"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

sábado, 17 de mayo de 2008

Las diferencias desde la continuidad


Los grandes intelectuales y politólogos no parecen equivocarse: estamos transitando la era de la imagen. A la vera de la opinión pública, no sólo es necesario estar capacitado para cumplir una función pública sino parecerlo. Por otro lado, de la visión que emane un gobierno dependen de la recepción de sus actos y la respuesta que tendrá desde la población. He aquí el primer problema. A veces las mismas acciones a priori positivas generan un escenario contradictorio y hasta conflictivo.
Ante una opinión pública que miraba con recelo los pocos cambios realizados en el gabinete del nuevo gobierno nacional, nombrar a un hombre joven con un abultado currículum era una jugada arriesgada, pero que reforzaría una imagen progresista de la administración entrante. Martín Lousteau se mostraba a priori como un técnico especializado que contaba, pese a su juventud, con una importante carrera política en la administración pública de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, cuando una maniobra es arriesgada suele tener un sesgo de error y las características que pueden ser positivas chocan contra la realidad. Lo cierto es que ante los conflictos suscitados con el campo y las diferencias de visión con otros sectores del gabinete (no sólo Guillermo Moreno) Lousteau no pudo imponer su personalidad, ni sus medidas económicas, ni su liderazgo en el diálogo con las partes. Ya sea por su juventud o por falta de aplomo, el ahora ex ministro no recibió la respuesta que se esperaba con su nombramiento.
Relacionado con lo anterior, se pudo observar en estos últimos meses el resurgimiento de la economía como tema central de la política argentina. Lejos de haber sido extrañada, su nueva aparición en la vida cotidiana fue decepcionada como una falta grave por parte del gobierno. Es decir, uno de los grandes aciertos de imagen del gobierno de Néstor Kirchner de asentó en el manejo de la agenda gubernamental, con un fuerte acento en la política y un posicionamiento de la economía en un segundo plano. En estos días, el plano de lo económico y sus temas relacionados han copado todos los titulares, y monopolizan los comentarios, temores y elucubraciones de la ciudadanía.
Otro controversial punto de la imagen gubernamental recae sobre la cabeza del Ejecutivo. Cristina Kirchner se erigió como la primera mujer presidente electa por el voto popular, con un antecedente para nada feliz de María Estela Martinez cuando se hizo cargo de la primera magistratura tras la muerte de Perón. El desafío era mostrar autoridad, pero no autoritarismo, ya que la primera es una característica altamente elogiada para los hombres de poder pero, vaya a saber uno por qué, es fuertemente criticada en una mujer. Aunque no se pueda negar que la presidenta tenga una imagen fuerte, la falta de experiencia o los propios prejuicios al ver a una mujer en el poder, trastocan una visión que progresivamente se irá asentando.
Finalmente, la meca de la opinión pública, los medios de comunicación. La nueva administración de Cristina Kirchner, decidió tener en principio una relación más abierta con la prensa que su antecesor. Comenzó a comentar los temas de agenda política y tuvo una participación mucho más fluida en el entorno mediático. Con el correr del conflicto del campo, esta relación se vio trastocada. No dejaron de lado al cuarto poder, sino que le dieron (en algunos casos) la importantísima categoría de enemigo del gobierno. La puesta en debate de la ley de radiodifusión y el observatorio de medios avalan esta nueva posición hacia los mass media.
A más de cuatro meses de asumido y contra todos los pronósticos, el nuevo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner comienza a diferenciarse tibiamente del de su marido. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos y los pocos aciertos o errores de la administración han resultado en este estado de las cosas. Es decir que si Néstor Kirchner hubiera sido reelecto, estaría afrontando los mismos avatares. Es por eso que a pesar de las diferencias de forma, la continuidad no parece sufrir ninguna modificación. Al menos por ahora.

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