La Constitución Nacional, los derechos de las personas enfrentados en un mismo libro. Por un lado la libre circulación en el territorio contra el derecho a protesta y a huelga. La población se debate entre uno y otro lado, comparte ideas pero también critica. De la simpatía por los antihéroes novedosos hasta el hartazgo por no poder llegar en horario al trabajo.
Cuando en los 90 entraron en escena los piquetes en Cutral-Co o en Plaza Huincul, tanto como en Jujuy; la lejanía y la poca implicancia en la vida social del resto de los argentinos hicieron que estas protestas fueran apoyadas por la mayoría de una opinión pública anestesiada por la desinformación, el dólar barato y las compras en cuotas. La desesperación y la conversión paulatina de grandes ciudades petroleras en pueblos fantasmas era el motor más eficiente de los primeros cortes de ruta de la era moderna. Claro que no faltó represión, limpieza de ruta y heridos en pos de la libre circulación de las rutas comerciales a nivel nacional. El tiempo, la crisis y la aglomeración de pobreza en los principales cordones urbanos de las ciudades más importantes del país, hicieron que este caudal de protestas llegaran a Buenos Aires. Este gran caudal de movimientos que coparon en varias oportunidades la ciudad, comenzaron a cambiar el humor del ciudadano común que empezó a verlos como delincuentes que no querían trabajar y vivían del Estado. Ya no eran vistos como emergentes de una coyuntura desfavorable y de una crisis industrial que llevó a la Argentina a una crisis terminal.
Algo similar pudo verse a finales de 2003, cuando los revitalizados gremios comenzaron a tomar medidas para discutir los salarios. Un primer paro de subtes fue visto en buena medida como una reivindicación de los trabajadores tras años de ostracismo. Tras ciertas conquistas salariales, quisieron ir por más y el pasajero común dejó su apoyo de otros tiempos en los retrasos para llegar a trabajar. Hace algunos meses, estas protestas generaron violencia y total desentendimiento de los ciudadanos. La mayoría comenzó a trocar la palabra justicia por obscenidad.
Suerte parecida corrieron los pilotos de avión y personal de servicio aéreo con los repetidos paros de servicio de cabotaje. La tensa paz le dio paso en corto tiempo a disturbios que hasta hoy se producen.
La percepción del último paro del campo desarrolló este proceso en tiempo récord, con la única salvedad que fue retirado a tiempo. Esto tanto por el tan promovido diálogo con el gobierno como por el agotamiento de los mismos piquetes. En un principio muchos ciudadanos (se pueden discutir sus niveles de información o contra quién protestaban) apoyaron el paro del campo con su presencia en Plaza de Mayo. Los días siguieron, los gestos del gobierno allanaron un poco el camino y la protesta quedó vacía de sustento. La ampliación de la información sobre los motivos del paro comenzaron a llamar al silencio a los hombres y mujeres de la ciudad, el comienzo del desabastecimiento y ciertas actitudes desacertadas en el seno de los propios piquetes hicieron el resto. En consecuencia, el paro fue suspendido por 30 días para una negociación entre las partes. O se podría decir que fue levantado justo cuando las voces de protesta por la falta de alimentos se empezaban a escuchar.
De los hechos ocurridos en las últimas semanas se pueden sacar un puñado de conclusiones que deberán analizarse en los próximos días y no tienen que ver demasiado con las protestas en si. Por un lado, este conflicto desnuda la falta de una política agropecuaria y agroindustrial a largo plazo consensuada por todos los sectores intervinientes. Por otra lado el descontento de una parte de la sociedad que se hizo escuchar, aunque el tema central no fuera el campo. Los emergentes no fueron los correctos, pero sirve para tomar nota si se busca una sociedad donde la convivencia y la unidad sean la moneda de cambio.
De las crispaciones generadas en los últimos días, las definiciones parecen apoyarse en la confrontación. Estar en contra del gobierno o estar en contra de la Sociedad Rural parece la posición a tomar. Los hombres de campo levantaron el paro con un sinfín de advertencias al gobierno, el Ejecutivo propone diálogo pero marca la cancha de condicionamientos. La clave será la no adjudicación de vencedores ni vencidos y un esfuerzo para acercar a las partes, de eso se trata gobernar.
sábado, 17 de mayo de 2008
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