"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

sábado, 17 de mayo de 2008

Fotos


En tiempos de tanta diversidad de partidos, donde las ideologías quedaron presas de las distintas alianzas o frentes electorales conformados con miras al 28 de Octubre, una foto con uno de los candidatos presidenciables cotiza muy alto en Argentina. Tanto sea para arrastrar votos o para darle prestigio a un desconocido para la masa votante, esas imágenes guardan, más allá de la contienda electoral, un fin en si mismo.
Esta tradición argentina se remonta a los tiempos del exilio del general Perón, cuando innumerable cantidad de militantes pasaban por la quinta de Puerta de Hierro para tomarse una fotografía con el líder peronista, y así volver al país con la bendición en fotogramas y un fuerte impulso para sus actividades políticas. A partir de ese momento, en principio en el Partido Justicialista y luego en el resto, las imágenes posadas junto a referentes se configuran como apoyos personales.
Incluso esas fotos encerraban distintas categorías, de corte semiológico, que harían poner colorado al mismísimo Barthes y sus estudios de la interpretación de la fotografía. Una de las categorías habla de lo profundo de la relación con el referente en la instantánea, si existe sonrisa, abrazo o cercanía corporal, se habla de una relación estrecha o de lo que se llama una foto producida, con el tiempo necesario para armarla. Lo contrario a la lejanía de los cuerpos y rostros serios o sin mirar a cámara; implicancia de falta de feeling entre los protagonistas pictóricos. Otro factor fundamental lo implicita el escenario donde se toma a foto, no es lo mismo una escenografía multitudinaria detrás de los protagonistas, que denota una foto sacada con rapidez y aprovechando el momento; que otra disparada en la intimidad de un despacho donde seguramente hubo una audiencia privada. Un cabal ejemplo de esta tradición la encarnan cada uno de los Presidentes de la Nación, quienes son sometidos a una innumerable cantidad de fotos por día, en directa proporción con las reuniones que tiene en agenda. Así, cada uno de los asistentes busca llevarse la imagen con el primer mandatario, que le retribuirá mayores éxitos que obtener el resultado de la gestión que los llevó a la Casa Rosada.
Esta vieja costumbre ha sido trastocada en los últimos años con el advenimiento del Photoshop. Pero no sólo por las herramientas que este editor de imágenes presenta sino por la nueva configuración cultural que lleva consigo la posibilidad de tomar dos fotos y montarlas de una manera sencilla, barata y de calidad. La incursión de esta tecnología hizo dar un vuelco fundamental en la política argentina y fundamentalmente ayudó para la vía libre de alianzas entre personas que no siempre tuvieron buenas relaciones.
En materia de afiches electorales, las viejas campañas debían ser soportada por los candidatos emplazados en un mismo estudio fotográfico. Pero la cercanía física implicaba un mínimo de feeling entre ellos, por lo que era imposible juntar a dos candidatos con mala relación entre sí para una foto de campaña. O para candidatos que estaban muy alejados geográficamente y tenían que realizar costosos traslados para obtener la foto con el candidato presidencial. Todas estas imposibilidades son cosa del pasado a partir de la tecnología.
Al día de hoy es muy sencillo observar en paredes, carteles o spot televisivos a postulantes electorales compartiendo imagen con el Presidente, que si bien conviven en las listas oficiales, están en las antípodas de la ideología y la simpatía personal. Así, cabe observar a Néstor Kirchner flaqueado digitalmente por Alberto Samid o a Cristina Fernández de Kirchner compartiendo foto con el eterno y recién renunciado Manuel Quindimil. La imaginación es el límite.
Es impensable analizar la proliferación de alianzas gracias a las nuevas técnicas gráficas, pero han abierto un nuevo espectro en lo que a representatividad se refiere. Las fotografías originales han perdido su halo de autenticidad y pueden verse trucadas en cualquier momento. De hecho, todas las fotos sacadas bajo la vieja tecnología de los negativos han perdido, de alguna manera, parte de su veracidad histórica. Esto produce una presunción de irrealidad en todas las fotografías importantes que se presenten como documentación (atentos a los nuevos peritos de photoshop), testimonio de apoyo o simple recuerdo. Mientras tanto, sigo mirando mi foto con el General Perón en el balcón de Plaza de Mayo, aunque haya nacido más de dos años después de su fallecimiento.

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