"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

sábado, 17 de mayo de 2008

Ser progre hoy


Cuando éramos chicos las cosas estaban bien claras, existía la derecha, la izquierda y los no alineados, divididos en primero, segundo y tercer mundo, como una forma más simpática de nombrar ideologías que gozaban de muy mala prensa. La derecha con el fuerte impulso del capitalismo como religión monoteísta, se debatía entre un discurso más liberal a nivel económico de la mano del libre mercado y un fuerte intervencionismo estatal sobre las políticas de estado. Por el otro lado se erigía la izquierda, con un discurso de igualdad económica e intervención de un Estado fuerte con manejo de los recursos generados por sus dirigidos; todo esto acompañado por un fuerte control político con lo que se hacía y decía, tanto dentro como fuera del régimen. Y un tanto menos indecifrable y tomando algunos términos de cada una de ellas se podía ver emerger una tercera corriente o “tercera vía” autodenominada los no alineados. Esta corriente no tuvo un mayor protagonismo durante el mundo bipolar, pero tras la caída del muro de Berlín fue la receptora de la mayoría de los países que se sintieron excluidos de este nuevo reordenamiento político mundial. Con el atrevimiento de contradecir a Francis Fukuyama, no fue ese el “fin de las ideologías” sino la era del “reacomodamiento de las ideologías”, que entrarían en una dimensión confusa (no desconocida) donde los dos extremos del espectro político se encontrarán unidos bajo el mismo rótulo de “progresismo”. Pasaron los años y en 2007 la pregunta sigue siendo la misma ¿qué es ser progresista hoy?, serlo hace a uno simpatizar con alguna corriente política, ¿ser progresista implica ser de derecha o de izquierda?. En la Argentina preelectoral de estos días, la respuesta se hace un tanto compleja. Si bien hay candidatos que dicen ser el progresismo encarnado, las ideologías no pueden detectarse en sus propuestas, ya que todos tienden a proponer lo mismo con diferencias ínfimas. En esta nueva era del marketing del candidato, es más positivo para una campaña “pegar” el eslogan justo o hacer del candidato un integrante más de la familia, que presentar una base de propuestas seria y organizada. Dicha plataforma solo aparece cuando, sobre el final de la campaña, los demás recursos publicitarios fallan y el candidato se encuentra desfavorecido en las encuestas. Y es en ese punto donde el progresismo se muestra como la única definición bien vista por la sociedad argentina luego de la crisis de 2001. Todos los candidatos van a repetir esa palabra como bandera de su ideología, como una repetición marketinera que no siempre tiene que ver con la realidad. En este (y emulando a Fukuyama) fin de los partidos políticos, donde la mediatización es la mayor arma que el político puede esgrimir, y los dos extremos se limitan solamente a centro izquierda y centro derecha ; se debería reclasificar a ese progresismo que los enmarca en subgrupos como progresistas liberales o progresistas conservadores, progresistas por una elección, etc. La Argentina política, aunque parezca un caso particular, está inmersa en una corriente mundial donde la fuerza centrípeta de las ideologías empujó a todos los partidos a un radio de 10 grados alrededor del centro: 5 grados a la izquierda y 5 grados a la derecha. Tal como lo dijo el General Perón, uno de los personajes más importantes de la historia política argentina refiriéndose a las distintas corrientes del partidismo de su país: “Peronistas somos todos, los hay de derechas y de izquierdas”, si trocáramos progresistas por peronistas, tendríamos la más aguda y acertada definición de esta realidad.

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