Otro feriado como cualquier otro. Eso pensaron gran parte de los chicos porteños que se levantaron este 9 de Julio y contemplaron lo nublado del cielo, acompañado por el frío insistente que calaba los huesos. Las opciones para matar el tiempo se reducían a lo de siempre para un chico que nació en una gran cuidad: jugar con la computadora, en el mejor de los casos con la playstation, mirar alguna película o desempolvar algún libro ante la mirada atónita de mamá y papá. De parte de los grandes no había mucho que esperar, día muy frío y nublado, un día más de descanso para los que no aprovecharon el fin de semana largo, una buena siesta y no salir de casa hasta el próximo día hábil. Dentro de este panorama, la resignación es moneda corriente y, para colmo, la luz solar filtrada por las nubes era cada vez menor y la noche amagaba con establecerse en plena tarde.
Pero de pronto, y cuando era inevitable que la tormenta y la lluvia acaparen todo, grandes y chicos comenzaron a ver que las precipitaciones caían muy lentamente y eran permeables al viento. No era una lluvia normal, pero de igual manera mojaba las ventanas y las calles. Tras estar varios minutos observando esas extrañas gotas ocurrió lo inesperado. Buenos Aires estaba ante la presencia de una nevada, 80 años después que se registrara por última vez en la ciudad. Los parques, los árboles, los autos y los techos de las casas comenzaron a teñirse lentamente de color blanco. Y de pronto un feriado lleno de aburrimiento y quietud se convierte (mega abrigos de por medio) en una fiesta de nieve en la que no faltan muñecos, guerras y un espectáculo natural al que los habitantes de la Capital Federal no están acostumbrados.
Entrada la tarde y con los primeros destellos nocturnos, las calles nevadas se cubrieron de familias que disfrutaban de ese regalo que el cielo y la corriente polar que afecta al país depositaron en ellos. Muchos chicos conociendo la nieve por primera vez, pero también muchos grandes nunca habían tenido la posibilidad de estar en contacto con una nevada. Muchos de ellos, con sus celulares a memoria llena, registraron fotos y videos de este día tan especial. También la televisión se dedicó a capturar emociones en algunos momentos en combinación con una pizca de vergüenza ajena en otras. Se dijo que en algunos lugares de conurbano bonaerense la nieve fue más espesa, en inversa proporción con la cantidad de grandes edificios.
Cuando la oscuridad y la noche se apoderaron de todo, y con ellas una nevada un poco más densa, las calles quedaron abandonas y el frío se copó todos los espacios donde horas antes grandes y chicos se divertían de la misma manera. Como suele pasar con estas cosas, niños para los cuales la nieve es parte de su vida se muestran azorados ante los imponentes edificios porteños, esa misma cara de asombro que a los niños porteños se le dibujó cuando comenzaron a ver caer nieve entre esos imponente edificios.
sábado, 17 de mayo de 2008
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