"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 19 de septiembre de 2008

Otro paradigma

El escenario es el mismo. El Palacio de la Moneda de Santiago de Chile albergó dos historias muy disímiles entre sí pero enmarcadas en una coyuntura que los unifica mucho más allá de lo edilicio. Una historia de desarrolló en 1973, aquel fatídico 11 de Septiembre donde las fuerzas militares al mando de Augusto Pinochet atacaron y bombardearon aquel palacio de gobierno; metáfora de lo que luego harían con la democracia. En esos tiempos, el edificio fue herido de muerte via aérea y el presidente electo por el pueblo chileno, Salvador Allende resistió la embestida a punta de pistola hasta que su vida dijo basta y finalmente cayó al último bastión de aquel gobierno popular. Todos los estados de mundo se apresuraron a reconocer el nuevo gobierno de facto en Chile, incluso muchos de los países latinoamericanos fueron de la partida detrás de los Estados Unidos. 35 años después el edificio ha sufrido muchas remodelaciones desde aquel día perdido en la historia: ha sido testigo de la vuelta de las instituciones y ha visto un Estado forjado tras la etapa de oscuridad, en la plenitud del Derecho. La moradora del edificio es una mujer, Michelle Bachelet, y el motivo de que todas las cámaras del mundo se vuelvan hacia sus muros dista bastantes de los motivos de antaño. Los protagonistas del evento fueron todos los presidentes de América Latina y el motivo del encuentro se hacía casi en contraposición a aquel pasado de tormentas. Todos los presidentes de los países integrantes de la UNASUR se reunían para brindarle el apoyo al gobierno y a las instituciones de Bolivia, elegidas por el pueblo y ratificada hacía poco más de un mes por una fuerte mayoría en el referendum revocatorio, al que llamó su presidente Evo Morales. La historia esta vez fue escrita por Latinoamérica en favor de la democracia y no ante un supuesto enrolamiento automático tras alguna potencia de turno. Bolivia exhibe hoy una sociedad muy polarizada, donde 100 familias ostentan casi el 80% de la riqueza de país y existe una muy importante partición en lo social y en los idelógico. Como Marx había profesado, las superestructura de las ideas es determinada por la estructura de los bienes económicos; es decir que la parte rica de la sociedad va a determinar las formas de vivir deseables y los objetivos que debe alcanzar una sociedad. Hoy, los bolivianos sufren las desestabilización que implica que quienes imponen las normas, el gobierno y las leyes no son los dueños del capital. Esta trastocada situación es germen de enfrentamientos, que ni siquiera el referendum revocatorio logró pacificar en el corto plazo. Pero más allá del gesto de la UNASUR, que fortalece las relaciones entre una región que está buscando el pasado, la cultura y la historia en común con el objetivo de formar un bloque simétrico y con igualdad; decisiones políticas de este calibre comienzan a mostrar una nueva forma de generar relaciones internacionales en el mundo. Un bloque de países que hable en su constitución de eliminar asimetrías entre sus integrantes, accionar bajo la vital ingerencia de los Derechos Humanos, complementar sus industrias para maximizar el comercio, generar igualdad social y contención en todos los gobiernos integrantes y poder confirmar una política migratoria de puertas abiertas e integradora en el sentido amplio del término, demuestra un nuevo rumbo a nivel global. El mundo ha cambiado y la coyuntura mundial de aquella época no es igual al de hoy. El fantasma rojo del comunismo se ha diluido y posiciones de lo que antes se llamaba "no alineados" o "Tercer Mundo" están ganando la batalla. En un momento histórico como este donde el gran imperio (que planificaba la perpetuación de un sistema de producción a su imagen y semejanza) comienza a resquebrajarse, que surjan bloques políticos como el que hoy encarna el embrionario UNASUR muestra que no todo está perdido para el futuro, y que nociones como igualdad o gobiernos populares pueden ser viables y acompañados por otros términos como progreso, capitalización y crecimiento. Porque cuando un paradigma se cae, siempre asoma la cabeza otro.

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