"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

domingo, 26 de octubre de 2008

Ideologización negativa


Una ciudad como megáfono de los que pasa en un país. Una falicia que la mayoría de las megalópolis de construcción centrista suelen tener. Es así como en Sudamérica se erige la gran ciudad que toma la representación tanto cultural como social y política de un país, que no siempre presenta las mismas características.
Es el caso de la Ciudad de Buenos Aires, destinataria de los recursos y los odios de muchas otras ciudades del país. Puerta de entrada histórica para el comercio, la inmigración, los idearios y producción, de la mano del viejo puerto y los trazados ferroviarios; sigue con esa tradición hasta el día de hoy con el diagrama de las rutas aéreas y los accesos terrestres de vialidad.
Pero el abismo no es sólo económico, la cultura que se manifiesta en la Ciudad no coincide para nada con la que se puede observar en el resto del país. Aquella Buenos Aires que miraba más a Europa que a las propia entrañas de la Argentina, fue una caracterización que lleva ya dos siglos de vida, desde aquella “Civilización y Barbarie” de Domingo Faustino Sarmiento y su método para copiar los mejores ejemplos de la cultura anglosajona y francesa. Es decir que en su formación cultural, tampoco fue fiel reflejo del país que la alberga.
Otra característica definitoria para construcción de Buenos Aires se adscribe a las incidencias de cualquier megalópolis que sufre de superpoblación, con todos los males que ello conlleva. Es así como una gran ciudad donde existen problemas de inseguridad y de límites al espacio, la propiedad privada tiene un lugar preponderante en la agenda de sus habitantes. Esto también propicia una derivación en la ideologización política, otra característica en la que la Ciudad no coincide en nada con el resto del país.
Así es que siempre se hizo muy difícil la definición idelógica de la Ciudad de Buenos Aires. En principio, había una clase social dominante que ejercía casi a su antojo el poder de dicisión ciudadana, relegando a la clase trabajadora que no contaba con ningún tipo de voto sobre su destino. El acceso de los argentinos al voto secreto, obligatorio y masculino de 1816, presentó a esta clase social lista para tomar decisiones sobre el gobierno y tratar de conseguir sus propios representantes. Por otro lado, el ascenso de millares de ciudadanos y la constitución de la clase media que integró el país hasta los alrededores de 1990.
En épocas de bipartidismo, y en contraposición con todo el país, la vieja Capital Federal fue un bastión radical indiscutible frente a un peronismo que arrasaba en las urnas nacionales. Luego fueron los partidarios del Frepaso quienes tomaron la posta del alicaído partido de Alem y se hicieron de los votos de la Ciudad. Por último y con la constitución sancionada, los Jefes de Gobierno alternaron entre estos dos partidos, hasta que el Pro de Mauricio Macri se hizo del gobierno porteño. Esta historia lleva también un dato concreto: el peronismo sólo ganó una elección a diputados en toda su historia como partido en la Ciudad de Buenos Aires. Netamente antiperonista, la ciudad no tuvo un lineamiento ideológico sostenido y siempre se debió clasificar en contraposición al justicialismo.
En los últimos tiempos, la cercanía y el compartir espacio con el gobierno nacional (el cuál también perdió en el distrito las elecciones a presidente por más del 10%) hizo que muchas de las medidas adoptadas por el gobierno justicialista de Cristina Fernandez de Kirchner hayan crispado más de un ánimo y una parte de los porteños fueran usados como carne de cañón para defender intereses que no hubieran apoyado en otras ocasiones o en otro contexto.
Buenos Aires sufre de ideologización negativa. El problema puede llegar a presentarse cuando el voto negativo hacia un partido lleva a elegir a un partido poco preparado para gobernar; algo que hoy personifica el Pro y Mauricio Macri, el mejor ejemplo donde la inexperiencia se transforma en ineficiencia. Prueba y error. Tal vez esa sea el camino que dasanda Buenos Aires para encontrar su ideología y su espacio en Argentina. Un camino que siempre se presentó a contramano y que algún día espera encontrar su rumbo.

