"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

martes, 28 de abril de 2009

Estrategias


La nueva política, la vieja política, la renovación, la juventud, las fuerzas de reserva, o hasta el “que se vayan todos”. Desde tiempos inmemoriales la clase gobernante o no, está prometiendo renovarse a sí misma. Pero ese amistoso pasaje de generaciones solo pudo darse mediante rupturas, exilios partidarios o crisis profundas del modelo de país. Nadie ha dado en la historia un sincero paso al costado para que tome la posta alguien más jóven; las pocas veces que asistimos a esos anuncios, tuvieron más que ver con una pose que ocultaba otros intereses. De igual manera, los dos grandes partidos de Argentina siempre se las ingeniaron para reproducir candidatos y engrosar las filas vacantes del Estado en el Poder que los necesitara. El retiro, el escándalo, la corrupción o la caída en las encuestas dejaban espacios vacantes.
En la política de hoy, las figuras que traccionan votos hacia sus partidos parecen no ser demasiadas. En la era en que la imagen es mucho más importante que la representatibidad del partido, donde los medios han cooptado el viejo ágora y ocupa espacios de comunicación mucho más importantes que el encuentro con el líder en el atrio, la dependencia sobre estos hombres y mujeres que gozan de imagen positiva se hace cada día más fuerte.
Es la dependencia del candidato produce a la cercanía de estas elecciones una especie de miopía hacia el objetivo final de estos comicios. Las escacez de candidatos “junta-votos” le han dado a este nuevo comicio un marco poco tradicional y que comenzó a estirar límites que pueden marcar un antes y un después en lo que a política partidaria se refiere.
Para comenzar, las tan publicitadas candidaturas nominales del oficialismo. Una obvia referencia a la falta de capacidad del Frente para la Victoria (su nombre lo dice, se una unión de persona con el objetivo de triunfar) de generar nuevas caras que aglutinen votos y continúen el impulso electoral que en principio fue cubierto con alianzas con corrientes peronistas de distintas ideologías. Con junio pisándole los talones, el esfuerzo del kirchnerismo para mantener un poder que viene siendo discutido a lo largo del año pasado y lo que va de este, tiene su expresión más acabada en esta presentación electoral a la que se le imprimió un aire plebiscitario de la gestión, pero que en realidad esconde la propia debilidad del partido con respecto a la generación de nuevas figuras convocantes.
Por otro lado está lo que podríamos llamar Coalición Cívica Radical, esta rara mezcla de hombres y mujeres que llevaron al mismo tiempo su salida de los partidos tradicionales con su viraje político hacia la derecha. En esta alianza, el caso de la ciudad de Buenos Aires, su figura más fuerte, Elisa Carrió, se presentará tercera en la lista de candidatos a diputados nacionales detrás de Alfonso Prat Gay y Ricardo Gil Lavedra. Pero si uno comienza a hilar fino, puede descubrir una estrategia que no tiene tanto que ver con la democratización de las listas ni nada por el estilo, sino un intento de que la candidata más fuerte pueda traccionar a los que están adelante y generen un sentimiento en los votantes por ayudar a que llegue a la banca. Por otro lado, la característica principal de Carrió, su afilada lengua que tanto confronta con el gobierno nacional, no impactaría tan fuerte en la lista de diputados por no estar a la cabeza de ella. Siempre el impacto será menor.
El oficialismo de la ciudad de Buenos Aires, el Pro, tampoco quiere dejar de dar muestra de su creatividad electoral, pero en este caso la necesidad de candidatos supera la estrategia. Con su hombre más fuerte como Jefe de Gobierno y la otra posible postulante con buena imagen de vice, no hubo más alternativa para el partido de Macri que hacer renunciar contra su voluntad a Gabriela Michetti y hacerla encabezar la lista de diputados. Pero la propia Michetti sabe que aunque su candidatura no sea nominal, le está dando la espalda a cada uno de los votos que la ungieron en la fórmula del ejecutivo porteño.
Muchos dicen que los comicios son el momento más puro de la democracia, el momento donde un pueblo se expresa y genera apoyos o pide cambios. Aunque ese halo de pureza se va tiñiendo de negro a causas de estas estrategias, pareciera haberse perdido el foco y en lugar de presentar sus propuestas para que los votantes los apoyen o no, se busca ganar a cualquier precio. Exportar frases del ambiente futbolístico para una elección no parece ser la mejor solución para una democracia, sobre todo para una tan jóven como la nuestra.

