"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 30 de mayo de 2008

Una foto, dos países


Una postal del conflicto. Dos personas en una foto. La Plaza de Mayo como escenario. El cacerolazo del 25 de Marzo como contexto. Una señora de clase acomodada, cartera y anteojos para ver de cerca en su cuello, sostiene del brazo a su empleada doméstica que golpea a desgano una cacerola. La señora no ejerce esa protesta con sus propias manos. La cara de la empleada en la foto tiene más fastidio que furia o protesta. Horas después, esa foto se hizo emblema de unos y otros.
Es una verdadera paradoja de la situación política actual que una imagen inerte plasmada en una fotografía pueda personificar tan cabalmente los pensamientos de una sociedad que se divide y se reagrupa de una manera más que interesante. Se trata, claro, de una temperatura social que cambia casi por minuto y se adscribe a las intermitencias de la política actual. Del diálogo al grosero corte de él, de la conciliación a las amenazas cuasi autoritarias, de la discusión de un modelo de país a los caprichos alejados de la realidad.
Lo cierto es que a partir del domingo, esa fotografía publicada en un diario de distribución masiva, las aguas se inquietaron en un debate que mucho dice de los argentinos hacia el interior del conflicto.
Los ecos no se hicieron esperar y lo que la foto denota entró a batallar hacia adentro de cada una de las posiciones que se avizoran desde los inicios del conflicto con el campo. Un joven que dice apoyar al gobierno transporta su bronca en forma de crítica de clase, al decir que la fotografía le hace recordar al período anterior a 1930, con un modelo de país basado en la producción primaria, con una oligarquía terrateniente, la riqueza concentrada en unos pocas manos y un sistema morigeradamente esclavizante. El manejo de la empleada doméstica agarrada del brazo como si fuera una extensión del cuerpo de su patrona, nutre un poco más su fervorosa interpretación desde su visión antagonista al reclamo del campo por las retenciones móviles, al fijar su opinión sobre el modelo de país que los ruralistas buscan.
En las antípodas ideológicas, un hombre de impecable traje aborda el tema desde las percepciones de realidad y refleja otra posición ante el conflicto. Con el beneficio de la duda como estandarte, comienza su alocución sin darle una definición unívoca a las intenciones de la empleada doméstica. Dice, desde su parecer, que el trabajo de la persona o sus pautas culturales no tienen nada que ver con estar o no de acuerdo con el gobierno de Cristina Kirchner. Que es un reduccionismo plantear la dicotomía de dominadora y dominada desde el poder que da ser empleador. Y, de esa manera, cierra su visión asentada en que el reclamo del campo es justo ante las retenciones disgresivas del gobierno.
Mucho se puede analizar por fuera de estas dos visiones. Si la empleada doméstica fue realmente contra su voluntad a la Plaza de Mayo, si lo hizo por otras motivaciones que las políticas, si la vestimenta que usó en el cacerolazo la hacía ciudadana o trabajadora al servicio de la señora, etc. Lo concreto, y lo plausible de análisis gira en torno a la fuerte dicotomía que hoy enfrenta a los argentinos y la inestabilidad de estas opiniones. Como un mercado de pases gigante, día a día, miles de personas piden permiso y se cruzan a la vereda de enfrente según lo dicte coyuntura vigente. El problema empieza cuando se buscan constantemente buenos y malos, o ganadores y perdedores, demócratas o autoritarios. Sin embargo, la arista clave para resolver el conflicto del campo ya no radica en mostrarse como ganadores de una negociación y pedir más o sentarse a entregar todo. Dentro de la escalas de grises que van del negro al blanco existen diversas formas de destrabar el conflicto. Y es allí donde radica la clave, en una negociación madura y alejada de cualquier tipo de presión. Poner en juego todos los aspectos donde se encuentran las discrepancias e iniciar la retórica de la discusión de ideas. No sólo para que las medidas de fuerza en torno a las retenciones queden en el pasado sino para construir un plan agroindustrial a largo plazo y con reglas claras. De esa manera se habrá vencido al conflicto y no a alguna de las partes.

viernes, 23 de mayo de 2008

La clave del éxito


¿Qué es tener éxito?¿Es distinto tener éxito que conseguir victoria?¿Por qué nos consideramos exitosos? La brecha que se abre entre los distintos parámetros de este estadío de felicidad parece ser inmensa. La historia y los principios fundamentales de una sociedad le van dando forma a su visión del éxito, mientras que de manera recíproca el ser exitoso modela los valores y las normas sociales. En el cómo se triunfa dentro de una comunidad pueden observarse muchas características inherentes a ella.
El caso de los argentinos es bastante peculiar. Forjados en un realismo mágico en el que éramos los mejores del universo, el granero del mundo y Buenos Aires la París sudamericana; ser el mejor en algo fue siempre la premisa para un hombre exitoso. La misma aspiración de elite que nunca dejó lugar para los segundos y predijo que a partir de ese lugar todo lo obtenido se reducía a fracaso. Enrolada en la falacia de los falsos antagonismos, esta miopía para observar la escala de grises se manifiesta en varios aspectos del devenir argentino.
En la búsqueda de ser el ganador, se pierde perspectiva de los logros obtenidos y los atajos hacia este éxito suelen ser contraproducentes. Esta versión moderada de "lo que rápido sube rápido baja", se puede ejemplificar en el correlato de la vida del FREPASO en la última etapa de los '90. Ante la posibilidad de seguir creciendo como partido político opositor hacia 2003, eligieron buscar el desbaratamiento del aparato del justicialismo y formaron la Alianza. Nadie podrá saber cómo hubiera sido el escenario del '99 sin la dupla De la Rúa-Álvarez, pero los casos de Lula Da Silva en Brasil y Tabaré Vazquez en Uruguay son un fiel espejo de un posible destino para el Frente Grande y sus adeptos. El catastrófico final de Diciembre de 2001 terminó de enterrarlos en la historia.
Del otro lado del mapa político de entonces se encontraba el justicialismo, que en la búsqueda del éxito ha sufrido grandes cambios y reagrupamientos. Así es que, por mayores que sean las diferencia a priori, el hombre que cuente con mayor poder emanado desde las urnas o desde el aparato, será quien dirija los destinos del partido y quien cuente con el apoyo unánime de sus partidarios. Este reagrupamiento automático con el que exhibe el éxito mayor le ha traído grandes dolores de cabeza al Partido Peronista; como cuando las contradicciones y el ablande de los principios del partido se dieron cita, durante la presidencia del país y del partido de Carlos Saúl Menem.
Pero este alineamiento automático ante el éxito tiene una fuerte contracara en la derrota. Todos los amigos del triunfo nunca lo abandonan, le son fieles aunque cambie este de manos. Nombres como reestructuración, dejar paso a las nuevas generaciones, renovación u otros eufemismos no hacen más que trasvasar escenarios pero no esencias. Sin embargo, también este exitismo made in Argentina muestra sus aspectos negativos cuando se instala la falacia de ganadores y perdedores a la hora de juzgar el terrorismo de Estado de los '70. Intuir que el gobierno de un signo puede lograr que se revisen delitos del pasado es un absurdo. Quienes sostienen esta teoría deberían recordar que la primera declaración de inconstitucionalidad para las leyes de obediencia debida y punto final se dieron bajo la administración de Fernando De la Rúa. Finalmente, la forma de abordar conflictos o protestas desde la gente hacia los gobiernos o viceversa. En lugar de buscar el consenso para integrar a los grupos divergentes al sistema de las cosas actual, buscan la ruptura e imponer una visión propia. De esta manera, aunque se logre un éxito momentáneo, se minan las posibilidades de armar un proyecto integrador a largo plazo, una estructura superior a una expresión política. Invocar a este tipo de acuerdos de parte del Estado, en medio de una oposición que lo único que anhela es ver fuera a quien gobierna para cambiar absolutamente todo, no se hace muy exitoso para la Argentina. Pensar en un cambio profundo, consensuar ideas mínimas y trazar un camino a recorrer, dejando de lado partidismos y rivalidades domésticas sería el suceso que pondría al país en la senda sostenida del crecimiento. Esa es la clave del éxito.

