"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 6 de junio de 2008

Haciendo Buenos Aires para pocos


Una frase hecha siempre remite a la lectura fácil de una situación compleja. Por lo tanto, y para no caer en contradicciones irreconciliables, esta será usada solamente como punto de partida para un pensamiento. Como una gimnasia de control de verborragia, la sabiduría popular reza que el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de sus palabras. No amerita este conjunto de palabras demasiada explicación. Pero llevado a la arena política se reconfigura y describe unos de los males más grandes de los últimos años. De la promesa de la panacea a la realidad de "hacer lo que se puede", o de la descripción de un gobierno ideal esta poco activa situación a 180 días de gobierno. Dicho contexto regado con una furiosa campaña de auto-propaganda que parece hacer oídos sordos a los verdaderos problemas de la Ciudad de Buenos Aires. La proclama de ser representante de la nueva política, a veces puede jugar en contra; sobre todo cuando las viejas prácticas comienzan a contaminar las declaraciones de cambio. Es así que a falta de respuestas, los ánimos comienzan a crisparse y el apoyo muta en reclamo. Algo que ha comenzado a sentir el gobierno de Mauricio Macri, sobre todo en áreas sensibles que parecen relegados de la agenda gubernamental, como salud y educación. Como si la situación actual de estas áreas sacara al gobierno porteño de la modorra de la irrealidad que constituyen día a día en las propagandas callejeras. Desde la parte formativa de la sociedad, especial focalización de la campaña, se pueden verificar una especie de choque de intereses entre una manera de cerrar los balances y el apoyo a la educación pública y gratuita. Los recortes de hasta el 500% en subsidios a entidades de educación inicial, llevan a dichos establecimientos a límites presupuestarios que apenas llegan a hacer frente al pago de los salarios docentes. Reducciones como esta repercuten no sólo en la calidad y cantidad de materiales con los que niños cuenten en tan importante etapa de su desarrollo, sino en la función social que dicho establecimientos cumplen en referencia a la contención para quienes no pueden acceder a otro tipo de jardines o guarderías privadas. Otra de las urgencias que demanda el sistema educativo como resultado de la falta de planificación y mantenimiento, es la falta de gas y calefacción en las escuelas porteñas. La ola de frío polar que vivió el país se manifestó de tal manera en colegios primarios y secundarios, que en muchos establecimientos se tuvieron que suspender las clases para no poner en riesgo para la salud de los alumnos. Otra vez la contención de la escuela se vio truncada por la falta de algo tan elemental como la red de gas, algo superlativamente más importante que empapelar la ciudad con propaganda política de una gestión no tan exitosa. Las sinuosas declaraciones de diciembre pasado, sobre el acceso preferencial de los porteños a los hospitales públicos, se estrellan hoy contra el muro que deja ver la situación de sanatorios, salas de salud y grandes centros asistenciales municipales. La falta de insumos indispensables para la atención como gasas o vendas, mina el derecho a salud de los habitantes; sean porteños, de otras provincias o de otros países. Sin contar en este caso con el descuido edilicio que sufren los profesionales de la salud y los pacientes a diario en Buenos Aires. Han pasado 180 días de gobierno macrista y el clima se muestra enrarecido. El sentido de la urgencia de sus funciones hace pensar que por detrás de ellas se concibe una ideología preocupante. Repavimentar calles o limpiar la ciudad se asemeja a intentar asemejar a Buenos Aires con otras ciudades del mundo en lo ornamental, mientras que los problemas de fondo se esconden bajo la alfombra. Como si para los temas importantes se hubiera puesto un piloto automático y se hubiera dejado que las cosas pasen con el tiempo. Y las cosas comienzan a pasar, pero en detrimento de los que menos tienen. Como si Buenos Aires comenzara a tornarse inhabitable para los sector de clase social más baja, quienes necesitan de la educación pública, de los hospitales y de contención social. Mientras se vive en la irrealidad que generan las campañas publicitarias. Estar informado al instante de lo que ocurre en una sociedad es la tarea fundamental de un gobierno. Su desconexión del contexto en algún momento genera una crisis que lo acerca a la realidad de la peor manera. Aquella que hoy los afiches quieren tapar haciendo una Buenos Aires para pocos.

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