"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

sábado, 13 de junio de 2009

Cuando lo malo parece bueno



Una mañana, en cualquier colegio de educación media y orientación comercial, un risueño profesor de unos 50 años y una voz sacada de un dibujo animado se dispone a comenzar con las clases de contabilidad. Particularmente la del comportamiento del mercado y sus desviaciones. La dinámica de la oferta y la demanda, el monopolio, el oligopolio y el trust. La clase transcurría a la perfección hasta que uno de sus alumnos (tal vez el más sagáz) le preguntó cuál era la diferencia entre trust y multimedios, y por qué, si es una desviación de mercado y está mal, muchos hombres de negocios y políticos defienden este tipo de aglomerado de empresas; por lo menos eso es lo que dice el libro Contabilidad I. El profesor, visiblemente consternado, solo atinó a explicar brevemente las condiciones de la comunicación en la Argentina y a prometer una clase especial sobre la década de los ´90 y la incidencia del liberalismo financiero salvaje en nuestro país.
Más allá de declinar como periodista ante la afirmación que las preguntas de los chicos siempre serán las mejores, por esa carga de inocencia que los grandes ya no tenemos; el planteo de la situación presenta un ejercicio muy interesante para hacer en nuestras cabezas y meditar por qué necesitamos una nueva ley de medios en reemplazo de la antigua ley de radiodifusión.
No es menor decir que la ley de radiodifusión data de la época de la dictadura. En principio, dicha ley no cuenta con el sustento de una discusión seria realizada por los representantes del pueblo, sino por un grupo de personas que desde aquel gobierno de facto impusieron esta ley por decreto y sin ningún tipo de participación ciudadana. Esta falta de legitimidad que redea a esta ley de radiodifusión, obedece a que fue impuesta por un gobierno que no obedecía a la Constitución Nacional y moldeó la normativa para satisfacer sus propios intereses o los de grandes grupos empresariales que influían en la época. Un dato de este tipo echa por tierra cualquier intento de defensa de la presente legislación. Un dato para destacar es que hasta el día de hoy, según esta ley, el Estado puede admitir restricciones a la libertad de expresión al considerar que puediera atentar contra la seguridad nacional. En este caso, y abusando de la bastardilla, para muestra basta un botón.
Por otro lado existe una situación laboral demasiado impuesta en la Argentina de hoy, y es que gracias a la ley Dromi (esta sí promovida por un gobierno democrático, aunque muy sensible al poder económico de turno) la incesante concentración de medios en pocas manos ha desarrollado un grave recorte en los puestos laborales para periodistas, que vieron abaladas estas políticas por la lluvia de flexibilizaciones laborales propuestas por el gobierno menemista. Una ley que derogue esta modificación de 1989 propondría una mejor distribución del material informativo, un mayor índice de nuevos proyectos y un poco de libertad de mercado ante la competencia desleal de empresas que acumulan mucha información y poder para no permitir situaciones que pongan en peligro su hegemonía. Ya que ser el medio con mayor cantidad de público, otorga ciertos privilegios para los negocios.
Las nuevas tecnologías ocupan un papel fundamental en estos tiempos. Y justamente se suma la importancia de poder regular estos medios y brindarles un marco legal de acción, tanto como protegerlas para que estén en las mismas condiciones de los otros soportes de difusión de contenidos.
Y de la mano de nuevos proyecto y nuevas emisoras, o mediosque son adquiridos por distintas personas, no solo le dan mayor entidad y pluralidad de pensamiento a nuestra democracia, sino que producirá un incremento en la oferta ideológica para periodistas y lectores. Los periodistas tendrán un abanico mucho más grande de medios donde ejercer su actividad profesional, con mayores oportunidades para conservar su forma de ver las cosas y conectar con su público/lectores. Quienes los leerán encontrarán muchas más propuestas para elegir y hacerse una visión más acabada de la realidad, desde la escucha de distintas voces.
Todo esto redunda en mayor democracia, en la generación de nuevos puestos de trabajo, en más opciones para pensar nuestro presente, en una mayor y mejor libertad de expresión y en una fuerte constribución a fortalecer el Estado de Derecho. Que no quepan dudas de ello depende de las voces que se multipliquen para romper una hegemonía reinante que no se quiere ir. Porque como dijo este adolescene de la escuela media, lo que se está haciendo está mal, envicia el mercado y no tiene que ver con un gobierno de turno. La ley regirá mucho años más que quienes están hoy a cargo del Ejecutivo.

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