viernes, 17 de octubre de 2008

El medio Pelo


La sensación de incomodidad siempre se palpa en el ambiente. Basta con que una buena conversación del tiempo o de cosas triviales sea atacada por los nubarrones de la discusión polítca. El horror se adueña de las caras y el silencio se lleva las voces de los participantes de la oratoria. Y se escuchan frases de sorda reproducción como: “No hablemos de política porque siempre es para lío” o “La política es sucia, por lo cual yo no me meto”. Una fórmula socialmente aceptada para justificar la inacción social y las pocas ganas por contribuir a mejorar algo que pertenece a cada uno de los habitantes de una sociedad. Una especie de letargo sin fin a la espera de soluciones externas a problemas propios.
La sensación de la sociedad adormecida se palpa en cualquier parte. Anibal Ford lo describía de manera exacta cuando hablaba de que “los argentinos nos pasamos el tiempo discutiendo en los bares sobre si teníamos o no las avenidas más ancha y más larga, en lugar de darle espacio a los debates que necesitábamos como sociedad y los que nos hubieran ayudado a crecer”. Tal cual la descripción de este mal del avestruz, pero tan bien utilizado por gobiernos de turnos para desviar la atención hacia prácticas sociales adormecedoras, cuando por ese otro lado se cerraban negocios de dudosa popularidad en el seno del poder.
Sin embargo el descrédito hacia lo político ha llegado a situaciones tan terribles como la demonización de los cuadros políticos en formación. Cualquier militante juvenil de un partido político es visto como la carne de cañón de algún hombre que busca realizar sus intereses espúreos mediante esas pobres víctimas. Se lo margina y no se le permite comentar el trabajo realizado o las ideas que flamean en ese cerebro que piensa y que también está enrolado bajo una bandera partidaria.
El contexto donde se ubica a las organizaciones de masas populares también lleva una figuración social histórica. Una suerte de descalificación pseudointelectual hacia este tipo de militancia por no considerarlos lo suficientemente inteligentes para no ser manejados. Historicamente obedece a la tradición argentina de las clases altas ilustradas que vieron con terror cuando esa horda de trabajadores tomaba las calles para una protesta o la comunicación en Plaza de Mayo con sus líderes, en ese momento encarnados en Juan Domingo Perón y Eva Perón. Esas formas despectivas se transformaron en los denominados piqueteros que, dicen desde las clases medias, se movilizan por las promesas de ayuda monetaria antes que por valores o ideología.
Muchos pensadores abordaron esta idiosincracia, pero nadie como Arturo Jauretche que los bautizó como el Medio Pelo Argentino. Reproductores de consignas vaciadas de contenido, postulados que solo buscan la pertenencia a una clase y la perpetuación de ella en el tiempo, palabras que no decían nada y siguen sin decir. Negación a hacer política cuando con cada movimiento, gesto o palabra que expresan se vea un acto político bien definido como representante de su grupo de pertenencia; incluso cuando se mire a otro lado o se busque una alternativa para esquivar la charla política.
La falacia de creer que lo que se manda al cajón del olvido no existe, se vuelve siempre problemático cuando esas situaciones explotan. Vivir en la falacia del 1 a 1 nos generó un 19 y 20 de Diciembre de 2001. Participar en política no es ensuciarse, está muy lejos de ello. La participación debe volver a ser asociada con las ganas de hacer un cambio que nos beneficie como sociedad. No en contra de alguien, sino a favor de todos. Esa es la consigna a aprender.

