"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 23 de mayo de 2008

La clave del éxito


¿Qué es tener éxito?¿Es distinto tener éxito que conseguir victoria?¿Por qué nos consideramos exitosos? La brecha que se abre entre los distintos parámetros de este estadío de felicidad parece ser inmensa. La historia y los principios fundamentales de una sociedad le van dando forma a su visión del éxito, mientras que de manera recíproca el ser exitoso modela los valores y las normas sociales. En el cómo se triunfa dentro de una comunidad pueden observarse muchas características inherentes a ella.
El caso de los argentinos es bastante peculiar. Forjados en un realismo mágico en el que éramos los mejores del universo, el granero del mundo y Buenos Aires la París sudamericana; ser el mejor en algo fue siempre la premisa para un hombre exitoso. La misma aspiración de elite que nunca dejó lugar para los segundos y predijo que a partir de ese lugar todo lo obtenido se reducía a fracaso. Enrolada en la falacia de los falsos antagonismos, esta miopía para observar la escala de grises se manifiesta en varios aspectos del devenir argentino.
En la búsqueda de ser el ganador, se pierde perspectiva de los logros obtenidos y los atajos hacia este éxito suelen ser contraproducentes. Esta versión moderada de "lo que rápido sube rápido baja", se puede ejemplificar en el correlato de la vida del FREPASO en la última etapa de los '90. Ante la posibilidad de seguir creciendo como partido político opositor hacia 2003, eligieron buscar el desbaratamiento del aparato del justicialismo y formaron la Alianza. Nadie podrá saber cómo hubiera sido el escenario del '99 sin la dupla De la Rúa-Álvarez, pero los casos de Lula Da Silva en Brasil y Tabaré Vazquez en Uruguay son un fiel espejo de un posible destino para el Frente Grande y sus adeptos. El catastrófico final de Diciembre de 2001 terminó de enterrarlos en la historia.
Del otro lado del mapa político de entonces se encontraba el justicialismo, que en la búsqueda del éxito ha sufrido grandes cambios y reagrupamientos. Así es que, por mayores que sean las diferencia a priori, el hombre que cuente con mayor poder emanado desde las urnas o desde el aparato, será quien dirija los destinos del partido y quien cuente con el apoyo unánime de sus partidarios. Este reagrupamiento automático con el que exhibe el éxito mayor le ha traído grandes dolores de cabeza al Partido Peronista; como cuando las contradicciones y el ablande de los principios del partido se dieron cita, durante la presidencia del país y del partido de Carlos Saúl Menem.
Pero este alineamiento automático ante el éxito tiene una fuerte contracara en la derrota. Todos los amigos del triunfo nunca lo abandonan, le son fieles aunque cambie este de manos. Nombres como reestructuración, dejar paso a las nuevas generaciones, renovación u otros eufemismos no hacen más que trasvasar escenarios pero no esencias. Sin embargo, también este exitismo made in Argentina muestra sus aspectos negativos cuando se instala la falacia de ganadores y perdedores a la hora de juzgar el terrorismo de Estado de los '70. Intuir que el gobierno de un signo puede lograr que se revisen delitos del pasado es un absurdo. Quienes sostienen esta teoría deberían recordar que la primera declaración de inconstitucionalidad para las leyes de obediencia debida y punto final se dieron bajo la administración de Fernando De la Rúa. Finalmente, la forma de abordar conflictos o protestas desde la gente hacia los gobiernos o viceversa. En lugar de buscar el consenso para integrar a los grupos divergentes al sistema de las cosas actual, buscan la ruptura e imponer una visión propia. De esta manera, aunque se logre un éxito momentáneo, se minan las posibilidades de armar un proyecto integrador a largo plazo, una estructura superior a una expresión política. Invocar a este tipo de acuerdos de parte del Estado, en medio de una oposición que lo único que anhela es ver fuera a quien gobierna para cambiar absolutamente todo, no se hace muy exitoso para la Argentina. Pensar en un cambio profundo, consensuar ideas mínimas y trazar un camino a recorrer, dejando de lado partidismos y rivalidades domésticas sería el suceso que pondría al país en la senda sostenida del crecimiento. Esa es la clave del éxito.

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