sábado, 17 de mayo de 2008

Liderazgo y Justicialismo


Muchos intelectuales han definido a la Argentina como un país de sistema político personalista. La figura del líder y su doctrina han sido veneradas desde los albores de la Nación. El caudillismo es el primer emergente de este fenómeno, cuando algunos patrones de estancia ganaban la admiración de la peonada y se erigían como grandes jefes militares y representantes de la causa de sus regiones. Tras el advenimiento de la política partidaria, los ideales y los grandes partidos políticos estuvieron siempre supeditados a una figura principal y solo algunos elegidos pudieron sobrevivir al líder. Aunque con su voz y su mirada permanentemente presentes.
El primer caso se remonta a la última década del siglo XIX, tras la revolución del Parque (hoy Plaza Lavalle) nacía la Unión Cívica Radical bajo las ideas de Leandro N. Alem. Si bien la vida del fundador se vio truncada por un suicidio, fue su sobrino quien tomaría la posta y se convertiría en la figura más fuerte del partido. Hipólito Irigoyen fue más que el primer presidente elegido por el voto secreto y obligatorio, sus partidarios lo han llevado como bandera de honestidad, respeto de las instituciones y total rectitud. Sin pensarlo, el carácter de este caudillo democrático moldeó las estructuras y las formas de hacer política en el futuro para el radicalismo.
Un caso peculiar en Argentina es el protagonizado por el internacional Partido Socialista. De la misma manera que sus antecesores de boina blanca, su influencia en la política nacional se desarrolló bajo la órbita de las carreras legislativas de Juan B. Justo y Alfredo Palacios. De esta manera, el ocaso de sus figuras llevaron al partido nuevamente a ostracismo. Incluso, su trayectoria e ideales nunca terminó de coincidir con sus homónimos de países limítrofes, sino más bien con estos respetados parlamentarios.
Sin embargo, y como paradigma del partido personalista por excelencia, el Partido Justicialista fue el que pudo generar la mayor y más duradera mística en torno a su líder y fundador, Juan Domingo Perón. Tal vez sea por personalidad, por aglutinamiento de ideologías o por basar su movimiento político en varias patas (los trabajadores, los sindicatos, los políticos de distintas ramas y los jóvenes) su partido ha resistido el desgaste de los años y se ha sabido relanzar para ser mayoría hasta nuestros días.
El fenómeno caudillístico argentino no remite mayores análisis, con la lejanía corpórea del líder, su figura se agranda y sus méritos se adornan cada vez más, rozando lo mítico. Pero todos los partidos tienen distintas corrientes internas, y el tema comienza a complicarse cuando dos personas en las antípodas ideológicas levantan el estandarte de un mismo líder y se dicen acreedores de su herencia política. En el caso de la UCR, las consignas dictadas por Alem e instauradas por Irigoyen de “que se rompa, pero que no se doble” sufrió demasiadas curvas en la presidencia de De la Rúa, quien demostró ser uno de los peores alumnos del viejo “peludo”. O el ahora vicepresidente Cobos, que en un principio buscó el quiebre, pero ahora busca enmendar las relaciones con el radicalismo y generar la renovación tan temida por los dirigentes históricos. Los socialistas perdidos en las alianzas y la falta de identidad del partido desde hace casi medio siglo, no cuentan con una figura que siquiera marque el camino de Palacios y Justo; mientras siguen naufragando la política argentina.
El peronismo merece un párrafo aparte, porque le adicionan al planteo una nueva figura: algunos sectores discutibles del partido dicen que si Perón viviera habría modernizado su pensamiento y estaría tomando medidas neoliberales como las de ellos. Este ingreso al terreno de lo hipotético abre un abanico de posibilidades, al adjudicar medidas contrarias a una doctrina partidaria a la modernidad y a un posible aggiornamiento del líder. Pero esto no es nuevo en el justicialismo, la juventud de los ’70 le daba color a la consigna de “si Evita viviera, sería montonera”. Por lo tanto, es hoy muy difícil saber quién sigue o quien no sigue la doctrina del General Perón.
Ingresar en esta falacia de lo que haría el líder justicialista en el universo de hoy no es productivo ni para el partido ni para la ciudadanía. Desde el fallecimiento de Juan Perón el mundo sufrió muchos cambios, desde la caída de la bipolaridad capitalismo-comunismo, los cambios tecnológicos y la irrupción de la computadora e internet, la globalización económica y un sangriento período dictatorial en toda la región latinoamericana que dejó hondas huellas. En este contexto, nadie puede jactarse de entender cómo procedería el creador del partido, más bien poder trazar algunas doctrinas o debatir de manera interna cómo seguir operando a futuro de manera consensuada. De este modo sería posible construir, y no caer en las chicanas lingüísticas que tanta división generaron.

Por qué Macri no es Berlusconi


Las comparaciones suelen ser demasiado obvias. Dos presidentes de clubes de fútbol exitosos a nivel internacional se lanzan a la política y obtienen un cargo ungido por el voto popular. Hasta aquí ambos destinos parecen calcados, pero si a ese pequeño dibujo se le añaden un fondo o contexto, más un grupo de amigos o partidos y un pasado o breve historia, las cosas no van a ser lo que parecen. A partir de aquí, algunas de las principales diferencias entre estos dos hombres.
Silvio Berlusconi, nació en una familia de clase media en Milán allá por 1939. A partir de 1960 comenzó con una pequeña empresa de construcción inmobiliaria que convirtió en la más importante de Italia. A partir de 1980 realizó inversiones en medios de comunicación y gracias a la Ley Mammí constituyó el multimedios Mediaset, el más importante y poderoso de su país.
Mauricio Macri, nacido en 1959, es hijo de uno de los empresarios más poderosos de la Argentina. Su carrera comienza como gerente general de la empresa de su padre (Socma), tras tres años de trabajo en una constructora y un banco. Su gestión siempre estuvo enmarcada bajo la órbita de su padre, Franco Macri.
Si de fútbol se habla, el flamante premier italiano compró en 1986 al Atletic Club Milan, se hizo presidente de la institución y lo llevó a la etapa más gloriosa de su historia, al llenarlo de figuras y posicionarlo en el plano internacional de manera permanente. La cantidad de títulos logrados avalaron su administración y le dieron sustento a su carrera política, aunque no fueron determinantes. Por su parte, el actual jefe de gobierno porteño fue electo presidente de Boca en 1995, catapultó al equipo a la gloria local e internacional, mientras que insertó al club en los vaivenes de la bolsa de comercio mediante un grupo inversor. Esta gestión lo lanzó directamente a su carrera política casi como el único sustento de ella.
Berlusconi emerge hacia la política luego de una breve militancia en el Partido Socialista, como el líder de la agrupación Forza Italia. Le sacaba provecho así al proceso de Tantentopoli, que en 1994 se propuso limpiar a un país corroído por la corrupción y vacío de representatividad. En ese mismo año se convirtió en premier (presidente) de Italia. En un plano similar y en un intento de aprovechar el vaciamiento político partidario de diciembre de 2001, Macri se presentó como un representante de la “nueva política” con aspiraciones presidenciales a la cabeza de PRO. Su primera incursión terminó en derrota en 2003 ante Aníbal Ibarra, para en un segundo intento ganarle la segunda vuelta a Daniel Filmus y consagrarse Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aries. Sus aspiraciones presidenciales por ahora están relegadas por las encuestas y por el contexto nacional.
En una vasta carrera política Berlusconi está por iniciar su tercer período como Premier italiano con el desafío de reducir la desocupación y la inflación, bajar impuestos y brindar desde el Estado políticas de seguridad y la reducción de la inmigración. Sus detractores le endilgan la posesión de multimedios que monopolizan la información de Italia (los suyos mas los del estado) y la aplicación de recetas conservadoras que hacen cerrar las cuentas de la Nación pero no le presta atención al problema social italiano. Por estos pagos, Mauricio Macri se hizo cargo en 2007 de la Jefatura de Gobierno porteña, luego de ser diputado nacional en 2005. Los desafíos que se le presentan redundan sobre el cumplimiento de las ambiciosas promesas de campaña en el plano de seguridad, infraestructura e inclusión social. La oposición objeta su desprecio por las actividades culturales de la Ciudad, el manejo de los Derechos Humanos, su pasado como evasor de impuestos y algunos negocios de las empresas de su padre que chocan con los deberes del funcionario público.
Todo este recorrido lleva el análisis al comienzo, los motivos por los que Macri no es igual al premier europeo. Por un lado, el contexto político italiano dista mucho del argentino, Silvio Berlusconi recibe a una Italia con problemas estructurales y con el consenso de una sociedad que viró hacia la derecha demasiado preocupada por los problemas económicos. Estas situaciones le permitirán gobernar a discreción gracias a la mayoría obtenida en las dos cámaras. Mientras Macri se mueve en un contexto muy hostil por su cercanía territorial a un gobierno nacional de signo político distinto y dentro de una sociedad demasiado proclive al reclamo. En lugar de apoyo, sus acciones reciben un constante estado de examen. Por otro lado, en la política de hoy todo surge desde la imagen, y es allí donde el carisma de Berlusconi hace la diferencia. El italiano es visto como un hábil empresario, dueño de un manejo administrativo intachable, con tintes autoritarios y una baja sensibilidad social. En cambio, Macri no goza de una imagen alta a nivel nacional, si bien su presidencia en Boca Juniors y el ingreso a la fórmula electoral de Gabriela Micchetti ampliaron su base de votantes, las últimas elecciones de Octubre lo relegaron al segundo puesto en su distrito electoral, muy lejos de la Coalición Cívica.
Mas allá de simpatías políticas, estos dos hombres que representan la derecha conservadora (con distintas acepciones en cada país) las proyecciones son distintas, Berlusconi (uno de los hombres más ricos y poderosos de su país) avanza sobre Italia donde se le pide más control tanto económico como social; Macri (hijo de uno de los hombres más ricos y alguna vez influyentes de la Argentina) restringe su influencia a Buenos Aires, enmarcado en un contexto nacional que no le es favorable. Las coincidencias existen, pero los escenarios difieren de plano.

