Un niño de unos 6 años, espera a Papá Noel en Nochebuena. Lo ilusionan los regalos a recibir y la figura que sólo había visto hasta ahora en televisión o en revistas. En ese instante sus padres lo invitan a salir a la calle para observar si en el cielo podían ver la llegada del trineo con el legendario personaje. Los renos nunca aparecieron y al volver a la casa, el árbol navideño estaba abarrotado de regalos. Mala suerte pensó el pequeño, aunque la realidad indicaba que sus padres dirigieron su visión hacia otro lado, para que no advirtiera que la manos que depositaron los regalos al pie del árbol no pertenecían al robusto personaje.
Algo muy similar a esto ocurrió durante el último paro del campo, donde la desinformación fue el protagonista excluyente. En ese lapso los medios no sólo llevaron de la mano a los televidentes hacia ciertos puntos de focalización, sino que se pudo registrar una mirada parcial de lo sucedido y hasta una fina toma de posición ante este proceso.
Puntualmente, el análisis radica en la construcción de verdad y el sentido de objetividad. En términos reales, la objetividad no existe. Nadie se puede adjudicar para sí ser objetivo, porque simplemente cada ser humano mira u observa una situación desde su historia y sus saberes adquiridos. Es decir que ante una manifestación una persona puede focalizar en la cantidad de gente, otro en los posibles incidentes y un tercero en la pertenencia política de dichos asistentes. Desde este punto de vista, y ante la imposibilidad de tener acceso a todos los medios simultáneamente, el público tiende a imaginar que la esta visión parcializada del medio que está mirando, leyendo o escuchando es la verdad absoluta, y obra de acuerdo con ella. Pero los diarios y las revistas son escritas por personas, que siempre imprimen a las notas su punto de vista. Y es más, quien define las líneas editoriales, también son hombres y mujeres que tienen su visión de los hechos. Más allá de los intereses de todo tipo que albergue cada medio.
Es por esto que el individuo que está escribiendo esta nota tratará, desde su perspectiva parcializada, de hacer observar algunas de las contradicciones o desinformaciones en las que cayeron los medios. Como este periodista es esclavo de sus palabras, pedirá al lector que contraste estos datos con sus experiencias, impresiones y con la información recopilada durante los 21 días de la medida de fuerza.
En principio, cuando el Ministro de Economía admitió que tal vez no se haya comunicado bien la política de retenciones, estaba más que en lo cierto. Desde el oficialismo, en lugar de informar el plan estratégico para incentivar el cultivo de trigo y maíz por sobre el de soja y girasol (buena o mala la medida, es discutible) pusieron énfasis en las retenciones y no fueron claros con otros incentivos.
Los medios se hicieron eco de esta desinformación y hablaron de las medidas hacia el campo, cuando en realidad abarcaban una parte de él. Ninguno de los periodistas que suelen adoctrinar a los televidentes con conceptos técnicos habló de este punto hasta algunos días después de las presencias en las plazas. Incluso con la explicación sobre la mesa, el tenor de los discursos seguían hablando de las retenciones “al campo”.
Como en todo buen relato, se necesitan dos bandos, los buenos y los malos. La primera noche de protesta fueron los manifestantes espontáneos con sus nobles cacerolas contra los feroces piqueteros que fueron a sacarlos mediante el uso de la violencia. A partir de allí la división fue clara: manifestantes autoconvocados (aunque se vieron expresiones que nada tenían que ver con el campo y mucho con un pasado terrible) y piqueteros (aunque hubiera sindicalistas, legisladores, diputados o simples militantes) que buscaban el desorden y la agresión. Aparte de la construcción por la diferencia que generó dicotomías todo el tiempo: a favor o en contra del campo, a favor o en contra del gobierno, a favor o en contra de los piquetes. Tomar la parte por el todo era la clave de canales y publicaciones. Nadie se detuvo a analizar nada más allá de lo superficial.
La simplificación, muchos estudiosos de los medios masivos de comunicación ponen la clave en este concepto, para bien o para mal. Los optimistas ven a un mensaje universal simplificado para que todos tengamos un mismo acceso a la comunicación y producir así un lenguaje de alcance universal. Ya que la información es poder. Por otro lado quienes no están de acuerdo con los optimistas pero sí con esta última frase, se preguntan quiénes serán los que redacten estos postulados simplificados, quiénes producirán los contenidos de sentido y con qué fines. De eso se tratan hoy los peligros de la comunicación, una visión de un mismo hecho, parcializada, puede generar distintas reacciones en la sociedad, puede contraponerlas y llevarlas a una división sin retorno. Más que contemplar sectores de pertenencia o audiencias, es hora de que los medios comiencen a pensar en fortalecer el sistema democrático.
