Las comparaciones suelen ser demasiado obvias. Dos presidentes de clubes de fútbol exitosos a nivel internacional se lanzan a la política y obtienen un cargo ungido por el voto popular. Hasta aquí ambos destinos parecen calcados, pero si a ese pequeño dibujo se le añaden un fondo o contexto, más un grupo de amigos o partidos y un pasado o breve historia, las cosas no van a ser lo que parecen. A partir de aquí, algunas de las principales diferencias entre estos dos hombres.
Silvio Berlusconi, nació en una familia de clase media en Milán allá por 1939. A partir de 1960 comenzó con una pequeña empresa de construcción inmobiliaria que convirtió en la más importante de Italia. A partir de 1980 realizó inversiones en medios de comunicación y gracias a la Ley Mammí constituyó el multimedios Mediaset, el más importante y poderoso de su país.
Mauricio Macri, nacido en 1959, es hijo de uno de los empresarios más poderosos de la Argentina. Su carrera comienza como gerente general de la empresa de su padre (Socma), tras tres años de trabajo en una constructora y un banco. Su gestión siempre estuvo enmarcada bajo la órbita de su padre, Franco Macri.
Si de fútbol se habla, el flamante premier italiano compró en 1986 al Atletic Club Milan, se hizo presidente de la institución y lo llevó a la etapa más gloriosa de su historia, al llenarlo de figuras y posicionarlo en el plano internacional de manera permanente. La cantidad de títulos logrados avalaron su administración y le dieron sustento a su carrera política, aunque no fueron determinantes. Por su parte, el actual jefe de gobierno porteño fue electo presidente de Boca en 1995, catapultó al equipo a la gloria local e internacional, mientras que insertó al club en los vaivenes de la bolsa de comercio mediante un grupo inversor. Esta gestión lo lanzó directamente a su carrera política casi como el único sustento de ella.
Berlusconi emerge hacia la política luego de una breve militancia en el Partido Socialista, como el líder de la agrupación Forza Italia. Le sacaba provecho así al proceso de Tantentopoli, que en 1994 se propuso limpiar a un país corroído por la corrupción y vacío de representatividad. En ese mismo año se convirtió en premier (presidente) de Italia. En un plano similar y en un intento de aprovechar el vaciamiento político partidario de diciembre de 2001, Macri se presentó como un representante de la “nueva política” con aspiraciones presidenciales a la cabeza de PRO. Su primera incursión terminó en derrota en 2003 ante Aníbal Ibarra, para en un segundo intento ganarle la segunda vuelta a Daniel Filmus y consagrarse Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aries. Sus aspiraciones presidenciales por ahora están relegadas por las encuestas y por el contexto nacional.
En una vasta carrera política Berlusconi está por iniciar su tercer período como Premier italiano con el desafío de reducir la desocupación y la inflación, bajar impuestos y brindar desde el Estado políticas de seguridad y la reducción de la inmigración. Sus detractores le endilgan la posesión de multimedios que monopolizan la información de Italia (los suyos mas los del estado) y la aplicación de recetas conservadoras que hacen cerrar las cuentas de la Nación pero no le presta atención al problema social italiano. Por estos pagos, Mauricio Macri se hizo cargo en 2007 de la Jefatura de Gobierno porteña, luego de ser diputado nacional en 2005. Los desafíos que se le presentan redundan sobre el cumplimiento de las ambiciosas promesas de campaña en el plano de seguridad, infraestructura e inclusión social. La oposición objeta su desprecio por las actividades culturales de la Ciudad, el manejo de los Derechos Humanos, su pasado como evasor de impuestos y algunos negocios de las empresas de su padre que chocan con los deberes del funcionario público.
Todo este recorrido lleva el análisis al comienzo, los motivos por los que Macri no es igual al premier europeo. Por un lado, el contexto político italiano dista mucho del argentino, Silvio Berlusconi recibe a una Italia con problemas estructurales y con el consenso de una sociedad que viró hacia la derecha demasiado preocupada por los problemas económicos. Estas situaciones le permitirán gobernar a discreción gracias a la mayoría obtenida en las dos cámaras. Mientras Macri se mueve en un contexto muy hostil por su cercanía territorial a un gobierno nacional de signo político distinto y dentro de una sociedad demasiado proclive al reclamo. En lugar de apoyo, sus acciones reciben un constante estado de examen. Por otro lado, en la política de hoy todo surge desde la imagen, y es allí donde el carisma de Berlusconi hace la diferencia. El italiano es visto como un hábil empresario, dueño de un manejo administrativo intachable, con tintes autoritarios y una baja sensibilidad social. En cambio, Macri no goza de una imagen alta a nivel nacional, si bien su presidencia en Boca Juniors y el ingreso a la fórmula electoral de Gabriela Micchetti ampliaron su base de votantes, las últimas elecciones de Octubre lo relegaron al segundo puesto en su distrito electoral, muy lejos de la Coalición Cívica.
Mas allá de simpatías políticas, estos dos hombres que representan la derecha conservadora (con distintas acepciones en cada país) las proyecciones son distintas, Berlusconi (uno de los hombres más ricos y poderosos de su país) avanza sobre Italia donde se le pide más control tanto económico como social; Macri (hijo de uno de los hombres más ricos y alguna vez influyentes de la Argentina) restringe su influencia a Buenos Aires, enmarcado en un contexto nacional que no le es favorable. Las coincidencias existen, pero los escenarios difieren de plano.