Simplificación, la lógica de los medios


Un niño de unos 6 años, espera a Papá Noel en Nochebuena. Lo ilusionan los regalos a recibir y la figura que sólo había visto hasta ahora en televisión o en revistas. En ese instante sus padres lo invitan a salir a la calle para observar si en el cielo podían ver la llegada del trineo con el legendario personaje. Los renos nunca aparecieron y al volver a la casa, el árbol navideño estaba abarrotado de regalos. Mala suerte pensó el pequeño, aunque la realidad indicaba que sus padres dirigieron su visión hacia otro lado, para que no advirtiera que la manos que depositaron los regalos al pie del árbol no pertenecían al robusto personaje.
Algo muy similar a esto ocurrió durante el último paro del campo, donde la desinformación fue el protagonista excluyente. En ese lapso los medios no sólo llevaron de la mano a los televidentes hacia ciertos puntos de focalización, sino que se pudo registrar una mirada parcial de lo sucedido y hasta una fina toma de posición ante este proceso.
Puntualmente, el análisis radica en la construcción de verdad y el sentido de objetividad. En términos reales, la objetividad no existe. Nadie se puede adjudicar para sí ser objetivo, porque simplemente cada ser humano mira u observa una situación desde su historia y sus saberes adquiridos. Es decir que ante una manifestación una persona puede focalizar en la cantidad de gente, otro en los posibles incidentes y un tercero en la pertenencia política de dichos asistentes. Desde este punto de vista, y ante la imposibilidad de tener acceso a todos los medios simultáneamente, el público tiende a imaginar que la esta visión parcializada del medio que está mirando, leyendo o escuchando es la verdad absoluta, y obra de acuerdo con ella. Pero los diarios y las revistas son escritas por personas, que siempre imprimen a las notas su punto de vista. Y es más, quien define las líneas editoriales, también son hombres y mujeres que tienen su visión de los hechos. Más allá de los intereses de todo tipo que albergue cada medio.
Es por esto que el individuo que está escribiendo esta nota tratará, desde su perspectiva parcializada, de hacer observar algunas de las contradicciones o desinformaciones en las que cayeron los medios. Como este periodista es esclavo de sus palabras, pedirá al lector que contraste estos datos con sus experiencias, impresiones y con la información recopilada durante los 21 días de la medida de fuerza.
En principio, cuando el Ministro de Economía admitió que tal vez no se haya comunicado bien la política de retenciones, estaba más que en lo cierto. Desde el oficialismo, en lugar de informar el plan estratégico para incentivar el cultivo de trigo y maíz por sobre el de soja y girasol (buena o mala la medida, es discutible) pusieron énfasis en las retenciones y no fueron claros con otros incentivos.
Los medios se hicieron eco de esta desinformación y hablaron de las medidas hacia el campo, cuando en realidad abarcaban una parte de él. Ninguno de los periodistas que suelen adoctrinar a los televidentes con conceptos técnicos habló de este punto hasta algunos días después de las presencias en las plazas. Incluso con la explicación sobre la mesa, el tenor de los discursos seguían hablando de las retenciones “al campo”.
Como en todo buen relato, se necesitan dos bandos, los buenos y los malos. La primera noche de protesta fueron los manifestantes espontáneos con sus nobles cacerolas contra los feroces piqueteros que fueron a sacarlos mediante el uso de la violencia. A partir de allí la división fue clara: manifestantes autoconvocados (aunque se vieron expresiones que nada tenían que ver con el campo y mucho con un pasado terrible) y piqueteros (aunque hubiera sindicalistas, legisladores, diputados o simples militantes) que buscaban el desorden y la agresión. Aparte de la construcción por la diferencia que generó dicotomías todo el tiempo: a favor o en contra del campo, a favor o en contra del gobierno, a favor o en contra de los piquetes. Tomar la parte por el todo era la clave de canales y publicaciones. Nadie se detuvo a analizar nada más allá de lo superficial.
La simplificación, muchos estudiosos de los medios masivos de comunicación ponen la clave en este concepto, para bien o para mal. Los optimistas ven a un mensaje universal simplificado para que todos tengamos un mismo acceso a la comunicación y producir así un lenguaje de alcance universal. Ya que la información es poder. Por otro lado quienes no están de acuerdo con los optimistas pero sí con esta última frase, se preguntan quiénes serán los que redacten estos postulados simplificados, quiénes producirán los contenidos de sentido y con qué fines. De eso se tratan hoy los peligros de la comunicación, una visión de un mismo hecho, parcializada, puede generar distintas reacciones en la sociedad, puede contraponerlas y llevarlas a una división sin retorno. Más que contemplar sectores de pertenencia o audiencias, es hora de que los medios comiencen a pensar en fortalecer el sistema democrático.

IMPA


La coyuntura nacional se abalanza sobre los argentinos y pocas veces nos deja mirar al costado o tomarnos un instante para ver lo que realmente pasa a nuestro alrededor. La negociación con los sectores del campo, la ley de radiodifusión, la inflación y los índices del INDEC parecen difuminarse cuando algún suceso le cala hondo a uno en el interior de su ser. Tal vez sea la llegada de una verdadera noticia. O simplemente un fuerte impacto que el pasado refuerza con una historia en común.
Eso debe haber sentido aquel joven periodista que caminaba por su barrio y se enteró de algo que los medios no decían. Los afiches callejeros transportaban la noticia que no habría querido nunca leer, pero allí estaba y lo llenaba de congoja. Aquella empresa donde había trabajado su padre, aquella fábrica que fue recuperada por sus trabajadores y que, a manera de una epopeya homérica, funcionaba, producía y sostenía la dignidad del trabajo, estaba a punto de perecer. Las palabras quiebra, trabajadores detenidos, lucha y no al cierre, quedaron impregnadas en su retina y no atinaban a borrarse.
Ningún medio hacía mención de ello, ni los que llegaron a llenar alguna página estudiando el otrora fenómeno del cooperativismo, ni los que se mostraron en contra del proceso. Pero algo trastocó la agenda de noticias que mantenía en su mente el periodista y no pudo contener el impulso de acercarse, una vez más, a la empresa que fue parte de su vida en dos etapas bien distintas. De la fábrica y de su vida.
El vacío que encontró en la calles de esa noche de otoño no dejaron de proyectarle recuerdos, los de aquella infancia añorada y la de aquel trabajo documental que supo realizar cuando la recuperación industrial argentina estaba a la orden del día, en 2003. Tan cerca y tan lejos de la realidad de hoy.
Entre recuerdos gratos y momentos de tensión, el portón cerrado del viejo edificio que nació casi junto al siglo pasado ponía una traba a las preguntas. El sonido desde adentro se asemejaba al de varios tambores. Al abrirse la puerta, los bombos legüeros inundaron la calle y un hombre que hacía las veces de portero, lo anotició de las tristes novedades. La empresa IMPA había sufrido un pedido de quiebra por parte de un prestamista privado y una financiera, que reclamaban su cuota sin lugar para la renegociación o reprogramación de la deuda. Con la parte fabril corrían riesgo de cierre definitivo el Centro Cultural, una sala barrial de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (o por lo menos del viejo gobierno) y un Bachillerato con orientación artística.
Los medios no tomaron en cuenta tampoco que el Gobierno porteño hizo caso omiso a los pedidos que se hicieron para rescatar el predio, ni que podían quedar en condición de calle más de 90 familias que dependían del funcionamiento de IMPA. Sin contar los puestos de trabajo culturales, docentes y profesionales médicos que también quedaban cesantes. Es claro que esta cultura invisible a los grandes canales masivos de comunicación, no es de la incumbencia de Macri y sus atildados funcionarios. Tal vez tampoco, pensó el joven hombre de la prensa, importa incursionar en la salud popular si bastaba con cerrar esa sala de primeros auxilios que tan buen trabajo realizaba en el barrio. Atendiendo a porteños, nadie llegaba allí de otras partes del país.
El ejercicio que se le presentó al periodista fue ¿cómo lograr insertar este tema tan poco importante en apariencia, en la coyuntura nacional?¿por qué esta empresa debería recibir algún tipo de ayuda dentro de todas las que existen en la ciudad? Y se imaginó dos respuestas, una económica y otra social. El trabajo realizado con las puertas abiertas hacia los vecinos habla por sí sola de una tarea destinada a la comunidad. Tanto como ser refugio de artista y formador de nuevos empleos en ese rubro. Por el otro lado, al periodista joven se le venía a la cabeza un Gobierno Nacional ofreciendo créditos blandos para pequeños productores del campo mediante el Banco Nación. En este caso la industria, y de esta alguna vez importante empresa transformada en PyME por sus trabajadores, presenta las mismas condiciones para que el Estado la tome como socia en el crecimiento fabril argentino. Para enmendar así, de alguna manera, lo que su par de Buenos Aires no considera viable para invertir los impuestos de los ciudadanos.
En resumidas cuentas, Trabajo, Salud, Cultura y Educación son los pilares de una sociedad desarrollada y sustentable a futuro. Esos son los preceptos que sostiene esta fábrica/centro cultural. En épocas de negociación por mayores o menores ganancias, observar otras partes de la economía no tan favorecidas sonaría a deber del Estado. Más en este caso, si viene acompañada con semejante función social.

