"Nunca hubo un monumento de cultura que no fuera un monumento de barbarie. Y así como la cultura no está exenta de barbarie, no lo está, tampoco, el proceso de transmisión de la cultura. Por eso, en la medida de lo posible, el proceso histórico se desvía de ella. Considera la tarea de comprenderla como un cepillar de la historia a contrapelo" WALTER BENJAMIN

lunes, 7 de junio de 2010

El día después


Nunca estuve seguro de qué mérito encierra que una profesión tenga su día. Tal vez su participación en el devenir de la historia o la figura que engloba un representante ilustre de la ocupación; o simplemente un espacio más a llenar en los calendarios para mover la aguja del comercio vernáculo. En fin, demasiadas pueden ser las causas para que una fecha en el año esté dedicada a quienes se dedican a algún tipo de actividad, aunque sus orígenes pueden dar una cabal muestra de la génesis y el desarrollo de esa profesión.
Explorar los acontecimientos que dieron comienzo al día del Periodista nos llevan al 7 de Junio de 1810, a la primera edición del diario La Gazeta de Buenos Ayres (tal cual era su nombre) y a la actividad de su fundador: Mariano Moreno. Dicho medio fue aprobado gracias a un decreto por la Primera Junta de Gobierno para poder difundir las actividades de gobierno y así formar una conciencia ante los intentos de desestabilización realista. Aunque no haya sido el primer medio periodístico creado en Buenos Aires (recordar el Telégrafo Mercantil 9 años antes) ni Mariano Moreno sea un gran ejemplo del periodismo, o no solo esa actividad de uno de los hombres más importantes de nuestra historia; esa imagen quedó plasmada en el transcurso de los años como algo instalado.
La situación socioeconómica de 1810 distaba bastante con la de hoy en día, la Junta de gobierno venía a modificar la instauración de un sistema económico colonialista que le daba la exclusividad a España y penaba el comercio con otros países. Ante la pérdida de este negocio, la madre patria comienza un plan de ataque hacia el otrora Virreinato del Río de la Plata que no se quedó en maniobras de guerra directa, sino otra batería de maniobras de inteligencia que intentaban magnificar conflictos de la población con el nuevo gobierno. Es decir que los medios de comunicación en Argentina no tuvieron el comienzo inmaculado de la búsqueda de la verdad, sino que fueron una herramienta de gestión política y manejo de poder.
En el aniversario número 200 (por no decir Bicentenario) de aquel fundacional periódico, los periodistas argentinos seguimos bajo la disyuntiva de buscar la verdad o seguir siendo rehenes de los poderes de turno. Tal vez ya no sea tan visible uno u otro bando, pero los grandes monopolios informativos siguen tratando de imponer una visión de la realidad (claramente la más proclive a sus intereses) contra otras visiones que, nobleza obliga decirlo, tratan de mirar la situación del país con una mirada que viborea entre la búsqueda de la realidad y la necesidad de diferenciación de los conglomerados mediáticos. En la suerte de campo de batalla que se produce cuando ambos emisores toman estado público, unos son tildados de mercenarios y los otros de proclives a intereses gubernamentales. Y aunque haya una mayor concentración de un lado por lo que su llegada a la población sea mucho mayor; la existencia de este pequeño grupo emergente que contradice su visión del mundo, hace que la pluralidad esté garantizada. Imperfecta pero garantizada.
Por el otro lado llega la Ley de Medios, muy discutida fuera del mundo del periodismo y las corporaciones económicas a las que no beneficia, y absolutamente abalada por quienes ejercemos esta profesión sin presiones corporativas y multimediales. Más allá de las quejas de quienes hoy se encuentran fuera de la ley, esta nueva ley de la democracia (de más está decir que la anterior fue decretada por la última dictadura militar) se presenta como una bocanada de aire fresco para los periodistas que buscan ejercer su vocación con los valores que ella representa y muchos de los que hoy no tienen trabajo por estar excluidos de los grandes monopolios que manejan tanto los contenidos como las condiciones de contratación.
Es verdad que no es un Día del Periodista más, el año 201 del periodismo argentino deberá ser el año en el que la profesión dio el paso fundacional hacia la libertad de expresión bien entendida y de la liberación del monopolio de la palabra y de la construcción de realidad. De todos nosotros depende que este deseo se convierta en realidad.

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