"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

lunes, 8 de marzo de 2010

Oposición


Hacia finales de 1988, la aerolínea SAS (Scandinavian Airlines System) le había acercado al gobierno radical de ese entonces una propuesta para hacerse socia de Aerolíneas Argentinas y así poder explotar de manera conjunta las rutas complementarias que cada empresa poseía. Con esa fusión, ambas líneas aéreas se convertirían en uno de los competidores más importantes del mundo en el mercado. Sin embargo esta unión comercial no se pudo llevar a cabo porque los legisladores del peronismo que tenían mayoría en ambas cámaras dieron marcha atrás al proyecto de un gobierno que ya se retiraba y no tenía fortaleza para empujar esta reforma. Tiempo después, un gobierno del mismo signo de estos legisladores, entregaba la empresa al grupo Iberia que terminaría por vaciar nuestra aerolínea de bandera. Lejos de contrariarse con el revés legislativo, los hombres de SAS siguieron camino a Chile, que si bien no tenía una línea aérea del tenor de Aerolíneas Argentinas, con el tiempo se convirtió en LAN, uno de los líderes del mercado latinoamericano de aviación.
No es difícil, al mirar hacia atrás, diagnosticar que la venta de Aerolíneas no fue un buen negocio y que si los legisladores que estaban presentes en ese Congreso de 1988 hubieran tenido un poco de visión de futuro y hubieran realmente escuchado al Ejecutivo de ese entonces, tal vez la historia habría sido distinta. En lugar de ello, sobrevoló el fantasma de no darle ninguna ley al gobierno nacional porque en las elecciones de 1987 el peronismo obtuvo mayoría y se la haría sentir hasta el último día de administración radical.
Poco más de 20 años después y siguiendo el principio de que la política es pendular, la punta del cincel nos vuelve a poner en la misma situación. La oposición al gobierno vuelve a tomar las riendas de una Cámara en busca de revocar y controlar las medidas del Gobierno Nacional, más que tratar de cogobernar y llevar nuevas y buenas ideas adelante o mejorar las que provengan del Ejecutivo.
El escenario de los últimos días se ha tornado un poco turbio, sea tanto desde la representación de los senadores como de las distancias ideológicas. Vayamos por partes. Los senadores representan en números iguales a las provincias (la población en cantidad de habitantes es representada por los diputados) y nace de esos votos el mandato que deberían llevar al recinto. Y es este mandato popular el que ata sus actitudes a ciertos comportamientos esperables al emitir el sufragio y por ciertos otros que no deberían producir. Por lo tanto, es aquí donde las cosas comienzan a volverse difusas, ya que los votantes del radicalismo o la Coalición Cívica y hasta los socialistas no deben estar demasiado satisfechos cuando sus representantes traban acuerdos y alianzas legislativas con hombres del peronismo disidente como Carlos Menem, que se erigen como alter egos ideológicos de estos partidos. Entonces, se hace muy probable que la yunta que se generó en la oposición no solo carezca de futuro por problemas de visión política sino que no sea muy bien visto por los propios representados mediante el sufragio.
Por otro lado, la oposición unificada debe mostrar al público en general la cautela suficiente para no denotar claramente sus ansias de debatir e intentar cambiar leyes que fueron sancionadas por el viejo Congreso (su vieja composición) como la Ley de Medios, porque puede también jugarles una mala pasada de cara a la sociedad. Mientras tanto, ya la jugada de no prestar conformidad al nombramiento de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central y el tratamiento del Fondo de Desendeudamiento, ya parecen no mostrarlos como engranajes del sistema democrático sino como personas que se oponen al Gobierno Nacional con otros intereses.
Dentro del mismo palacio, la Cámara de Diputados sí se muestra, a priori, a favor del Poder Ejecutivo si se toman las bancadas que se muestran proclives ideológicamente con el Gobierno. Este estado de las cosas mostraría dos panoramas muy distintos para 2010 pero no menos interesantes. Por un lado, de seguir unida la oposición en el Senado, el tratamiento de las leyes que envíe el Poder Ejecutivo tendrán un tratamiento dispar entre las Cámaras y muy probablemente deberán hacer más de un viaje para quedar sancionadas. Por el otro, si la oposición decanta por ideología y estalla el acuerdo que pudieron armar, no solo el tratamiento legislativo sino el camino a la reelección en 2011 quedarán allanados para el oficialismo. Todas las vistas están depositadas en el Legislativo, que hoy por hoy guarda gran parte del futuro político del país.

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