Fotos


En tiempos de tanta diversidad de partidos, donde las ideologías quedaron presas de las distintas alianzas o frentes electorales conformados con miras al 28 de Octubre, una foto con uno de los candidatos presidenciables cotiza muy alto en Argentina. Tanto sea para arrastrar votos o para darle prestigio a un desconocido para la masa votante, esas imágenes guardan, más allá de la contienda electoral, un fin en si mismo.
Esta tradición argentina se remonta a los tiempos del exilio del general Perón, cuando innumerable cantidad de militantes pasaban por la quinta de Puerta de Hierro para tomarse una fotografía con el líder peronista, y así volver al país con la bendición en fotogramas y un fuerte impulso para sus actividades políticas. A partir de ese momento, en principio en el Partido Justicialista y luego en el resto, las imágenes posadas junto a referentes se configuran como apoyos personales.
Incluso esas fotos encerraban distintas categorías, de corte semiológico, que harían poner colorado al mismísimo Barthes y sus estudios de la interpretación de la fotografía. Una de las categorías habla de lo profundo de la relación con el referente en la instantánea, si existe sonrisa, abrazo o cercanía corporal, se habla de una relación estrecha o de lo que se llama una foto producida, con el tiempo necesario para armarla. Lo contrario a la lejanía de los cuerpos y rostros serios o sin mirar a cámara; implicancia de falta de feeling entre los protagonistas pictóricos. Otro factor fundamental lo implicita el escenario donde se toma a foto, no es lo mismo una escenografía multitudinaria detrás de los protagonistas, que denota una foto sacada con rapidez y aprovechando el momento; que otra disparada en la intimidad de un despacho donde seguramente hubo una audiencia privada. Un cabal ejemplo de esta tradición la encarnan cada uno de los Presidentes de la Nación, quienes son sometidos a una innumerable cantidad de fotos por día, en directa proporción con las reuniones que tiene en agenda. Así, cada uno de los asistentes busca llevarse la imagen con el primer mandatario, que le retribuirá mayores éxitos que obtener el resultado de la gestión que los llevó a la Casa Rosada.
Esta vieja costumbre ha sido trastocada en los últimos años con el advenimiento del Photoshop. Pero no sólo por las herramientas que este editor de imágenes presenta sino por la nueva configuración cultural que lleva consigo la posibilidad de tomar dos fotos y montarlas de una manera sencilla, barata y de calidad. La incursión de esta tecnología hizo dar un vuelco fundamental en la política argentina y fundamentalmente ayudó para la vía libre de alianzas entre personas que no siempre tuvieron buenas relaciones.
En materia de afiches electorales, las viejas campañas debían ser soportada por los candidatos emplazados en un mismo estudio fotográfico. Pero la cercanía física implicaba un mínimo de feeling entre ellos, por lo que era imposible juntar a dos candidatos con mala relación entre sí para una foto de campaña. O para candidatos que estaban muy alejados geográficamente y tenían que realizar costosos traslados para obtener la foto con el candidato presidencial. Todas estas imposibilidades son cosa del pasado a partir de la tecnología.
Al día de hoy es muy sencillo observar en paredes, carteles o spot televisivos a postulantes electorales compartiendo imagen con el Presidente, que si bien conviven en las listas oficiales, están en las antípodas de la ideología y la simpatía personal. Así, cabe observar a Néstor Kirchner flaqueado digitalmente por Alberto Samid o a Cristina Fernández de Kirchner compartiendo foto con el eterno y recién renunciado Manuel Quindimil. La imaginación es el límite.
Es impensable analizar la proliferación de alianzas gracias a las nuevas técnicas gráficas, pero han abierto un nuevo espectro en lo que a representatividad se refiere. Las fotografías originales han perdido su halo de autenticidad y pueden verse trucadas en cualquier momento. De hecho, todas las fotos sacadas bajo la vieja tecnología de los negativos han perdido, de alguna manera, parte de su veracidad histórica. Esto produce una presunción de irrealidad en todas las fotografías importantes que se presenten como documentación (atentos a los nuevos peritos de photoshop), testimonio de apoyo o simple recuerdo. Mientras tanto, sigo mirando mi foto con el General Perón en el balcón de Plaza de Mayo, aunque haya nacido más de dos años después de su fallecimiento.

Veranito Porteño


Buenos Aires suele recibir las oleadas de calor intenso, que lo vienen atacando en los últimos años, con un dejo de resignación. Las temperaturas boreales atentan contra el porteño mejor dotado por la naturaleza para resistir la inefable mezcla de humedad y calor. Para que la cosa empeore, el afamado Microcentro porteño libera una sensación térmica entre 3 y 4 grados sobre la temperatura del día, por lo que llevar adelante la vida fuera del resguardo de los aire acondicionados es sencillamente imposible.
Pero un pequeño oasis se abre paso entre tanto gigante de cemento. Paradójicamente no es un lugar indómito de la ciudad, ni un paraje perdido entre el flujo de las avenidas y los pequeños callejones. No señores, es una de las calle más famosas de Buenos Aires, es la mismísima calle Florida. Pero ¿cómo? ¿Qué hace a este antiguo paseo porteño un oasis del penetrante calor veraniego? Bien, todo comenzó una tarde de verano cuando las más importantes tiendas que se erigen en la peatonal céntrica comenzaron a importar grandes aparatos de refrigeración, ayudados por la irrestricción de importaciones. De pronto, los gigantes aire acondicionados comenzaron a despedir más frío del necesario para cubrir los metros cúbicos de dichos centros comerciales. Y, de esa manera, corrientes de aire glaciaria invadieron porciones del histórico granito céntrico y los transeúntes comenzaron a beneficiarse por ella sin pisar una sola baldosa de los locales de ventas.
Desde Corrientes hasta Diagonal Norte, las tardes en que la temperatura trepa cómodamente los 35 grados, se puede observar una carrera de postas que nada tiene que envidiarle al sistema conductista de Watson de dolor-falta de dolor. Los protagonistas habituales de esa suerte de maratón mantienen un comportamiento uniforme, aceleran despavoridamente en zonas de calor intenso y regulan su paso hacia un andar cansino cuando la atmósfera refresca. Cual cobayos por un laberinto, los transeúntes buscan la falta de sudoración y un descanso para los ajetreados pulmones, ante la mirada atónita de la gran cantidad de extranjeros que vistan este shoping al aire libre.
Se podría trazar un circuito entre estas calles para mantenerse refrigerado. Son de la partida locales deportivos, tiendas de electrodomésticos, casa de ropa, librerías, tiendas de música y todo espacio protegido por el halo protector de las frigorías. De hecho, hasta los propios vendedores ambulantes o músicos de ocasión comienzaron a priorizar, en la elección los sitios donde instalarse, la corriente de aire frío al estado de las veredas o el flujo de transeúntes. Esto impone un obstáculo más al accidentado circuito, casi un raid de aventura.
Mientras tanto, se comienza a ver en los comercios de la peatonal Florida que el porcentaje de los compradores se vea rebasada por el de las personas que se refugian transitoriamente del calor. Una nueva herramienta del marketing nacional para atraer acalorados que tal vez consuman o compren algún producto de la casa. Los comerciantes de parabienes.
La ola de calor seguirá adornando el paisaje de Buenos Aires, y contar con estos oasis se vuelve una excelente alternativa para llegar en mejores condiciones al trabajo. Solo se le debe rezar a las empresas proveedoras de electricidad para que sigan brindando el suministro normal, o, si esto fallara, que los dueños de estos locales cuenten con un grupo electrógeno habilitado a esos menesteres. Y, ya que estamos, tratar de que las estaciones de servicios que nutren de gasoil a estos equipos, hagan caso al Gobierno nacional y retrotraigan sus precios a octubre del año pasado. Y si todo falla, es de recomendar el ingreso a los taxis que tengan el cartel de AIRE.