martes, 14 de octubre de 2008

El olvido de la modernidad


Ya nada fue lo mismo. Esas calles y esas rutas sufrieron la nostalgia de otros tiempos donde se vieron colmadas de personas, incitadas por las arengas del orador de turno. Una parte de la sociedad tomando la lucha como propia pareció cosa del pasado en esta última semana. El mundo, ese lugar de donde pueden aparecer noticias increíblemnte buenas o desastrozamente malas ha dado su veredicto, crisis financiera. De pronto la coyuntura se puso funesta y el vencedor de la contienda debió chequear dónde estaba la mano de su otrora contendiente para lograr sobrevivir, o por lo menos, intentar palear una situación a la que se llegó por falta de visión a largo plazo.
Parece mentira que en tan solo tres meses el mundo haya declarado una crisis internacional, ver día a día cómo se caen las bolsas más poderosas del mundo, observar el mecanismo por el cual los creadores del neoliberalismo dan rienda suelta al intervencionismo estatal, y cómo el hombre abandona las causas que había tomado como propias. La realidad a veces nos lleva puestos y nos inserta en una vorágine difícil de seguir y reacomodar, ya sea esta la empírica, la de libre acceso o la de los medios.
En estas épocas donde se transitan límites, se hace muy complicado hablar de pertenencias a una época, de paradigmas y cambios de paradigmas, o designaciones de nombres, porque inclusive eso mismo muta a tal velocidad que uno no lo puede dominar. Hablar de post modernidad suena a viejo, de Edad Contemporánea a nivel histórico también; más bien podríamos hablar de una transición o bisagra hacia un nuevo estado de las cosas, donde la velocidad será la clave de las relaciones. Y para leer bien la realidad se debe acusar recibo de que los cambios en una sociedad o a nivel mundial. Algo que pasó hace un mes puede ser viejo.
Esa, al parecer, fue la doble lectura errónea que la tan mentada Mesa de Enlace. Por una lado confiar en que una nueva instancia del lock out patronal generaría el acompañamiento que tuvo tres meses atrás. La asistencia a los piquetes al costado de las rutas (prometieron no cortarlas, aunque lo hicieron por pequeños lapsos de tiempo) y la puesta en marcha de la no comercialización de granos hizo que el humor social empezara a ver mal esos mecanismos. Una cosa era cortar la la circulación para que no pasen los vehículos, y otra muy distintas es pararse en la ruta, frenar a los camiones y dejarlos pasar o no según la carga que lleven en sus acoplados. Sin bien esta maniobra fue realizada en algunas etapas del lock out anterior, no fue tan evidente como ahora puesto que era la única forma de protesta.
La otra realidad que se vio con miopía desde la Mesa de Enlace fue el contexto internacional. Entre marzo y julio de este año, la sensación que se vivía es que el mundo seguía creciendo y que la Argentina hacía lo propio. La cosa cambió brutalmente con la fuerte crisis del sistema financiero que hizo onda expansiva desde Estados Unidos hacia el resto del mundo. Esto sumado a la baja del precio internacional de los commodities (soja, trigo, maiz, etc por tonelada) y que con una normativa 125 hecha ley, hoy todos y de manera escalonada, estarían pagando un porcentaje mucho menor al 35 % fijo al que están tributando en este momento y buscan bajar.
Y por último en el horizonte aparecen los medios, actores centrales de la magnificación o la minimización de un evento. Es tan importante su papel que le da existencia o no a un hecho. Ese fue el caso de la nuevamente instalada carpa del campo en la Plaza de los dos Congresos; ante la falta de una cámara que le diera protagonismo, muy pocos supieron que estuvieron allí. Si nos remitimos a hace cuatro meses, la presencia fue multiplicada por canales de televisión, radios y medios gráficos. Hoy, que las cámaras y los grabadores le dieron la espalda, parece que ese asentamiento de protesta no hubiera existido.
Veloz y voraz. Eso hace el transcurso del tiempo en las sociedades de estos días, por un lado la aceleración con la que se vive y la acumulación de información sin límites que desplaza a la otra; mientras que por el otro, son esos mismos eventos que se producen y reproducen a tanta velocidad, que se fagocitan a lo ocurrido anteriormente, generando una escala interminable de desmemoria colectiva. Hoy, los hechos de hace 4 meses parecen enterrados en el olvido, la sociedad le dio la espalda a los mismo actores que los tuvieron en vilo. Ya no habrá lugar para muestras de fuerzas, esta última semana les enseñó a los representantes del campo que deberán arreglar este problema en reuniones con el Secretario de Agricultora y ya no más en las rutas.

sábado, 4 de octubre de 2008

Realismo mágico financiero


El sistema financiero mundial está en boca de todos y la mayoría reproduce el mensaje recibido sin entender lo que realmente significa. Palabras como la economía real o ¿una ficticia? se han desplegado por cada rincón del planeta sin ocultar la dimensión y la gravedad de una situación que ha comenzado su colapso. Pero toda historia tiene un principio, y para conocer e interpretar un presente, es menester bucear su pasado.

