"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 20 de mayo de 2011

Discriminar al revés


En alguna redacción vernácula, mientras el jefe de redacción buscaba desesperadamente salvar del naufragio a una publicación que no estaba en un todo de acuerdo con el Gobierno Nacional. Era una noche de café y desvelo, y la cara del hombre no salía de las muecas habituales de quien, a esa altura, empieza a pensar en el próximo trabajo. Sin embargo, en un momento la cara parece sufrir una metamorfosis y la alegría se instala en su ser. –Tenemos que hacer una sección donde neguemos todo, pero en esas negaciones podamos dar información sin chequear, así no nos pueden hace juicio y decimos lo que queremos- sentenció el jefe casi sin mirar a sus interlocutores. La revista cerró dos números después, pero el hombre había sentado un precedente.
Casi un siglo antes, el psicoanálisis había dado a luz los mecanismos de defensa del subconsciente y la negación era la vedette de aquel grupo. La función de negar la pertenencia a un grupo al que realmente se pertenece, porque hacerlo se le hace insoportable, fue nombrada y clasificada por los seguidores de Freud.
De vuelta en el presente, a algún publicista con varios fiascos encima, se le ocurre invertir este mecanismo: mostrar las imágenes de personas a los que una ideología política tiende a denostar y declarar que esa parte de la sociedad también puede pertenecer a esa elite. Es decir, abrirle la puerta a los que no pertenecen y mostrarlos como parte, hacer clara la diferenciación y al final atraer al diferente a las arcas propias.
La nueva campaña a (¿presidente?) malograda y llevada a la candidatura a Jefe de Gobierno de Mauricio Macri muestra un par de cosas que vale la pena analizar. La primera fue la salida del monolítico color amarillo de los afiches, para que los pequeños triángulos de distintos colores tomen la posta de la multiplicidad y la integración (es por eso que pareciera una campaña a Presidente en lugar de Jefe de Gobierno) que el partido quiere demostrar.
Hasta aquí todo bien, el slogan “Sos Bienvenido” trata de reforzar la integración, pero en realidad la estrategia del publicista Duran Barba patina (como diríamos en el barrio) cuando elige el imaginario de las personas a incluir. Y exactamente allí donde cae en la discriminación inversa: una chica con pañuelo y flequillo que hace acordar a un “Stone” un poco más arreglado, un chico con un peinado punk pero rubio y de ojos claros o la del taxista prolijamente desarreglado y la señora con el mítico bastón floreado. Todos íconos de lo que Macri no representa, todos estereotipos no del todo bien hechos, aunque todos parecen sonreír ante tamaña discriminación.
La idea es clara y es darse un baño de populismo a ver si se puede ganar de una vez por todas la Ciudad de Buenos Aires en primera vuelta, ya que ir a ballotage puede ser altamente peligroso si todos los votos progresistas se suman y lo dejan sin nada. El problema radica cuando las campañas hiperprofesionalizadas parecen amateurs.
Ser diferente de los políticos habituales puede resultar novedoso, mover el cuerpo al ritmo de la música en un escenario, o poner en las mesas de campaña señoritas lindas que muy poco saben de política también, pero este tipo de campañas hacen parecer a Macri mucho más a aquel de las declaraciones xenófobas del Parque Indoamericano que al estadista moderno que quiere parecerse. Y eso, probablemente, no sea muy bienvenido por la sociedad.