Las diferencias desde la continuidad


Los grandes intelectuales y politólogos no parecen equivocarse: estamos transitando la era de la imagen. A la vera de la opinión pública, no sólo es necesario estar capacitado para cumplir una función pública sino parecerlo. Por otro lado, de la visión que emane un gobierno dependen de la recepción de sus actos y la respuesta que tendrá desde la población. He aquí el primer problema. A veces las mismas acciones a priori positivas generan un escenario contradictorio y hasta conflictivo.
Ante una opinión pública que miraba con recelo los pocos cambios realizados en el gabinete del nuevo gobierno nacional, nombrar a un hombre joven con un abultado currículum era una jugada arriesgada, pero que reforzaría una imagen progresista de la administración entrante. Martín Lousteau se mostraba a priori como un técnico especializado que contaba, pese a su juventud, con una importante carrera política en la administración pública de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, cuando una maniobra es arriesgada suele tener un sesgo de error y las características que pueden ser positivas chocan contra la realidad. Lo cierto es que ante los conflictos suscitados con el campo y las diferencias de visión con otros sectores del gabinete (no sólo Guillermo Moreno) Lousteau no pudo imponer su personalidad, ni sus medidas económicas, ni su liderazgo en el diálogo con las partes. Ya sea por su juventud o por falta de aplomo, el ahora ex ministro no recibió la respuesta que se esperaba con su nombramiento.
Relacionado con lo anterior, se pudo observar en estos últimos meses el resurgimiento de la economía como tema central de la política argentina. Lejos de haber sido extrañada, su nueva aparición en la vida cotidiana fue decepcionada como una falta grave por parte del gobierno. Es decir, uno de los grandes aciertos de imagen del gobierno de Néstor Kirchner de asentó en el manejo de la agenda gubernamental, con un fuerte acento en la política y un posicionamiento de la economía en un segundo plano. En estos días, el plano de lo económico y sus temas relacionados han copado todos los titulares, y monopolizan los comentarios, temores y elucubraciones de la ciudadanía.
Otro controversial punto de la imagen gubernamental recae sobre la cabeza del Ejecutivo. Cristina Kirchner se erigió como la primera mujer presidente electa por el voto popular, con un antecedente para nada feliz de María Estela Martinez cuando se hizo cargo de la primera magistratura tras la muerte de Perón. El desafío era mostrar autoridad, pero no autoritarismo, ya que la primera es una característica altamente elogiada para los hombres de poder pero, vaya a saber uno por qué, es fuertemente criticada en una mujer. Aunque no se pueda negar que la presidenta tenga una imagen fuerte, la falta de experiencia o los propios prejuicios al ver a una mujer en el poder, trastocan una visión que progresivamente se irá asentando.
Finalmente, la meca de la opinión pública, los medios de comunicación. La nueva administración de Cristina Kirchner, decidió tener en principio una relación más abierta con la prensa que su antecesor. Comenzó a comentar los temas de agenda política y tuvo una participación mucho más fluida en el entorno mediático. Con el correr del conflicto del campo, esta relación se vio trastocada. No dejaron de lado al cuarto poder, sino que le dieron (en algunos casos) la importantísima categoría de enemigo del gobierno. La puesta en debate de la ley de radiodifusión y el observatorio de medios avalan esta nueva posición hacia los mass media.
A más de cuatro meses de asumido y contra todos los pronósticos, el nuevo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner comienza a diferenciarse tibiamente del de su marido. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos y los pocos aciertos o errores de la administración han resultado en este estado de las cosas. Es decir que si Néstor Kirchner hubiera sido reelecto, estaría afrontando los mismos avatares. Es por eso que a pesar de las diferencias de forma, la continuidad no parece sufrir ninguna modificación. Al menos por ahora.

El ciudadano-cliente


Se han realizado demasiados análisis en nuestros días sobre el gen del político argentino. Someras investigaciones han detectado distintos tipos de conductas y todas cotizan en baja para la opinión pública. Hasta el caso más festejado, el político honesto, nace con el funesto aura de la declinación hacia algún futuro acto turbio. En la década pasada, acompañado por el nacimiento de la convertibilidad, se pudo observar cómo un nuevo tipo de hombre comenzaba a posicionarse en los primeros planos de la política; en detrimento de los viejos representantes que hacían carrera desde jóvenes y llegaban con experiencia de gestión. Los empresarios exitosos desembarcaron en los gobiernos exhibiendo chapa de líderes en el ámbito privado. Y no sólo se afincaron en cargos electivos, muchos fueron incorporados a carteras relacionadas con sus empresas por el gobierno nacional de ese entonces, para reforzar su política “liberal de mercado”.
Como en todo, la fascinación por estos perfiles mermó cuando la política volvió al centro de la escena, desplazando a la economía. En un contexto internacional distinto al de los 90 y con una economía más focalizada a la producción local que a los mercados internacionales, este tipo de protagonistas que trataban de ejercer el gobierno como manejaban sus empresas, cayeron en desuso. Esta raza comenzó a ver su extinción a manos de hombres que pertenecían a la rama más novedosa de la vieja política, que se autodenominaron “nueva política”.
En un contexto de país bastante distinto a aquel y bajo la acusación de estar siempre a contramano del país, Buenos Aires ha elevado a la función de Jefe de Gobierno a un empresario que cabe perfecto en el traje de aquellos hombres de los 90. Aunque ese traje venga cargado con falta de experiencia política, de gestión, y un nutrido número de asesores que guardan intereses poco claros. Y es en ese primer punto donde se notan las falencias más importantes de su novel gestión gubernamental.
La búsqueda de ajustar, ante el déficit entregado por Telerman, lo llevó a elevar los impuestos de ABL de manera arbitraria, de golpe y hasta en un 250% en algunos casos. La lógica empresarial de Macri y su grupo de asesores lo llevó a conseguir dinero a cambio de un incremento que no todos los ciudadanos pueden pagar. Esto se hizo apresuradamente en lugar de anunciar a largo plazo un aumento paulatino y chequeado casa por casa el revalúo. También denota un alto grado de inexperiencia el anuncio de darle prioridad de atención a los porteños en los Hospitales Públicos de Buenos Aires, ya que se sabe que el Gobierno Nacional destina partidas para abastecerlos porque no sólo atienden a bonaerenses, sino a personas de todo el país. El ex presidente de Boca quiere mostrarse del lado de los porteños a ultranza, pero casi ninguno de los habitantes de Buenos Aires está de acuerdo con esta política.
Con respecto a los golpes de efecto, hacer reuniones de gabinete en lugares públicos parece acto de ingenuidad porque, aunque tengan las puertas abiertas, nadie va a acercarse y presenciar las reuniones de gabinete un gobierno, más bien prefieren recibir el material procesado por los medios de comunicación. Poca repercusión tienen y poca repercusión tendrán, a menos que se encuentren en una situación crítica de gobierno; pero en esos casos no será posible que las hagan de esa manera. Los gestos de corte empresarial para generar empatía entre los empleados y la empresa no tienen demasiada semejanza si se llevan al plano gubernamental. Los ciudadanos están identificados con Buenos Aires, no así con algunos gobiernos.
Existe un punto en el que sí se puede encontrar semejanzas entre Mauricio Macri y quienes él mismo tilda como integrantes de “la vieja política”: a menos de tres semanas de su asunción ya rompió su primera promesa de campaña con el anuncio de no renovar 2000 contratos a personal del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Consultado en campaña por este tema dijo que no iba a despedir a nadie que trabaje. Difícil es comprobar si las 2000 rescinciones fueron a empleados denominados ñoquis, pero el número es alarmante. La relación de este tipo de políticos empresarios con sus votantes encierran un doble proceso donde las fronteras entre ellos son poco claras. En lugar de un Jefe de Gobierno que guie las relaciones sociales de sus gobernados, dando equidad y coexistencia a las demandas de cada uno de ellos; se observa a un empresario que trata a sus votantes como clientes.
Cuando el Jefe de Gobierno porteño se apresura a dar respuestas a los reclamos, no da cuenta que los derechos de uno terminan cuando empiezan los del otro. Esta forma de tratar a los vecinos como clientes, mediante la realización de acciones rápidas y mediáticamente satisfactorias para dar golpes de efecto ante los reclamos sociales, encierra una desatención a los reclamos de fondo y los problemas de infraestructura. Esta falta de visión, con el tiempo, redundarán en todo tipo de falencias sociales y estructurales que pueden terminar en problemas sociales mucho peores. Las consecuencias de estos actos se ven muchos años después de la administración. Algo que las urgencias del Buenos Aires de hoy no pueden darse el lujo de pasar por alto.