La génesis del sistema financiero se puede rastrear hasta la Inglaterra post Revolución Industrial que tuvo la necesidad de hacer alguna inversión o simplemente "hacer circular" el dinero excedente del comercio exterior que había sabido conseguir. La mejor forma de darle curso a esa riqueza y, de paso incrementarla, fue la colocación de créditos a tasas suntuarias en los países que comenzaban a desandar el camino de la independencia y la construcción nacional. El capital prestado implicaba un interés que reproducía a las divisas entregadas en el corto plazo, sin pasar por el sistema productivo y la creación de valor agregado de un bien. Es decir que las divisas se incrementaban sin hacer absolutamente nada por generar riqueza de bienes. Muchos años después el sistema financiero se fue complijizando, y lo que en principio era un simple empréstito, fue mutando en bonos de deuda pública que cotizaron en las bolsas de valores que fueron surgiendo en el mundo, fondos de inversión y acciones que las empresas emitían para obtener dinero fresco a cambio de un compromiso de pago futuro. Esa es la clave de todo sistema financiero, la confianza de que siempre los implicados en la transacción van a pagar las cuentas.

Esta fórmula para crear un sistema económico de la nada y que no produce ni genera riqueza tangible, generó un nivel de divisas sin un sustento en los bienes que deberían respaldarlo. Si la suba del valor accionario de una empresa depende de la decisión de un hombre y no de una generación tangible de riqueza, los límites de la economía real son sobrepasados y el control queda en el plano del autocontrol; una habilidad que todavía los seres humanos no aprendimos a dominar del todo.

Tras la fuerte suba del petróleo en los años 70, el dinero excedente de la renta petrolera volvió a generar una necesidad de colocación de capital. Esta vez existían cientos de países en vías de desarrollo con las imprentas listas para emitir bonos y hacerse de ese dinero que aliviaría algunos aspectos deficitarios de sus economías. Ahora sí que la alarma a nivel mundial empezó a sonar, el dinero que se decía circulante estaba siendo varias veces mayor al que en realidad había y si todos tuvieran que mostrar en billetes el dinero que decían tener, el mundo presentaría quiebra.

Lo cierto es que el autocontrol no surtió resultados y los mecanismos de control del sistema fueron casi nulos. El concepto de libre mercado que era la consigna principal del mundo financiero, fomentó una rueda sin fin donde A le debe a B y B le debe a C y C tiene tomado un crédito de A. También se complejizaron los productos financieros hasta el punto de generar bonos ligados a las hipotecas que hoy hacen colapsar la economía estadounidense. Es decir, atar una inversión a que los tomadores de créditos inmobiliarios paguen sus compromisos, puede llegar a ser una tarea riesgosa si esos deudores no realizan sus pagos, más allá de las circunstancias por las que no lo hacen.

Es por eso que se usa la metáfora de una burbuja que se pinchó. El sistema financiero es realmente una economía irreal, que nada tiene que ver con generar más riqueza mediante el trabajo o la producción de bienes, que es lo palpable para hacer al verdadero crecimiento de un país o grupo de ellos. Para que una sociedad funcione son necesarios ciertos bienes y servicios indispensables que el sistema financiero no produce, porque no produce nada. La unión con otras naciones, la complementación de la producción y la multilateralidad son consignas que sí pueden sumarle una mejor calidad de vida a los integrantes de un pueblo. Porque si alguien concentra tanto capital ficticio, quiere decir que en alguna otra parte del sistema económico real está sufiendo las consecuencias de ello y se está empobreciendo. Y eso no es un índice que sube o baja, es de carne y hueso.