Silvio Berlusconi, nació en una familia de clase media en Milán allá por 1939. A partir de 1960 comenzó con una pequeña empresa de construcción inmobiliaria que convirtió en la más importante de Italia. A partir de 1980 realizó inversiones en medios de comunicación y gracias a la Ley Mammí constituyó el multimedios Mediaset, el más importante y poderoso de su país.
Mauricio Macri, nacido en 1959, es hijo de uno de los empresarios más poderosos de la Argentina. Su carrera comienza como gerente general de la empresa de su padre (Socma), tras tres años de trabajo en una constructora y un banco. Su gestión siempre estuvo enmarcada bajo la órbita de su padre, Franco Macri.
Si de fútbol se habla, el flamante premier italiano compró en 1986 al Atletic Club Milan, se hizo presidente de la institución y lo llevó a la etapa más gloriosa de su historia, al llenarlo de figuras y posicionarlo en el plano internacional de manera permanente. La cantidad de títulos logrados avalaron su administración y le dieron sustento a su carrera política, aunque no fueron determinantes. Por su parte, el actual jefe de gobierno porteño fue electo presidente de Boca en 1995, catapultó al equipo a la gloria local e internacional, mientras que insertó al club en los vaivenes de la bolsa de comercio mediante un grupo inversor. Esta gestión lo lanzó directamente a su carrera política casi como el único sustento de ella.
Berlusconi emerge hacia la política luego de una breve militancia en el Partido Socialista, como el líder de la agrupación Forza Italia. Le sacaba provecho así al proceso de Tantentopoli, que en 1994 se propuso limpiar a un país corroído por la corrupción y vacío de representatividad. En ese mismo año se convirtió en premier (presidente) de Italia. En un plano similar y en un intento de aprovechar el vaciamiento político partidario de diciembre de 2001, Macri se presentó como un representante de la “nueva política” con aspiraciones presidenciales a la cabeza de PRO. Su primera incursión terminó en derrota en 2003 ante Aníbal Ibarra, para en un segundo intento ganarle la segunda vuelta a Daniel Filmus y consagrarse Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aries. Sus aspiraciones presidenciales por ahora están relegadas por las encuestas y por el contexto nacional.
En una vasta carrera política Berlusconi está por iniciar su tercer período como Premier italiano con el desafío de reducir la desocupación y la inflación, bajar impuestos y brindar desde el Estado políticas de seguridad y la reducción de la inmigración. Sus detractores le endilgan la posesión de multimedios que monopolizan la información de Italia (los suyos mas los del estado) y la aplicación de recetas conservadoras que hacen cerrar las cuentas de la Nación pero no le presta atención al problema social italiano. Por estos pagos, Mauricio Macri se hizo cargo en 2007 de la Jefatura de Gobierno porteña, luego de ser diputado nacional en 2005. Los desafíos que se le presentan redundan sobre el cumplimiento de las ambiciosas promesas de campaña en el plano de seguridad, infraestructura e inclusión social. La oposición objeta su desprecio por las actividades culturales de la Ciudad, el manejo de los Derechos Humanos, su pasado como evasor de impuestos y algunos negocios de las empresas de su padre que chocan con los deberes del funcionario público.
Todo este recorrido lleva el análisis al comienzo, los motivos por los que Macri no es igual al premier europeo. Por un lado, el contexto político italiano dista mucho del argentino, Silvio Berlusconi recibe a una Italia con problemas estructurales y con el consenso de una sociedad que viró hacia la derecha demasiado preocupada por los problemas económicos. Estas situaciones le permitirán gobernar a discreción gracias a la mayoría obtenida en las dos cámaras. Mientras Macri se mueve en un contexto muy hostil por su cercanía territorial a un gobierno nacional de signo político distinto y dentro de una sociedad demasiado proclive al reclamo. En lugar de apoyo, sus acciones reciben un constante estado de examen. Por otro lado, en la política de hoy todo surge desde la imagen, y es allí donde el carisma de Berlusconi hace la diferencia. El italiano es visto como un hábil empresario, dueño de un manejo administrativo intachable, con tintes autoritarios y una baja sensibilidad social. En cambio, Macri no goza de una imagen alta a nivel nacional, si bien su presidencia en Boca Juniors y el ingreso a la fórmula electoral de Gabriela Micchetti ampliaron su base de votantes, las últimas elecciones de Octubre lo relegaron al segundo puesto en su distrito electoral, muy lejos de la Coalición Cívica.
Mas allá de simpatías políticas, estos dos hombres que representan la derecha conservadora (con distintas acepciones en cada país) las proyecciones son distintas, Berlusconi (uno de los hombres más ricos y poderosos de su país) avanza sobre Italia donde se le pide más control tanto económico como social; Macri (hijo de uno de los hombres más ricos y alguna vez influyentes de la Argentina) restringe su influencia a Buenos Aires, enmarcado en un contexto nacional que no le es favorable. Las coincidencias existen, pero los escenarios difieren de plano.
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