Ser progre hoy


Cuando éramos chicos las cosas estaban bien claras, existía la derecha, la izquierda y los no alineados, divididos en primero, segundo y tercer mundo, como una forma más simpática de nombrar ideologías que gozaban de muy mala prensa. La derecha con el fuerte impulso del capitalismo como religión monoteísta, se debatía entre un discurso más liberal a nivel económico de la mano del libre mercado y un fuerte intervencionismo estatal sobre las políticas de estado. Por el otro lado se erigía la izquierda, con un discurso de igualdad económica e intervención de un Estado fuerte con manejo de los recursos generados por sus dirigidos; todo esto acompañado por un fuerte control político con lo que se hacía y decía, tanto dentro como fuera del régimen. Y un tanto menos indecifrable y tomando algunos términos de cada una de ellas se podía ver emerger una tercera corriente o “tercera vía” autodenominada los no alineados. Esta corriente no tuvo un mayor protagonismo durante el mundo bipolar, pero tras la caída del muro de Berlín fue la receptora de la mayoría de los países que se sintieron excluidos de este nuevo reordenamiento político mundial. Con el atrevimiento de contradecir a Francis Fukuyama, no fue ese el “fin de las ideologías” sino la era del “reacomodamiento de las ideologías”, que entrarían en una dimensión confusa (no desconocida) donde los dos extremos del espectro político se encontrarán unidos bajo el mismo rótulo de “progresismo”. Pasaron los años y en 2007 la pregunta sigue siendo la misma ¿qué es ser progresista hoy?, serlo hace a uno simpatizar con alguna corriente política, ¿ser progresista implica ser de derecha o de izquierda?. En la Argentina preelectoral de estos días, la respuesta se hace un tanto compleja. Si bien hay candidatos que dicen ser el progresismo encarnado, las ideologías no pueden detectarse en sus propuestas, ya que todos tienden a proponer lo mismo con diferencias ínfimas. En esta nueva era del marketing del candidato, es más positivo para una campaña “pegar” el eslogan justo o hacer del candidato un integrante más de la familia, que presentar una base de propuestas seria y organizada. Dicha plataforma solo aparece cuando, sobre el final de la campaña, los demás recursos publicitarios fallan y el candidato se encuentra desfavorecido en las encuestas. Y es en ese punto donde el progresismo se muestra como la única definición bien vista por la sociedad argentina luego de la crisis de 2001. Todos los candidatos van a repetir esa palabra como bandera de su ideología, como una repetición marketinera que no siempre tiene que ver con la realidad. En este (y emulando a Fukuyama) fin de los partidos políticos, donde la mediatización es la mayor arma que el político puede esgrimir, y los dos extremos se limitan solamente a centro izquierda y centro derecha ; se debería reclasificar a ese progresismo que los enmarca en subgrupos como progresistas liberales o progresistas conservadores, progresistas por una elección, etc. La Argentina política, aunque parezca un caso particular, está inmersa en una corriente mundial donde la fuerza centrípeta de las ideologías empujó a todos los partidos a un radio de 10 grados alrededor del centro: 5 grados a la izquierda y 5 grados a la derecha. Tal como lo dijo el General Perón, uno de los personajes más importantes de la historia política argentina refiriéndose a las distintas corrientes del partidismo de su país: “Peronistas somos todos, los hay de derechas y de izquierdas”, si trocáramos progresistas por peronistas, tendríamos la más aguda y acertada definición de esta realidad.

La desvalorización del trabajo

Promediando la escuela secundaria uno se suele encontrar con materias como Educación Cívica, que no solo enseñan las herramientas para vivir en una sociedad democrática, sino definiciones o mandatos sociales que nos acompañarán para siempre en el devenir social. Uno de esos conceptos versa sobre la doble posibilidad que ofrece el trabajo para el individuo, quien a la vez que obtiene el sustento para rehacerse a sí mismo productivamente, se realiza como persona al vincular sus área laboral con su vocación y desde esa unión lograr la trascendencia.
Esta verdad, que en los libros parece tan obvia y tan límpida, comenzó a confundirse en la década del ´90, como todo el trabajo en general. La creciente desocupación, la desregulación y precarización del trabajo, dieron como resultado un cambio cultural donde las remuneraciones por realizar un trabajo vocacional comenzaron a mermar bajo una alarmante sensación de normalidad. Incluso se vio trastocada la forma de realizar “carrera” para los jóvenes profesionales recién salidos de las universidades. Comenzaron a ser cada vez menos las empresas que toman a estudiantes para que se hagan en la profesión mediante la experiencia del trabajo y el estudio. La aceleración de fin de siglo requiere un trabajador full time, que tenga la mayor cantidad de conocimientos adquiridos y que trabaje al menor costo operativo. Es por eso que nadie toma a personas para que construyan experiencia, como si se le diera a la misma un valor de mercado que los jóvenes deben pagar antes para obtener un trabajo que concuerde con su vocación/estudios.
Esta modificación determinó la preocupante situación actual: el trabajo gratis a cambio de experiencia. La nueva forma laboral encarna grandes diferencias con el trabajo ad honorem, donde la motivación a cumplir las tareas conlleva un fuerte carga de altruismo, prestigio y pertenencia que no se presentan en el caso del trabajo gratuito. También es de tener en cuenta que la mayoría de los trabajadores ad honorem, son portadores de otras labores rentadas que sí tienen que ver con su vocación y realización personal.
En tiempos de mercantilización de la experiencia, es muy común observar una fuerte separación entre el trabajo vocacional y gratuito con el trabajo de subsistencia. Esta dicotomía conlleva una complicidad empresaria, que en la búsqueda de una productividad mayor con menos costos operativos, hizo crecer este fenómeno. Esta anuencia produce una disfunción en la sociedad, donde los valores del trabajo, la movilidad social y la sensación de progreso retiran hacia atrás el punto de partida de una carrera laboral. Se instala, a modo de producto de mercado, la idea de tener que pagar de alguna manera esa experiencia ya sea trabajando gratis o hasta generando un ambiente pago donde uno la adquiera (cabe como ejemplo quienes pagan espacios para realizar su vocación). Incluso, hacia el interior de las nuevas fuerzas laborales, surge una situación de desvalorización creciente de las labores personales y profesionales. Un individuo que no ve retribuida su tarea profesional, comienza a convertir en hobbie su profesión y tiende a llamar “trabajo” a lo que le cuesta, le da tedio y no disfruta. Una especie de condena por la que se obtiene dinero.
Desregulación, ablandamiento de las normas, reestructuración, reacomodamiento, crisis. Términos que mitigan siempre a las mismas palabras: equidad, igualdad, trabajo. La igual remuneración por igual trabajo que rezan los libros que muestran el estado ideal de las cosas suele ser vehementemente atacado por estos conceptos. En el camino a la restitución de los derechos laborales que se está desarrollando en el último lustro, sería de avanzada preocuparse también por la evolución de este derecho básico que tan vapuleado está.

De nieve y edificios

Otro feriado como cualquier otro. Eso pensaron gran parte de los chicos porteños que se levantaron este 9 de Julio y contemplaron lo nublado del cielo, acompañado por el frío insistente que calaba los huesos. Las opciones para matar el tiempo se reducían a lo de siempre para un chico que nació en una gran cuidad: jugar con la computadora, en el mejor de los casos con la playstation, mirar alguna película o desempolvar algún libro ante la mirada atónita de mamá y papá. De parte de los grandes no había mucho que esperar, día muy frío y nublado, un día más de descanso para los que no aprovecharon el fin de semana largo, una buena siesta y no salir de casa hasta el próximo día hábil. Dentro de este panorama, la resignación es moneda corriente y, para colmo, la luz solar filtrada por las nubes era cada vez menor y la noche amagaba con establecerse en plena tarde.
Pero de pronto, y cuando era inevitable que la tormenta y la lluvia acaparen todo, grandes y chicos comenzaron a ver que las precipitaciones caían muy lentamente y eran permeables al viento. No era una lluvia normal, pero de igual manera mojaba las ventanas y las calles. Tras estar varios minutos observando esas extrañas gotas ocurrió lo inesperado. Buenos Aires estaba ante la presencia de una nevada, 80 años después que se registrara por última vez en la ciudad. Los parques, los árboles, los autos y los techos de las casas comenzaron a teñirse lentamente de color blanco. Y de pronto un feriado lleno de aburrimiento y quietud se convierte (mega abrigos de por medio) en una fiesta de nieve en la que no faltan muñecos, guerras y un espectáculo natural al que los habitantes de la Capital Federal no están acostumbrados.
Entrada la tarde y con los primeros destellos nocturnos, las calles nevadas se cubrieron de familias que disfrutaban de ese regalo que el cielo y la corriente polar que afecta al país depositaron en ellos. Muchos chicos conociendo la nieve por primera vez, pero también muchos grandes nunca habían tenido la posibilidad de estar en contacto con una nevada. Muchos de ellos, con sus celulares a memoria llena, registraron fotos y videos de este día tan especial. También la televisión se dedicó a capturar emociones en algunos momentos en combinación con una pizca de vergüenza ajena en otras. Se dijo que en algunos lugares de conurbano bonaerense la nieve fue más espesa, en inversa proporción con la cantidad de grandes edificios.
Cuando la oscuridad y la noche se apoderaron de todo, y con ellas una nevada un poco más densa, las calles quedaron abandonas y el frío se copó todos los espacios donde horas antes grandes y chicos se divertían de la misma manera. Como suele pasar con estas cosas, niños para los cuales la nieve es parte de su vida se muestran azorados ante los imponentes edificios porteños, esa misma cara de asombro que a los niños porteños se le dibujó cuando comenzaron a ver caer nieve entre esos imponente edificios.