sábado, 4 de abril de 2009

Raúl Ricardo



¿Cuál es el verdadero Alfonsín? Aquel presidente que a puro coraje llevó adelante el juicio a los responsables de las muertes y las desapariciones de la dictadura militar, el histórico militante de los derechos humanos que muchas dictaduras latinoamericanas tenían en la nómina de potenciales subversivos, o aquel que cedió primero ante los militares con las leyes de obediencia debida y punto final, para luego dejar su mandato en medio de una crisis económica terminal, generada políticamente o no.
Desde chico escucho distintas frases hechas que a veces pueden aplicarse. Una de ellas es que la muerte embellece el recuerdo de una persona, cosa que se puede corroborar en cada velatorio donde hasta la persona más ruin llega al calificativo de “era tan bueno”. En esta oportunidad no se puede estar fuera de ese tipo de circunstancias, porque la muerte de Raúl Alfonsín trajo aparejados muchos comentarios. Desde el casi endiosamiento de la figura que irremediablemente remite a la palabra democracia, hasta el odio de los perjudicados por la hiperinflación, la estampida del dólar y la pobreza de aquellos años.
La primera vez que vi la cara de ese señor que cruzaba las manos y sonreía, tenía tan solo 6 años de edad. Me caía simpático y en mi casa gozaba de una mejor imagen que el otro hombre de gesto adusto que competía con él hacia la presidencia. Claro, Luder mantenía muy fresca su participación en el gobierno de María Estela Martínez y de la hecatombe que produjo.
Yo también desde mi infancia lo creí un procer, un modelo a seguir; como me dijo muchos años después una amiga: “casi un abuelo”. Y a nivel nacional, las políticas de Estado hacia los Derechos Humanos (estaba todo por hacerse y por ello marcó tendencia), la vuelta de los militares a los cuarteles, el pleno estado de derecho, las libertades individuales y el Juicio a los Militares, lo acercaban al pedestal. La sensación era que con la democracia realmente se podría comer, curar y educar. Incluso la primera parte del plan Austral y las constantes intromisiones de los organismos de préstamo internacional, no llegaban a socavar la impresión de libertad y paz que rondaba la Argentina. Parecía que volvíamos a retomar un plan de país.
Semana santa de 1987 marca un hito en mi vida que nunca voy a olvidar: ese domingo fue mi primera manifestación en Plaza de Mayo. Ese día, con tan solo 10 años y de la mano de mi viejo, asistí al pico de la presidencia de Alfonsín y cómo allí empezó a dibujarse la curva descendente. Las leyes de obediencia debida y punto final, las cajas PAN como icono de corrupción y clientelismo político, los pollos de Mazorín como estandarte de la malversación de fondos públicos, la debacle económica e institucional, los paros generales, los saqueos y el estallido social hicieron que aquella esperanza se volviera desazón.
El final y la decisión de entregar el gobierno a un presidente electo por los argentinos, representaron el peor de los finales para los miles que 6 años atrás habían colmado la Plaza de Mayo sin distinción de banderas y anhelando un país distinto.
Pasaron muchos años y peores gestiones para que cerraran las heridas y se tomara real dimensión de lo que significó aquel hombre para la historia. La realidad indica que Alfonsín no nos devolvió la democracia, sino que eso fue un trabajo de todos. Lo cierto es que a los tumbos o no, las primeras características de esta nueva etapa del gobierno del pueblo tuvo mucho de él.
Se puede decir que Alfonsín no tuvo una presidencia brillante, tampoco se la puede calificar como buena en toda la dimensión de su palabra. Aunque observando las de Menem o De la Rúa, habría que revisar hacia arriba la nota. Que la historia lo juzgue y sea mucho más justa que todos nosotros en este momento de conmoción.