lado el Gobierno Nacional con una propuesta comunicativa muy acertada desde el lugar casi académico, apoyado por personalidades de la cultura y la política, mostrando una actitud muy pasiva ante las agresiones recibidas. Como si se diera cuenta que desde el barro puede llegar a perder muchos apoyos y sin tener la necesidad de confrontar. Mientras que sigue sumando adhesiones de ONGs, pueblos originarios, asociaciones civiles sin fines de lucro y organizaciones sociales. La sensación que sobrevuela el ambiente es que con esto y con el inestable papel de la oposición le sobra para darle fuerza de ley al proyecto.
La cuenta regresiva ya está en marcha. El campo de batalla está repleto y los primeros fogonazos ya se están escuchando. Es demasiado el bagaje y el tiempo de exposición para que los monopolios puedan lavar su cara y presentarse como un instrumento pluralista de la democracia. Es por eso que lo único que le queda a los comunicadores que no quieren esta nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es proyectarle al Gobierno Nacional las mismas adjetivaciones negativas que pesan sobre ellos. Mientras tanto, y casi indiferente a todo esto, el proyecto con media sanción sigue su curso hacia el Senado.
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