"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

sábado, 4 de octubre de 2008

Realismo mágico financiero


El sistema financiero mundial está en boca de todos y la mayoría reproduce el mensaje recibido sin entender lo que realmente significa. Palabras como la economía real o ¿una ficticia? se han desplegado por cada rincón del planeta sin ocultar la dimensión y la gravedad de una situación que ha comenzado su colapso. Pero toda historia tiene un principio, y para conocer e interpretar un presente, es menester bucear su pasado.

La génesis del sistema financiero se puede rastrear hasta la Inglaterra post Revolución Industrial que tuvo la necesidad de hacer alguna inversión o simplemente "hacer circular" el dinero excedente del comercio exterior que había sabido conseguir. La mejor forma de darle curso a esa riqueza y, de paso incrementarla, fue la colocación de créditos a tasas suntuarias en los países que comenzaban a desandar el camino de la independencia y la construcción nacional. El capital prestado implicaba un interés que reproducía a las divisas entregadas en el corto plazo, sin pasar por el sistema productivo y la creación de valor agregado de un bien. Es decir que las divisas se incrementaban sin hacer absolutamente nada por generar riqueza de bienes. Muchos años después el sistema financiero se fue complijizando, y lo que en principio era un simple empréstito, fue mutando en bonos de deuda pública que cotizaron en las bolsas de valores que fueron surgiendo en el mundo, fondos de inversión y acciones que las empresas emitían para obtener dinero fresco a cambio de un compromiso de pago futuro. Esa es la clave de todo sistema financiero, la confianza de que siempre los implicados en la transacción van a pagar las cuentas.

Esta fórmula para crear un sistema económico de la nada y que no produce ni genera riqueza tangible, generó un nivel de divisas sin un sustento en los bienes que deberían respaldarlo. Si la suba del valor accionario de una empresa depende de la decisión de un hombre y no de una generación tangible de riqueza, los límites de la economía real son sobrepasados y el control queda en el plano del autocontrol; una habilidad que todavía los seres humanos no aprendimos a dominar del todo.

Tras la fuerte suba del petróleo en los años 70, el dinero excedente de la renta petrolera volvió a generar una necesidad de colocación de capital. Esta vez existían cientos de países en vías de desarrollo con las imprentas listas para emitir bonos y hacerse de ese dinero que aliviaría algunos aspectos deficitarios de sus economías. Ahora sí que la alarma a nivel mundial empezó a sonar, el dinero que se decía circulante estaba siendo varias veces mayor al que en realidad había y si todos tuvieran que mostrar en billetes el dinero que decían tener, el mundo presentaría quiebra.

Lo cierto es que el autocontrol no surtió resultados y los mecanismos de control del sistema fueron casi nulos. El concepto de libre mercado que era la consigna principal del mundo financiero, fomentó una rueda sin fin donde A le debe a B y B le debe a C y C tiene tomado un crédito de A. También se complejizaron los productos financieros hasta el punto de generar bonos ligados a las hipotecas que hoy hacen colapsar la economía estadounidense. Es decir, atar una inversión a que los tomadores de créditos inmobiliarios paguen sus compromisos, puede llegar a ser una tarea riesgosa si esos deudores no realizan sus pagos, más allá de las circunstancias por las que no lo hacen.

Es por eso que se usa la metáfora de una burbuja que se pinchó. El sistema financiero es realmente una economía irreal, que nada tiene que ver con generar más riqueza mediante el trabajo o la producción de bienes, que es lo palpable para hacer al verdadero crecimiento de un país o grupo de ellos. Para que una sociedad funcione son necesarios ciertos bienes y servicios indispensables que el sistema financiero no produce, porque no produce nada. La unión con otras naciones, la complementación de la producción y la multilateralidad son consignas que sí pueden sumarle una mejor calidad de vida a los integrantes de un pueblo. Porque si alguien concentra tanto capital ficticio, quiere decir que en alguna otra parte del sistema económico real está sufiendo las consecuencias de ello y se está empobreciendo. Y eso no es un índice que sube o baja, es de carne y hueso.

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