El piquete y la distancia

La Constitución Nacional, los derechos de las personas enfrentados en un mismo libro. Por un lado la libre circulación en el territorio contra el derecho a protesta y a huelga. La población se debate entre uno y otro lado, comparte ideas pero también critica. De la simpatía por los antihéroes novedosos hasta el hartazgo por no poder llegar en horario al trabajo.
Cuando en los 90 entraron en escena los piquetes en Cutral-Co o en Plaza Huincul, tanto como en Jujuy; la lejanía y la poca implicancia en la vida social del resto de los argentinos hicieron que estas protestas fueran apoyadas por la mayoría de una opinión pública anestesiada por la desinformación, el dólar barato y las compras en cuotas. La desesperación y la conversión paulatina de grandes ciudades petroleras en pueblos fantasmas era el motor más eficiente de los primeros cortes de ruta de la era moderna. Claro que no faltó represión, limpieza de ruta y heridos en pos de la libre circulación de las rutas comerciales a nivel nacional. El tiempo, la crisis y la aglomeración de pobreza en los principales cordones urbanos de las ciudades más importantes del país, hicieron que este caudal de protestas llegaran a Buenos Aires. Este gran caudal de movimientos que coparon en varias oportunidades la ciudad, comenzaron a cambiar el humor del ciudadano común que empezó a verlos como delincuentes que no querían trabajar y vivían del Estado. Ya no eran vistos como emergentes de una coyuntura desfavorable y de una crisis industrial que llevó a la Argentina a una crisis terminal.
Algo similar pudo verse a finales de 2003, cuando los revitalizados gremios comenzaron a tomar medidas para discutir los salarios. Un primer paro de subtes fue visto en buena medida como una reivindicación de los trabajadores tras años de ostracismo. Tras ciertas conquistas salariales, quisieron ir por más y el pasajero común dejó su apoyo de otros tiempos en los retrasos para llegar a trabajar. Hace algunos meses, estas protestas generaron violencia y total desentendimiento de los ciudadanos. La mayoría comenzó a trocar la palabra justicia por obscenidad.
Suerte parecida corrieron los pilotos de avión y personal de servicio aéreo con los repetidos paros de servicio de cabotaje. La tensa paz le dio paso en corto tiempo a disturbios que hasta hoy se producen.
La percepción del último paro del campo desarrolló este proceso en tiempo récord, con la única salvedad que fue retirado a tiempo. Esto tanto por el tan promovido diálogo con el gobierno como por el agotamiento de los mismos piquetes. En un principio muchos ciudadanos (se pueden discutir sus niveles de información o contra quién protestaban) apoyaron el paro del campo con su presencia en Plaza de Mayo. Los días siguieron, los gestos del gobierno allanaron un poco el camino y la protesta quedó vacía de sustento. La ampliación de la información sobre los motivos del paro comenzaron a llamar al silencio a los hombres y mujeres de la ciudad, el comienzo del desabastecimiento y ciertas actitudes desacertadas en el seno de los propios piquetes hicieron el resto. En consecuencia, el paro fue suspendido por 30 días para una negociación entre las partes. O se podría decir que fue levantado justo cuando las voces de protesta por la falta de alimentos se empezaban a escuchar.
De los hechos ocurridos en las últimas semanas se pueden sacar un puñado de conclusiones que deberán analizarse en los próximos días y no tienen que ver demasiado con las protestas en si. Por un lado, este conflicto desnuda la falta de una política agropecuaria y agroindustrial a largo plazo consensuada por todos los sectores intervinientes. Por otra lado el descontento de una parte de la sociedad que se hizo escuchar, aunque el tema central no fuera el campo. Los emergentes no fueron los correctos, pero sirve para tomar nota si se busca una sociedad donde la convivencia y la unidad sean la moneda de cambio.
De las crispaciones generadas en los últimos días, las definiciones parecen apoyarse en la confrontación. Estar en contra del gobierno o estar en contra de la Sociedad Rural parece la posición a tomar. Los hombres de campo levantaron el paro con un sinfín de advertencias al gobierno, el Ejecutivo propone diálogo pero marca la cancha de condicionamientos. La clave será la no adjudicación de vencedores ni vencidos y un esfuerzo para acercar a las partes, de eso se trata gobernar.

La atención telefónica en tiempos de Globalización

No es una nota más sobre call center. No es un cúmulo de anécdotas graciosas, donde las personas que llaman se erigen como protagonistas por su lucidez o por sus pocas luces. La historia tiene que ver con un creciente fenómeno que se está fagocitando el trabajo joven en la Argentina. Una nueva forma laboral que desafía las formas de trabajo tradicional y se basa en alienación y mecanización del individuo, en algunos casos la negación de su personalidad y hasta de su idioma.
Si bien los cambios en la estructura del trabajo siempre tuvieron tanto apoyos como críticas desde sus inicios, y ya con la Revolución Industrial del siglo XVIII muchos intelectuales y teóricos de la época creyeron ver el Apocalipsis cerca de los conglomerados industriales. La calidad de vida de la población decayó y se debió recurrir a nuevos elementos de la mecánica cultural para aletargar la dura vida del trabajador fabril.
Lejos de un cambio tan radical de las condiciones laborales, el nuevo fenómeno post salida de la convertibilidad y consecuente devaluación del peso, comienza a erigirse como una nueva transformación puntualmente en el inicio de la carrera laboral de los jóvenes.
En la etapa de inserción laboral que se produce luego de la escuela secundaria, la elección de una carrera universitaria y una ocupación laboral suelen ser las decisiones más importantes que presenta la incipiente adultez. En ese pasaje a la vida adulta, un trabajo de pocas horas, donde las responsabilidades se terminan en el día, permite concentrar tiempo en el estudio y el ambiente, a priori, es distendido y lleno de gente joven, realmente suena tentador y se erige como una posibilidad para aprovechar.
Pero, como para eso existen los refranes, no todo lo que brilla es oro y esta oportunidad de ganar dinero y poder proyectar otras actividades al mismo tiempo, se ve truncado por distintos problemas que acarrea este tipo de trabajo donde estar conectado a una máquina durante un tiempo es parte de la rutina.
Ahora, en un momento de formación de personalidad, el trabajo de call center suele tener bemoles infranqueables en la rutina de un operador que pueden peligrosamente quedar impresos en su personalidad. La repetición y maquinización de los llamados que no le da oportunidades de desarrollo a un individuo que se conecta por primera vez con una experiencia laboral. Incluso estar siendo parte de una máquina, donde ser humano, teléfono y computadora comulgan en una sola operación. Todo esto bajo el monitoreo de un sistema perfectamente diseñado para saber cada uno de los pasos de estas personas y resumir todo en las frías estadísticas y parámetros a cumplir. Es decir que un grupo de individuos dejan su condición de persona para convertirse en estadísticas.
Los llamados call center argentinos fueron beneficiados por la tercerización laboral y comenzaron a recibir cuentas de distintas partes del mundo. Estas multinacionales abarataron costos y dejaron la atención de sus clientes a las empresas formadas en Argentina para ese fin. La proliferación de estas empresas generaron un vacío legal con respecto al régimen laboral y las condiciones de trabajo que le correspondían a cada operador. También gracias a ese vacío, algunas empresas telefónicas formaron otro emprendimiento que tomó cuentas de call center extranjeros y también las propias, con condiciones laborales fuera del convenio del sindicato de los telefónicos.
Los call center crecieron a la sombra del advenimiento del sector servicios como motor del crecimiento económico de los años 90. Paradójicamente el final de este sistema colapsado en 2001 fue quien le dio el impulso suficiente para generar empleo. Estos centros de atención telefónica imponen gran cantidad de vicios al sistema laboral y a la salud y la formación de los individuos. La despersonalización y la degradación de la propia personalidad a manos de un todo que es la representatividad de la empresa, mientras se trabaja en condiciones dispares y con consecuencias en el buen estado general del operador. Varios proyectos de legislación a este trabajo fueron presentados y no prosperaron. Se debería abordar un trabajo serio, de la mano de distintos especialistas con miras a una regulación de este tipo de trabajo, especialmente enfocado a la cantidad de horas de exposición y remuneración según el desgaste.

sábado, 10 de mayo de 2008

Recuerdos de elecciones

La memoria tiene recovecos donde se almacenan recuerdos que uno cree olvidados y cuando menos lo espera vuelven con asombrosa lucidez y tangibilidad. Eso ocurre cada vez que participo en un acto eleccionario, me invaden una catarata de imágenes que pueden contar cada etapa de la vida de una persona y de un país.
La primera escena se produjo en 1983 con la vuelta de la democracia. Fue la mañana del 30 de Octubre cuando de la mano de mi papá y mi abuelo concurrí a esa cosa rara que los grandes llamaban elecciones. Fue justo allí donde entré por primera vez a un cuarto oscuro, con 7 años, y pude ver a mi padre hacer esa extraña maniobra de poner una boleta en un sobre y depositarlo en un cajón de madera. Recuerdo mi asombro por ver un aula muy parecida a la mía en primer grado, con las ventanas tapadas por papel de diario para que nadie viera desde afuera. Reconozco en ese lugar el primer acto de mi vida política. Sin saberlo, mi viejo dio el puntapié inicial que despertó mi interés por esta actividad, que tiempo después abrazó al periodismo y formaron al que hoy escribe. El día soleado de ese domingo auguraba la etapa de luz luego de tantos años de sombra. Luego del triunfo de Alfonsín, tomé al nuevo presidente como una especie de superhéroe que nos protegía de todo. El tiempo fue cambiando mi forma de ver las cosas, tanto por madurez como por las circunstancias.
El año 1995 dio comienzo a una nueva etapa de mi vida, luego de varios años de interés político y ya enarbolando una bandera partidaria, me llegó la hora de votar por primera vez. Volví a desandar el camino desde mi casa hacia la misma escuela, sólo que el recuerdo del niño colisionó con la visión del joven; todo me pareció mucho más pequeño que en mis recuerdos. Volví a llegar con mi papá, pero esta vez entramos al mismo cuarto oscuro de 12 años atrás en forma alternada y de a uno. Realmente no fue tan especial como lo había idealizado tiempo atrás. Ese 15 de mayo las nubes cubrieron el cielo de la ciudad, para mí esos nubarrones representarían los tiempos difíciles de la segunda presidencia de Menem, donde la industria nacional entró en su fase terminal.
El último recuerdo que me marcó a fuego en una elección ocurrió el 14 de Septiembre de 2003, en la segunda vuelta de las elecciones para Jefe de Gobierno porteño entre Aníbal Ibarra y Mauricio Macri. Tres días antes del ballotage fui citado para ser autoridad de mesa. Más allá de estar movido por la curiosidad del periodista, no le di la real dimensión a la tarea que me habían encomendado hasta que tuve en mis manos la libreta de enrolamiento de mi viejo y le observé su cara mezclando orgullo y emoción. Al firmar ese documento y entregárselo pasó por mi mente aquel primer voto de democracia y todo lo que aquel pequeño acto hizo por mí. En ese momento comprendí que esa firma tenía un significado diferente a todas las demás que yo había puesto ese día, y que él había recibido en su vida.
El domingo 28 de Octubre de 2007 será la primera elección sin mi papá, seré el único en un padrón lleno de desconocidos con el mismo apellido. Seguramente pensaré, cuando ingrese al cuarto oscuro, lo importante que fue para mi formación ciudadana ese gesto que hace 24 años tuvo mi padre, simplemente al hacerme pasar por una puerta, de un recinto a otro. Esa puerta que abrió en mí un campo, una vocación y una forma de vida. Algo que en tiempos de tanto descrédito político no sería tan descabellado poner en práctica para obtener una sociedad política mejor, sin tabúes y sin mentiras. El verdadero trabajo está en los chicos y todos debemos ser responsables del cambio.

Contextos

Una tarde de julio de 2002, un profesor universitario le dijo al estudiante de periodismo que tuvo información del corralito un mes antes y gracias a eso pudo retirar sus dólares y no caer en la trampa pergeñada por Domingo Cavallo. En ese momento el alumno pensó lo bueno que hubiera sido saber con antelación de esto y así evitarle penurias a muchos de sus conocidos. Aunque el afán fuera el de una buena causa, entendió que le hubiera sido imposible acceder a dichos datos.
En el día de hoy circuló la información de que podía llegar a producirse un nuevo corralito financiero con el nombre de “Fondo Patriótico”; se dieron fechas tentativas y se explicaron pormenores de su implementación. También se dijo que la variante con la que se iba a desarrollar la operación tenía que ver con unos bonos totalmente carentes de sustento que se repartirían a los ahorristas. Aunque el nivel de detalles fue exquisito para cualquier hombre de noticias, algunas cosas empezaron a viciar de mentira y de maniobra política la primicia.
En primer lugar suena grandemente impreciso que un gobierno que guarda reservas en el Banco Central por más de cincuenta mil millones de dólares, apele a una maniobra de retención de capitales. Eso sería necesario si la liquidez de los bancos y del sistema financiero en general corriera serio riesgo de una crisis de liquidez. Para hacerlo más sencillo, al día de hoy, el Ejecutivo Nacional tiene reservas suficientes para hacerle frente holgadamente a más de una corrida bancaria.
Por otro lado, la información que llegó a manos de algunos hombres y mujeres de la Nación contó que las nuevas medidas se lanzarán el 25 de Mayo, la fecha estipulada por el gobierno para hacer un relanzamiento de la gestión. Pareciera muy poco inteligente volver a lanzar una administración y dar a conocer una medida tan impopular y que tan malos recuerdos trae a los argentinos. Si así fuera, los operadores políticos de la presidenta deberían dedicarse a otra cosa, eso es seguro.
Otra de las conclusiones que pudo sacar el periodista que tuvo la noticia en la mano es que, de ser verdad este rumor, ni él ni muchos de los que se hicieron de esta primicia se hubieran siquiera enterado. No se recuerda que demasiada gente haya recibido por mail la triste noticia de diciembre de 2001, ni mucho menos la oposición política.
Es realmente raro cómo se desarrollan las cosas, la situación de hoy no se asemeja ni por asomo a la de aquél fatídico fin de año. Con mirar los índices de desocupación, el bendito riesgo país, las inversiones desde el extranjero junto con la mirada de los entes económicos internacionales; se hace obvio que estamos insertados en un país donde la situación ha mejorado de manera sustentable. Ni el opositor más acérrimo puede negar esta realidad que nos toca vivir. Estando o no de acuerdo con la actual administración, eso no está en tela de discusión.
Los argentinos siempre hemos tenido una visión romántica sobre el pasado y más si tiene que ver con las luchas populares. Pasó con el 17 de Octubre, pasó con la unión generada en semana santa de 1987 aunque los resultados no fueron los esperados y pasa con el escenario protagonizado el 19 y 20 de diciembre de 2001. Si cada político de raíz popular soñó con emular su Plaza de Mayo a reventar, no es descabellado pensar que ciertos sectores enfrentados con las decisiones de la Presidenta, sueñen con producir su propia reyerta popular para lograr su destitución. Pero como no hubo dos 17 de Octubre de 1945, no habrá otro 20 de diciembre de 2001. Y la clave de esta afirmación tiene que ver con los contextos.
No están dadas las condiciones de deterioro ni de debilidad gubernamental para que se genere un corralito y una destitución presidencial. El contexto sociocultural de deterioro y fragilidad del Estado en el primer año del siglo suena a quimera en la Argentina de hoy. Si bien quedan muchos problemas a resolver y muchas soluciones por brindar en materia de inflación, redistribución y adecuación del crecimiento con justicia social, no hay ninguna coyuntura que indique hoy que vamos hacia un default económico ni a una corrida financiera. En este 2008 el contexto es otro, y el periodista que tenía la primicia en sus manos comienza a sentir que la exclusiva emana el funesto olor de la mentira. Por un lado siente el alivio de ver pasar una mala noticia, pero por el otro se mantiene la desazón de seguir sabiendo que la maduración democrática y la formación de un Estado de todos se encontró nuevamente herida.