Algo muy similar a esto ocurrió durante el último paro del campo, donde la desinformación fue el protagonista excluyente. En ese lapso los medios no sólo llevaron de la mano a los televidentes hacia ciertos puntos de focalización, sino que se pudo registrar una mirada parcial de lo sucedido y hasta una fina toma de posición ante este proceso.
Puntualmente, el análisis radica en la construcción de verdad y el sentido de objetividad. En términos reales, la objetividad no existe. Nadie se puede adjudicar para sí ser objetivo, porque simplemente cada ser humano mira u observa una situación desde su historia y sus saberes adquiridos. Es decir que ante una manifestación una persona puede focalizar en la cantidad de gente, otro en los posibles incidentes y un tercero en la pertenencia política de dichos asistentes. Desde este punto de vista, y ante la imposibilidad de tener acceso a todos los medios simultáneamente, el público tiende a imaginar que la esta visión parcializada del medio que está mirando, leyendo o escuchando es la verdad absoluta, y obra de acuerdo con ella. Pero los diarios y las revistas son escritas por personas, que siempre imprimen a las notas su punto de vista. Y es más, quien define las líneas editoriales, también son hombres y mujeres que tienen su visión de los hechos. Más allá de los intereses de todo tipo que albergue cada medio.
Es por esto que el individuo que está escribiendo esta nota tratará, desde su perspectiva parcializada, de hacer observar algunas de las contradicciones o desinformaciones en las que cayeron los medios. Como este periodista es esclavo de sus palabras, pedirá al lector que contraste estos datos con sus experiencias, impresiones y con la información recopilada durante los 21 días de la medida de fuerza.
En principio, cuando el Ministro de Economía admitió que tal vez no se haya comunicado bien la política de retenciones, estaba más que en lo cierto. Desde el oficialismo, en lugar de informar el plan estratégico para incentivar el cultivo de trigo y maíz por sobre el de soja y girasol (buena o mala la medida, es discutible) pusieron énfasis en las retenciones y no fueron claros con otros incentivos.
Los medios se hicieron eco de esta desinformación y hablaron de las medidas hacia el campo, cuando en realidad abarcaban una parte de él. Ninguno de los periodistas que suelen adoctrinar a los televidentes con conceptos técnicos habló de este punto hasta algunos días después de las presencias en las plazas. Incluso con la explicación sobre la mesa, el tenor de los discursos seguían hablando de las retenciones “al campo”.
Como en todo buen relato, se necesitan dos bandos, los buenos y los malos. La primera noche de protesta fueron los manifestantes espontáneos con sus nobles cacerolas contra los feroces piqueteros que fueron a sacarlos mediante el uso de la violencia. A partir de allí la división fue clara: manifestantes autoconvocados (aunque se vieron expresiones que nada tenían que ver con el campo y mucho con un pasado terrible) y piqueteros (aunque hubiera sindicalistas, legisladores, diputados o simples militantes) que buscaban el desorden y la agresión. Aparte de la construcción por la diferencia que generó dicotomías todo el tiempo: a favor o en contra del campo, a favor o en contra del gobierno, a favor o en contra de los piquetes. Tomar la parte por el todo era la clave de canales y publicaciones. Nadie se detuvo a analizar nada más allá de lo superficial.
La simplificación, muchos estudiosos de los medios masivos de comunicación ponen la clave en este concepto, para bien o para mal. Los optimistas ven a un mensaje universal simplificado para que todos tengamos un mismo acceso a la comunicación y producir así un lenguaje de alcance universal. Ya que la información es poder. Por otro lado quienes no están de acuerdo con los optimistas pero sí con esta última frase, se preguntan quiénes serán los que redacten estos postulados simplificados, quiénes producirán los contenidos de sentido y con qué fines. De eso se tratan hoy los peligros de la comunicación, una visión de un mismo hecho, parcializada, puede generar distintas reacciones en la sociedad, puede contraponerlas y llevarlas a una división sin retorno. Más que contemplar sectores de pertenencia o audiencias, es hora de que los medios comiencen a pensar en fortalecer el sistema democrático.
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