"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

viernes, 5 de febrero de 2010

Deuda eterna


Desde aquella solicitud de empréstito por parte del gobierno de Bernardino Rivadavia a la banca Baring Brothers, que significaba el doble de la recaudación fiscal anual, la historia del endeudamiento del Estado Argentino con distinto tipo de acreedores ha resultado una constante a lo largo de la historia.
Y si de esta materia hablamos, este tipo de empréstitos bancarios a naciones con menor grado de desarrollo se remonta a la época de la Revolución Industrial cuando los bancos ingleses empezaron a pensar dónde colocar los excedentes de riqueza que sus nuevos emprendimientos económicos solían acuñar. Y de esta manera, ideó una opción que no sólo haría que ese dinero fuera colocado y volviera con intereses, sino que creó el aceitadísimo sistema de colonización económica donde lograban que esos mismos billetes fueran invertidos en su propia producción industrial, haciendo que el déficit en las balanzas comerciales americanas diera lugar a la necesidad de un nuevo crédito. Así se autofinanció el trazado de la red de ferrocarriles y puertos para que las mismas empresas inglesas pudieran llegar cómodamente a todos los países de Sudamérica, África del Sur y Asia Menor.
Con el advenimiento del siglo XX y la creación de los organismos post Segunda Guerra Mundial, la nueva concepción de créditos para la reconstrucción de Europa y su posterior desarrollo industrial, pusieron al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional como una suerte de padres rectores del flujo de capitales para todo tipo de actividades económica de los Estados del mundo. Consejos económicos, apoyos internacionales e intromisiones en los gobiernos de los países deudores, comenzaron a deformar de a poco el objetivo para el cual estos organismos fueron creados.
En esta vorágine ingresó la embrionaria Argentina desde su época de Provincias Unidas del Río de la Plata, con un breve interregno entre mediados de la década de 1930 y alrededores a 1956, hasta estos últimos días donde el pago de los vencimientos de 2010 ha suscitado un sinnúmero de críticas, apoyos, alusiones al pasado e increíbles intentos de populismo.
Pero aquí se abren dos frentes de conflicto con respecto al pago de los vencimientos de la deuda: su legitimidad por un lado y la forma de pago para este año. Casi con la misma rapidez con la que se presentaron los recursos de amparo para evitar la conformación del Fondo del Bicentenario, muchos miembros de la oposición dijeron que esta sería una excelente ocasión para discutir que tan legítima es la deuda externa que la Argentina está pagando. La demanda viene de años atrás donde la desorganización o la desidia llevaron a los integrantes del rumbo económico argentino de fines de los ´70 y principios de los ´80 a pedir a los propios acreedores la información de cuánto se les debía ya que no había un registro serio de ellas en el Ministerio de Economía. Años después, sistemas computarizados mediante, un funesto megacanje y dos quitas de la deuda, se hace realmente difícil (por no decir imposible) poder plantearle a los grupos acreedores externos la imposibilidad de pagar la deuda por considerarla ilegítima en su composición. No para un país que quiere dar un mensaje de seriedad al exterior y así lograr una baja en las tasas de interés que beneficiará a todos los argentinos.
Con respecto a las forma de pago, caben dos posibilidades que se enrolan para el proyecto: la primera es formar el fondo pecuniario y pagar con reservas de libre disponibilidad del Banco Central que no llegan al 10% del dinero de las arcas; o por el otro lado contraer más deuda para pagar los vencimientos de este año y no sólo mantener la deuda sino pagar más dinero por los intereses que esta generaría (es menester recordar que de esta manera se multiplicó la deuda en los años ´90).
La mejor forma de resolver un problema que se presenta con tantas corrientes desde la dialéctica suele ser explicado como si el interlocutor fuera un niño pequeño. Veamos, si Juancito le debe plata a Pedrito, pero Juancito tiene mucha plata, tanta que puede pagar esa deuda y seguir teniendo plata. Entonces le paga su deuda a Pedrito y sigue su vida con menos deudas y mantiene la amistad de su amiguito, que no dudará en prestarle de nuevo.
En el otro caso Juancito, que tiene plata en su bolsillo, pide a Josecito más plata para pagarle la deuda a Pedrito. Es decir que le queda debiendo a Josecito más plata que la que le debía a Pedrito. Entonces se queda con toda la plata que tenía, pero ahora debe más plata.
A buen entendedor, pocas palabras. ¿Cuál de los dos ejemplos escogería?

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