Promediando la escuela secundaria uno se suele encontrar con materias como Educación Cívica, que no solo enseñan las herramientas para vivir en una sociedad democrática, sino definiciones o mandatos sociales que nos acompañarán para siempre en el devenir social. Uno de esos conceptos versa sobre la doble posibilidad que ofrece el trabajo para el individuo, quien a la vez que obtiene el sustento para rehacerse a sí mismo productivamente, se realiza como persona al vincular sus área laboral con su vocación y desde esa unión lograr la trascendencia.
Esta verdad, que en los libros parece tan obvia y tan límpida, comenzó a confundirse en la década del ´90, como todo el trabajo en general. La creciente desocupación, la desregulación y precarización del trabajo, dieron como resultado un cambio cultural donde las remuneraciones por realizar un trabajo vocacional comenzaron a mermar bajo una alarmante sensación de normalidad. Incluso se vio trastocada la forma de realizar “carrera” para los jóvenes profesionales recién salidos de las universidades. Comenzaron a ser cada vez menos las empresas que toman a estudiantes para que se hagan en la profesión mediante la experiencia del trabajo y el estudio. La aceleración de fin de siglo requiere un trabajador full time, que tenga la mayor cantidad de conocimientos adquiridos y que trabaje al menor costo operativo. Es por eso que nadie toma a personas para que construyan experiencia, como si se le diera a la misma un valor de mercado que los jóvenes deben pagar antes para obtener un trabajo que concuerde con su vocación/estudios.
Esta modificación determinó la preocupante situación actual: el trabajo gratis a cambio de experiencia. La nueva forma laboral encarna grandes diferencias con el trabajo ad honorem, donde la motivación a cumplir las tareas conlleva un fuerte carga de altruismo, prestigio y pertenencia que no se presentan en el caso del trabajo gratuito. También es de tener en cuenta que la mayoría de los trabajadores ad honorem, son portadores de otras labores rentadas que sí tienen que ver con su vocación y realización personal.
En tiempos de mercantilización de la experiencia, es muy común observar una fuerte separación entre el trabajo vocacional y gratuito con el trabajo de subsistencia. Esta dicotomía conlleva una complicidad empresaria, que en la búsqueda de una productividad mayor con menos costos operativos, hizo crecer este fenómeno. Esta anuencia produce una disfunción en la sociedad, donde los valores del trabajo, la movilidad social y la sensación de progreso retiran hacia atrás el punto de partida de una carrera laboral. Se instala, a modo de producto de mercado, la idea de tener que pagar de alguna manera esa experiencia ya sea trabajando gratis o hasta generando un ambiente pago donde uno la adquiera (cabe como ejemplo quienes pagan espacios para realizar su vocación). Incluso, hacia el interior de las nuevas fuerzas laborales, surge una situación de desvalorización creciente de las labores personales y profesionales. Un individuo que no ve retribuida su tarea profesional, comienza a convertir en hobbie su profesión y tiende a llamar “trabajo” a lo que le cuesta, le da tedio y no disfruta. Una especie de condena por la que se obtiene dinero.
Desregulación, ablandamiento de las normas, reestructuración, reacomodamiento, crisis. Términos que mitigan siempre a las mismas palabras: equidad, igualdad, trabajo. La igual remuneración por igual trabajo que rezan los libros que muestran el estado ideal de las cosas suele ser vehementemente atacado por estos conceptos. En el camino a la restitución de los derechos laborales que se está desarrollando en el último lustro, sería de avanzada preocuparse también por la evolución de este derecho básico que tan vapuleado está.
sábado, 17 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario